
Cómo el cambio climático afecta al turismo suizo

El cambio climático pone bajo presión al turismo helvético. Afecta especialmente a la práctica del esquí. Una experta en turismo explica qué desafíos tendrá que afrontar el sector y si la visión de un turismo climáticamente neutro es una opción realista.

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El cambio climático transforma el país alpino, algo que se nota claramente en las regiones turísticas. «El aumento de las temperaturas es fatal para el turismo de esquí», afirma Monika Bandi, directora del Centro de Investigación del Turismo de la Universidad de Berna. «A ello se suman lluvias torrenciales cada vez más frecuentes en verano, inviernos con lluvias escasas y el derretimiento del gelisuelo, lo cual desestabiliza las laderas».
De hecho, una de cada tres cabañas del Club Alpino Suizo está potencialmente en riesgoEnlace externo, porque se encuentran en zonas donde se está descongelando el permafrost. También los senderos se ven afectados por esta amenaza. «Incluso en épocas del año y en regiones que hasta ahora no estaban expuestas a este tipo de riesgos hay que contar cada vez más con catástrofes naturales», señala la organización central suiza del senderismoEnlace externo en un blog. El deshielo del permafrost provocará cada vez más desprendimientos de rocas, a lo que se suman lluvias torrenciales y avalanchas de nieve húmeda en las cotas bajas, añade la asociación senderista.
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Una temporada otoñal más larga
«Los efectos del cambio climático dependen mucho del lugar y de la temporada. En la montaña, la escasez de nieve afecta al turismo de esquí, y en verano los temporales comprometen las actividades al aire libre», dice Monika Bandi.
Pero no todos los efectos son negativos: «En verano, las regiones alpinas pueden aumentar su atractivo debido a las temperaturas más bajas», añade la experta. Además, la temporada otoñal en las cotas altas se puede alargar hasta octubre o incluso noviembre gracias a temperaturas más elevadas.
Recientemente, la organización Suiza Turismo ha hecho publicidad especialmente para la temporada de otoño. Con Roger Federer y Mads Mikkelsen se ha logrado convencer a dos pesos pesados del deporte y del cine, respectivamente, para la realización de un vídeo promocionalEnlace externo con el propósito de incrementar la afluencia de turistas a Suiza en otoño.
Los parajes destinados a la práctica de los deportes de invierno son los más afectados por el problema del aumento de las temperaturas. «Cada vez es menos realista poder contar con cien días con una capa de entre 30 y 50 centímetros de nieve asegurada», sostiene Bandi. El nivel de congelación subirá 300 metros más hasta 2050, pronostica la comunidad científica en una ficha informativaEnlace externo redactada por encargo de la asociación central suiza del sector de la industria de los teleféricos.
Particularmente afectados se ven los parajes de esquí en cotas medianas de hasta 1.500 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones caen cada más en forma de lluvia en lugar de nieve, sobre todo en la última fase del invierno, con lo cual se acortan las temporadas de esquí, relata un medio suizo en línea. Y la falta de manto blanco tampoco se podrá compensar con cañones de nieve, puesto que estas últimas solo pueden accionarse en días glaciales con temperaturas por debajo de los 0 grados Celsius.
>> En este vídeo (a partir de 00:54 minutos), el operador de un telesquí, situado a una altitud de 900 metros sobre el nivel del mar, explica por qué dispersa nieve artificial sobre sus pistas.
Es difícil valorar qué impacto tendrán estos cambios para los destinos turísticos suizos en invierno. «Hoy son menos los niños y niñas que aprenden a esquiar», señala Monika Bandi, que se pregunta: «¿Habrá todavía una demanda dentro de diez a veinte años para ir a esquiar durante una jornada por un precio de entre 80 y 100 francos?»
También la organización central suiza de la industria del ferrocarril de montaña afirma en su plan estratégico adaptadoEnlace externo que la demanda se irá reduciendo. En la actualidad ya hay más de 60 remontes de esquí retirados del servicio en Suiza, y con el aumento de las temperaturas es probable que esta cifra crezca aún mucho más.
Para compensar las pérdidas en las temporadas de invierno, estaciones de esquí como Lenzerheide, Arosa y Saas Fee se preparanEnlace externo para incrementar también en verano la afluencia de turistas que no solo se interesan por el senderismo.
Los destinos alpinos invierten en sus instalaciones veraniegas, trazan nuevas rutas para ciclistas de montañaEnlace externo o corredores, construyen también parques de escalada y señalizan los senderos para establecer recorridos temáticos. Además, ofrecen retiros para practicar el yoga y organizan excursiones dedicadas al disfrute.
Respondiendo a una consulta de este medio informativo, Suiza Turismo menciona, entre otras ofertas, la nueva Senda de experiencia glaciarEnlace externo, un camino temático sobre glaciares en la Engadina, la Región de los osos en ArosaEnlace externo o la ampliación de la oferta turística veraniega para ciclistas, como en Disentis SedrunEnlace externo.
El turismo produce dióxido de carbono
