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La tasa de fecundidad en Suiza cae, como en casi todo el mundo

un bebé recién nacido
Suiza en 2022 registró la tasa de fecundidad más baja desde 2001. KEYSTONE/© KEYSTONE / GAETAN BALLY

En un intento por hacer frente a un descenso histórico en el número de nacimientos, algunos países están llevando a cabo campañas de comunicación o dando subvenciones que animen a su población a tener descendencia. No obstante, hace falta mucho más para influir en las decisiones de las familias.

En Suiza resulta raro encontrar una familia con tres o cuatro criaturas. Como muchas economías desarrolladas, desde principios de los años setenta el país se encuentra por debajo del umbral de renovación demográfica: 2,1 nacimientos por mujer.

Pero las cifras de la Oficina Federal de Estadística (OFSEnlace externo, por sus siglas en francés) siguen siendo preocupantesEnlace externo: en 2022 la tasa de fecundidad cayó por debajo de 1,4 por mujer, el nivel más bajo desde 2001. Y ello a pesar de que en Suiza, para casi 9 de cada 10 personas, el ideal sigue siendo tener por lo menos dos hijosEnlace externo.

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En el resto del mundo ocurre lo mismo. En los últimos años, y tras reducirse durante décadas el tamaño de la familia de manera gradual —una transición demográfica impulsada por mejoras en la educación y el empleo de las mujeres, la anticoncepción y la urbanización—, en muchos países se ha registrado un descenso del número de nacimientos.

Las tasas de fecundidad más bajas se registran en el Sudeste Asiático (0,8 hijos por mujer en Corea del Sur; 1,2 en China; 1,3 en Japón). En Europa Occidental, es en Italia y España donde las mujeres tienen menos descendencia, con menos de 1,3 de media.

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Un descenso que también afecta a IrlandaEnlace externo y FranciaEnlace externo (que hasta ahora han sido los dos motores de la natalidad europea), así como a los países nórdicosEnlace externo, considerados paraísos para las familias. También se ven afectados América del Norte, los países más prósperos de América Latina y Australia.   

A pesar de que la tasa de fecundidad lleva treinta años disminuyendo, sigue siendo alta solo en el África subsahariana, donde la familia numerosa sigue siendo un valor y un recurso. De aquí a 2050 África —que va a convertirse en el continente más poblado— es donde la población mundial más va a aumentar.

El peso de tener descendencia

El descenso de los nacimientos —en los países desarrollados, sobre todo— está relacionado con una combinación de factores. El director adjunto del Instituto de Demografía de Viena y responsable de un grupo europeo de investigación sobre la fecundidad y la familia Tomas SobotkaEnlace externo, entre estos factores, señala condicionantes socioeconómicos, como la carestía de la vivienda y las guarderías, la precariedad laboral y el estancamiento de los ingresos

En Suiza, por ejemplo —donde se calcula que hacerse cargo hasta la edad adulta de dos criaturas como mínimo cuesta 500.000 francos—, teniendo en cuenta la economía, la opción racional es no procrear, como dice un economista que citan en una editorial del NZZEnlace externo.    

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Tener hijos en Suiza será un lujo

Este contenido fue publicado en En Suiza las mujeres tienen cada vez menos hijos y más tarde. Muchas de ellas posponen la maternidad en aras de su carrera.

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La liberalización del mundo laboral ha venido acompañada de nuevas ambiciones profesionales difíciles de conciliar con la crianza. Según el profesor del Instituto de Estudios Demográficos de Ginebra Philippe WannerEnlace externo, también ha cambiado el lugar que en la sociedad ocupan las personas menores. “Durante mucho tiempo, los hijos se consideraron un valor, pero hoy se ven más como una carga”.   

La idea de tener descendencia se da menos por sentada que antes “en este mundo que muchos jóvenes adultos consideran hostil”, explica Tomas Sobotka. Y muy a menudo cuando las parejas se deciden a dar el paso ya han pasado de los treinta; lo cual pone a las parejas en el filo de la infertilidad biológica.

