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Un año después, pueblos devastados y familias sumidas en la nada en el sur del Líbano

Noemí Jabois y Anna María Guzelian

Aita al Shaab (Líbano), 22 sep (EFE).- Un año después del estallido de la guerra abierta en el Líbano, Hussein (nombre ficticio) es uno de los pocos que ha regresado a la localidad meridional de Aita al Shaab, donde vive en medio de la devastación mientras trata de reconstruir su casa con sus propias manos.

Junto a su mujer y sus hijos, habita en una pequeña vivienda rodeada de escombros, que aún dominan este y otros muchos pueblos del sur del Líbano, al cumplirse mañana un año del inicio de la gran ofensiva aérea israelí que tornó el conflicto de baja intensidad de 2023 en una guerra abierta.

«Aunque requiere una demolición, estamos tratando de arreglarla trozo a trozo para poder establecernos (…) Traigo cemento y trabajo para restaurarla, mientras estamos tratando de limpiar los alrededores de la casa, algo que necesita muchísimo tiempo y un montón de trabajo», explica a EFE Hussein.

Lo hacen con su propio dinero, a la espera de que el Líbano reciba apoyo de la comunidad internacional para la reconstrucción. «En caso de que no compensen a la gente para reconstruir y demoler, la situación durará quizá cinco o diez años, ¿cómo va a reconstruir la gente si no hay capacidad económica?», lamenta el vecino.

Sin terreno

Aita al Shaab, a unos dos kilómetros de la frontera con Israel, aún no ha recuperado los servicios básicos, así que la familia se vale de paneles solares y de camiones cisterna que llenan su tanque de agua bajo demanda.

«Hay muchas dificultades de vida, solo si necesitamos mucho algo podemos desplazarnos o ir a Bint Jbeil (más al norte) para comprar los productos. Aquí, reabrieron algunas tiendas pequeñas, así que estamos solucionando nuestro problemas lentamente, pero es muy difícil», comenta el hombre de 50 años.

Estima que solo alrededor de 60 de las miles de familias oriundas del pueblo han retornado, todas ellas de agricultores que buscan volver a trabajar sus tierras.

Antes de verse desplazado con los primeros enfrentamientos entre Israel y el grupo chií libanés Hizbulá dos octubres atrás, Hussein cultivaba tabaco y prestaba servicios con su camión, que quedó destruido durante la guerra.

«Tenemos un terreno, pero está en la esquina de la frontera, no podemos llegar hasta él para nada. Así que estamos tratando de encontrar algo dentro del pueblo, arreglarlo y plantar en él», apunta, sentado frente a la puerta de su vivienda.

«En general, tenemos que tener cuidado con los explosivos o remanentes que pueda haber en los terrenos. En caso de que algo sea detectado, tendríamos que informar a la misión de paz de la ONU o al Ejército libanés para que vengan y lo retiren», agrega el agricultor.

De repente, su relato se ve interrumpido por el sonido de un caza israelí sobrevolando Aita al Shaab.

La mujer de Hussein señala que es común escuchar «bombas de sonido y aviones» en la zona, algo «psicológicamente aterrador» para ella, mientras Israel continúa atacando el territorio libanés prácticamente a diario pese al alto el fuego alcanzado el pasado noviembre.

Vivir en un comercio

En otra zona del pueblo, una pareja de ancianos, su hijo, su nuera y sus dos nietas pequeñas duermen sobre colchones en el suelo de lo que solía ser un comercio familiar.

«Originalmente, este era el establecimiento de mi hijo, una parte era una barbería y la otra, una pequeña cafetería ‘express’. Le iba bien, pero ahora quiere poner comida sobre la mesa y no tiene la capacidad de hacerlo», lamenta la anciana en declaraciones a EFE.

Su hijo había vuelto a su casa después del cese de hostilidades, pero tras cinco meses de regreso en una localidad casi fantasma, acabó huyendo entre bombas de sonido israelíes al temer por la vida de las pequeñas y su mujer embarazada.

Ahora, se albergan en el pequeño comercio en desuso de Aita al Shaab. Los ancianos continúan en verdad desplazados en otra aldea, aceptando esta «humillante» situación solo temporalmente para ayudar al hijo, recién operado de una herida sufrida mientras huía de su vivienda.

«Aquí, incluso el tejado está agujereado, en invierno cuando llueva el agua entrará adentro», subraya la mujer.

Como puede, su marido va tapando los huecos de las paredes con ladrillos, mientras lamenta la falta de dinero para contratar albañiles cualificados y su incapacidad de retomar las labores agrícolas en unas tierras demasiado cercanas a la divisoria con Israel para ser seguras.

La anciana no se plantea retornar permanentemente a Aita al Shaab, pues afirma que el Ejército israelí ataca a todo aquel vuelve.

«Ayer, el hijo de mi hermano, que es vecino de mi hijo, fue atacado. Hasta el hijo de mi hermana volvió para inspeccionar su casa tras el alto el fuego y le atacaron delante de la vivienda», denuncia esta abuela.

«Solíamos cultivar oliva y vender aceite, ahora no podemos ni comprar una botella de aceite de oliva», concluye. EFE

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(foto)(vídeo)

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