Sin embargo, el turismo en Suiza no sólo sufre por el cambio climático, también contribuye al mismo. Las emisiones de CO2 son fáciles de calcular. No tan fácil es eliminarlas: «Dos tercios de la huella de carbono de una estancia turística se generan durante los viajes de ida y vuelta, especialmente para los trayectos de muy larga distancia», señala Monika Bandi.
Una solución para reducir esta huella de carbono sería incrementar el número de visitantes geográficamente más próximos que se quedan más tiempo en el destino, «clientes habituales, como los tienen Scuol o Adelboden», precisa Bandi.
Otros destinos, sin embargo, apuestan por atraer constantemente a nuevos visitantes de todo el mundo, como Interlaken o Jungfraujoch. Los combustibles sostenibles aún no son una opción en la aviación, y tampoco las compensaciones reducen realmente el impacto contaminante, añade la experta.
Un tercio de la huella de carbono generan la comida, las construcciones y las infraestructuras para las actividades. «En su mayoría, los funiculares gastan electricidad generada por la fuerza hidráulica, por lo que no son un factor importante», destaca Bandi. Por otro lado, las empresas de hospedaje tratan de reducir las emisiones de CO2 de diversas maneras o incluso intentan transformar sus alojamientos en edificios energéticamente autónomos, por ejemplo mediante la instalación de sistemas solares en los tejados, y cada vez más hoteles apuestan por la comida vegetariana o vegana.
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“Equilibrar el crecimiento y la sostenibilidad es el desafío del siglo del sector turístico»
Para Bandi, un buen ejemplo son los albergues juveniles en Suiza, que, pese al crecimiento en los últimos veinte años, han conseguido reducir a la mitad las emisiones de CO2 durante el mismo período gracias a construcciones favorables al medio ambiente o a la reducción de la oferta de productos cárnicos. No obstante, este tipo de alojamientos tiene la ventaja de que, tradicionalmente, los grupos de visitantes no suelen venir de lejos.
Más sostenibilidad gracias a proyectos regionales
Incluso algunas regiones turísticas han lanzado proyectos para reducir sus huellas de carbono. El fondo climático Myclimate DavosEnlace externo se basa, por ejemplo, en contribuciones voluntarias de la clientela que las empresas de hospedaje duplican con propias aportaciones para financiar, de este modo, proyectos climáticos locales, como el saneamiento de edificios o la instalación de placas solares.
El objetivo consiste en reducir las emisiones de CO2 de la respectiva región sin la necesidad de cumplir requisitos legales específicos. Un destino turístico que ha declarado su voluntad de convertirse en el lugar turístico alpino más sostenible es Arosa. Para este fin se puso en marcha la estrategia Arosa 2030Enlace externo que pretende conciliar el crecimiento con la sostenibilidad.
Para Bandi, es justamente eso lo que resulta más difícil. «Es posible establecer algunas buenas ofertas para reducir la huella de carbono. Pero los efectos del crecimiento, generados por la ampliación de la oferta, destruyen las reducciones», advierte.
El objetivo de cero emisiones netas de carbono hasta 2050, establecido por la Confederación, también se extiende al turismo. Las mayores dificultades tendrán que afrontar las estaciones de esquí, opina Monika Bandi. «Es cierto que los funiculares pueden ser neutros en carbono», pero el balance energético de las máquinas pisanieves es pésimo, porque, si bien pueden conducirse con tracción eléctrica en las pistas de esquí de fondo, siempre van a necesitar un motor de combustión para poder aplanar las pistas en las laderas, recalca. «Al final, la relación del turismo con la sostenibilidad es intrincada».
– Se alargan o incluso de fusionan las temporadas: en Arosa o Lenzerheide, por ejemplo, se puede practicar en el mes de noviembre, simultáneamente, el esquí, el ciclismo y el senderismoEnlace externo.
– Se amplían las estaciones de esquí: mientras en numerosos lugares ya no son transitables los descensos al valle, los destinos dedicados a los deportes de invierno se centran en explotar las cotas más altas. Zermatt, por ejemplo, prevé diseminar nieve artificial en los alrededores del glaciar de Teódulo y del Pequeño Cervino, además de construir un nuevo restaurante en el Pequeño Cervino; a 3.800 metros sobre el nivel del mar se apuesta por la nieve en invierno y un ambiente fresco en verano.
– Andermatt, Sedrun y Disentis se han fusionado en una estación de esquí conectada para ofrecer más pistas en cotas altas y una mayor garantía de nieve; además, Andermatt apuesta por el turismo durante todo el añoEnlace externo gracias a campos de golf, una sala de conciertos y restaurantes exclusivos. – Durante los últimos años, por la escasez de nieve la estación de esquí de Sörenberg ha reintroducido una tarifa plana para sus billetes de esquí, porque la venta anticipada con un sistema tarifario flexible no funcionaba debido a la falta de garantía para nevadas suficientes. Y en 2024, se inauguró en la cumbre de Rothorn en Brienz un nuevo restaurante, que se comercializa bajo el nombre de “Cima de la biosfera”.
Editado por Balz Rigendinger. Adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela / CW.

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