Pirámide de edad invertida

El hecho de tener menos descendencia refleja, en gran medida, nuevas perspectivas, sobre todo para las mujeres, y una relajación de la presión social en torno a la familia “ideal”.

Una tasa de natalidad baja no es, necesariamente, una mala noticia a corto plazo, incluso para una sociedad. Ya que esto significa que se tienen más recursos que pueden dedicarse a la salud y a la educación, así como que hay más personas adultas disponibles, y por tanto más productivas.

El escenario demográfico que se perfila a largo plazo, sin embargo, es preocupante. La pirámide de edad ya ha empezado a invertirse y, en las próximas décadas, el envejecimiento de la población no hará sino aumentar; lo que hace temer una gran escasez de mano de obra y un profundo desequilibrio en la seguridad social.

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Aunque para amortiguar el golpe algunos países —como Suiza— han conseguido echar mano de la inmigración, considerar que la población inmigrante es una solución sostenible es una apuesta política arriesgada; ya que a largo plazo su eficacia no está garantizada.

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Hay una cuestión existencial más allá de las consideraciones económicas. El periódico francés Le MondeEnlace externo recientemente se preguntaba si un mundo sin infancia no es un mundo muerto, y hacía un llamamiento a todas las tendencias políticas para que expresen su preocupación por el desplome de la natalidad.

“Rearme demográfico”

En este contexto y con la mira puesta en la natalidad, distintos gobiernos han anunciado medidas más o menos llamativas. El presidente francés Emmanuel Macron, a mediados de enero, prometió que con un nuevo permiso por nacimiento y un plan de lucha contra la infertilidad iba a “rearmar demográficamenteEnlace externo” Francia.

Algunos países, como Corea del SurEnlace externo, Grecia y HungríaEnlace externo, han probado con incentivos materiales, con primas por nacimiento pagadas a las parejas jóvenes, préstamos a interés cero o incluso la puesta a su disposición de terrenos. Hace unos años una ciudad finlandesa se hizo famosa por ofrecer 10.000 euros por cada bebé que naciese y se criase en el municipio.

En otros lugares, mediante campañas de comunicación (como en ItaliaEnlace externo y DinamarcaEnlace externo) los poderes públicos han intentado apelar al patriotismo o al humor.

Los derechos reproductivos, no obstante, empiezan a verse como un problema en los países más autoritarios. China —tras poner fin en 2015 a la política del hijo único— permitió a las parejas tener dos. Un tope que se ha elevado a tres. Países como Irán o RusiaEnlace externo, por su parte, tienen el aborto en el punto de mira. En la Suiza liberal no existe nada comparable. En 2021 el diputado de la UDC (derecha conservadora) Jean-Luc Addor propuso “incentivos fiscales para una verdadera política en favor de la natalidadEnlace externo”, pero su moción se rechazó. El entonces consejero federal Alain Berset subrayó la oposición del Gobierno a “una política familiar directamente en favor de la natalidad, porque nos parece difícilmente compatible con la libre elección” de formar familia.

Se necesita algo más que incentivos

Para los demógrafos consultados, las medidas políticas aisladas no influyen en la decisión de tener familia. En el mejor de los casos, los incentivos crean un efecto de oportunidad para quienes ya estaban planeando ampliar su familia. Los discursos de las autoridades corren el riesgo de alejar a la gente.

Esos sistemas solo pueden ser eficaces si se inscriben en una verdadera política familiar, es decir, en un ecosistema favorable a la familia cuyos pilares principales sean las ayudas económicas, las infraestructuras de guarderías y los permisos parentales.

