
«Buscaré otra vía»: el exsoldado de 95 años que lucha por volver a Corea del Norte
Ruy A. Valdés
Gimpo (Corea del Sur), 17 oct (EFE).- A sus 95 años, el exsoldado norcoreano Ahn Hak-sop asegura en una entrevista con EFE que volverá a tratar de entrar a Corea del Norte por un tercer país, apenas dos meses después de su primer intento, en el que fue bloqueado por soldados de Corea del Sur, donde pasó más de 40 años en prisión.
«Trataré de lograrlo de otra forma. Existe la manera de cruzar a través de China o Rusia», afirmó Ahn la víspera, durante una visita a la iglesia en la que vive con el pastor Lee Jeok, situada en Yonggang, una aldea vigilada por el Ejército sucoreano por su cercanía a Corea del Norte.
Ahn, quien sirvió en el Ejército norcoreano durante la Guerra de Corea (1950-1953), pasó más de cuarenta años en prisión en el Sur bajo cargos de espionaje. Es uno de los seis exprisioneros «no convertidos» que se mantienen abiertamente leales al régimen norcoreano y solicitan al Gobierno surcoreano ser enviados al Norte.
Aunque sabía que cruzar desde el Sur sería prácticamente imposible, su intento en agosto dio la vuelta al mundo. El nonagenario intentó en pleno verano atravesar la Zona Desmilitarizada, que separa las dos Coreas, apoyado en un bastón y acompañado por activistas, hasta que fue parado por soldados surcoreanos.
«No confío en esperar, confío en mí mismo. Buscaré otra vía», dijo Ahn, quien se muestra sorprendentemente lúcido y enérgico para su edad, sobre su próximo intento.
Ambas Coreas siguen técnicamente en guerra, ya que el conflicto concluyó con la firma de un armisticio, y no de un tratado de paz. Los canales de comunicación intercoreana permanecen cortados desde 2022, mientras Pionyang ha rechazado reiteradamente los llamamientos de Seúl para reabrir el diálogo.
Pesadillas de la guerra y la cárcel
El hombre nació en lo que ahora es Corea del Sur, pero decidió luchar por el Norte y se desempeñó como oficial de inteligencia. Fue capturado tres meses antes de que terminara el conflicto y aislado y torturado durante años.
«Perdí los dientes, las uñas de los pies. A veces me sumergían la cabeza en agua. Cuando hablo de eso no puedo dormir esa noche», dijo entre lágrimas, hasta que pide interrumpir el tema. «Aguantaba porque, al despertar tras las palizas, lo veía como una victoria. Si cedía, sería un animal».
A principios de la década de 2000 un panel gubernamental surcoreano vinculó casi 80 muertes con los programas de conversión por tortura durante los períodos dictatoriales de Corea del Sur. Ahn comentó que varios de sus compañeros se suicidaron.
En la cárcel «uno de mis compañeros de repente me dijo ‘Voy a quitarme la vida’.», afirma Ahn, conmovido. «Me dijo que era mejor hacerlo ahora que estaba fuerte en lugar de ceder por las torturas y convertirse en un ‘perro'».
Ahn confiesa que su último deseo es regresar al Norte para cumplir una misión. «Quiero buscar a los familiares de mis camaradas que murieron y contarles sus últimas palabras», asegura.
El hombre arremete contra lo que considera la hipocresía del capitalismo surcoreano: «solo ha hecho más ricos a los ricos».
Pese a que Corea del Norte es considerado uno de los países más herméticos y represivos del mundo, Ahn defiende el Estado socialista norcoreano y ataca el «neocolonialismo» de Estados Unidos sobre Corea del Sur, que compara con el de Japón en Corea.
La escena acompaña su sentir: en la entrada de la sala donde recibe a EFE, hay un tapete con la frase «Fuera Yankees», mientras las paredes están cubiertas por violentas figuras artísticas anti-Washington de papel maché creadas por Jeong Mi-sook, la difunta esposa del pastor, a quien Ahn considera su hija adoptiva.
Jeong falleció de cáncer en septiembre, semanas después de que Ahn tratara de cruzar al Norte.
Oportunidad perdida y nueva esperanza
«Nací en un país colonizado y no quiero morir en un país colonizado», afirmó. «Si las tropas estadounidenses se van, estaría dispuesto a seguir viviendo en el Sur».
Ahn recuerda también cuando en el año 2000 se le ofreció ir al Norte con otros exprisioneros no convertidos, pero lo rechazó porque debía seguir luchando contra la presencia estadounidense.
«No me arrepiento. Era mi voluntad», señaló, explicando que ahora que es viejo quiere morir en el Norte o al menos que sus cenizas sean enterradas allí.
El Ministerio de Unificación corroboró el jueves a EFE que el caso de Ahn está siendo revisado, atendiendo su solicitud en agosto. Las autoridades surcoreanas afirmaron que buscan la repatriación de los prisioneros no convertidos por razones humanitarias y de compasión, pero también necesitan una respuesta de Corea del Norte, que nunca se ha pronunciado sobre su caso. EFE
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