Francia, comprometida con una política favorable a la familia desde los años 50, es uno de los países más activos en este ámbito y tiene el nivel más alto de la OCDE de gasto público en prestaciones familiares. Según Philippe Wanner, del Instituto de Estudios Demográficos de Ginebra, lo que distingue a Francia son sus prestaciones familiares, progresivas por cada nuevo nacimiento.

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A menudo, como modelo a seguir, se citan los países nórdicos, porque ofrecen permisos parentales generosos, guarderías baratas y “está arraigada la implicación de los padres”, señala Tomas Sobotka.

El investigador vienés también se refiere a Alemania, que ha introducido el derecho a guardería para todas las criaturas a partir de un año (algo que en la práctica se está luchando por aplicarEnlace externo), y a Estonia, cuyo sistema de permiso parental compartido de 600 días es “uno de los más flexibles”.

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Si se compara con estas prácticas, la política familiar suiza es limitada. Philippe Wanner dice que “las ayudas familiares son poco ambiciosas para tener impacto” y que “la sociedad es poco sensible a la cuestión de la conciliación”. No hay suficientes plazas de guardería, y son las más caras de la OCDEEnlace externo.

En el sistema federal suizo, muchos instrumentos de política familiar se deciden a nivel local. Hay iniciativas políticas —como la introducción del permiso parentalEnlace externo o el acceso garantizado a las guarderíasEnlace externo —, aunque la falta de consenso las frena.

Esto hace que en Suiza “pequeños avances se presenten como grandes éxitos, si se compara con lo que sucede en otros lugares”, explica Philippe Wanner, mencionando el ejemplo del permiso de maternidad de catorce semanas adoptado en 2005.

Menos bebés en el futuro

Sea como fuere, el impacto de las políticas familiares en los nacimientos es marginal. En Europa estas políticas están concebidas para mejorar el día a día de las familias, sobre todo. Los citados demógrafos calculan que, en el mejor de los casos, pueden aumentar la tasa de fecundidad en torno a 0,2 hijos por mujer. Así lo resume Tomas Sobotka: “No es nada; fundamentalmente no cambia la situación”.

Las empresas, ofreciendo mayor flexibilidad para conciliar la vida profesional y familiar, también juegan un papel clave. Los demógrafos entrevistados dicen que estas personas podrían adoptar el teletrabajo, la anualización de los horarios, la libre elección para adaptar su tasa de actividad, la posibilidad de dejar de trabajar durante un tiempo sin penalización o el hecho de disfrutar de un permiso parental compartido.

En Suiza este tipo de prestaciones son escasas. “En gran parte porque muchas empresas son pymes que no disponen de recursos”, subraya Philippe Wanner. Las pocas empresas que ofrecen guarderías o permisos de paternidad más generosos de que prevé la ley son multinacionales.

Pero para que esta dinámica cambie, habría que replantearse sobre todo el lugar que en la sociedad ocupa la familia. “Eso es lo más difícil de hacer, porque implica cambios no solo políticos, sino también de mentalidad y las normas sociales”, señala Tomas Sobotka.  

La tendencia no va a cambiar de un día para otro. De hecho, según el demógrafo, ha comenzado una “era de baja fecundidad”. En las próximas décadas, descenderán las tasas de fecundidad que hoy siguen siendo elevadas y en todas partes se estabilizarán en un nivel bajo, tal y como indican las proyeccionesEnlace externo de la ONU, de modo que “en el futuro, solo podremos distinguir los países con una fecundidad extremadamente baja”.  

La mayoría de las regiones del mundo verán que su saldo natural se vuelve negativo más o menos pronto; en Europa, ya en esta década, siempre según el escenario medio de la ONU. Al morir más personas de las que nacen, se prevé que hacia finales de siglo la población mundial empiece a disminuir.

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Texto y gráficos adaptados del francés por Lupe Calvo / Carla Wolff

Nota de la traductora: El concepto fecundidad se refiere a la descendencia por cada mujer; natalidad, por su parte, al número de nacimientos en relación con el conjunto de una población.

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