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Comunistas checos y eslovacos se asoman al poder 30 años después de su caída

Unos activistas de la Revolución de Terciopelo apoyan el nombramiento de Vaclav Havel como presidente de Checoslovaquia el 17 de noviembre de 1989 en Praga afp_tickers

Tres décadas después de las masivas protestas que pusieron fin al régimen comunista, los checos y los eslovacos han vuelto a salir a las calles, hartos de la corrupción reinante y de los políticos cuya carrera comenzó en aquella época.

En 1989, la Revolución de Terciopelo -protestas sin precedentes y una masiva huelga general- derrocó en Checoslovaquia al régimen totalitario, tutelado por la Unión Soviética, que imperaba desde hacía cuatro décadas.

Checoslovaquia era miembro del Pacto de Varsovia que se desmoronó aquel año con el colapso del comunismo en Alemania Oriental, Polonia, Hungría, Bulgaria y Rumanía, poniendo fin a la Guerra Fría.

Pero los comunistas no desaparecieron completamente de la política y ahora se han unido a los populistas en un intento de recuperar el poder en los dos Estados que surgieron de la división de Checoslovaquia: la República Checa y Eslovaquia.

“El legado comunista todavía sobrevive en Eslovaquia y la corrupción es un gran problema”, dice el actor Milan Knazko, que fue uno de los líderes más populares de la Revolución de Terciopelo.

“Mentiras, corrupción, hipocresía, intimidación, acoso a la gente: estos son los métodos del comunismo habituales aquí”, dice a la AFP.

“Todavía no hemos aceptado la libertad, el orden, la democracia y los derechos humanos”, dice a la AFP el jubilado checo Kamil Miroslav Cerny, miembro de un grupo opositor en 1989.

– Asesinatos, corrupción –

El primer ministro checo, el populista Andrej Babis, de pasado comunista, aparece en los archivos policiales de los 80 como un agente secreto, lo que el millonario rechaza de plano.

Su gobierno de coalición solo puede sobrevivir en el Parlamento gracias al apoyo informal del Partido Comunista, que en las legislativas de 2017 obtuvo su peor resultado electoral desde 1990, quedando por primera vez por debajo del 10%, pero controla 15 de los 200 escaños de la cámara baja.

Babis también hace frente a un rosario de acusaciones de corrupción y conflictos de interés por su holding Agrofert, que tiene negocios en el sector agrícola, los medios de comunicación y los químicos.

Cerca de 250.000 personas se congregaron en junio pasado en el centro de Praga para pedir la renuncia de Babis, en la mayor manifestación registrada desde la Revolución de Terciopelo.

Sus organizadores, el movimiento del Millón de Momentos por la Democracia, están planeando otra protesta el 16 de noviembre para conmemorar la Revolución de Terciopelo.

“Daremos un ultimatum a Andrej Babis: o resuelve su conflicto de intereses o renuncia como primer ministro”, dijo esta semana el responsable de la organización Mikulas Minar, que blande la amenaza de convocar manifestaciones si Babis no hace nada.

Con raíces políticas en el Partido Comunista, Robert Fico, líder de los socialdemócratas populistas del Smer-Sd en Eslovaquia, mueve los hilos de la política pese a no estar en el gobierno.

Tuvo que abandonar el cargo de primer ministro a principios de 2018 a raíz del asesinato del periodista de investigación Jan Kuciak, cuyo trabajo destapó los vínculos de algunos funcionarios de su administración con la mafia italiana.

El asesinato del periodista generó las mayores protestas en Eslovaquia desde la Revolución de Terciopelo.

Varios funcionarios tuvieron que abandonar sus puestos después de que salieran a la luz sus vínculos con el turbio empresario Marian Kocner, acusado de encargar el asesinato.

– ‘La democracia en peligro’ –

El 17 de noviembre de 1989, la policía comunista reprimió brutalmente una marcha pacífica de estudiantes en el centro de Praga, desencadenando el imparable tránsito a la democracia conocido como la Revolución de Terciopelo.

Los eslovacos se tomaron las calles dos días más tarde. Cientos de miles de personas salieron a las calles de Praga y Bratislava durante días.

Los comunistas se fueron eclipsando y el escritor disidente Vaclav Havel se convirtió en presidente de Checoslovaquia, llevando al país a elecciones democráticas en 1990.

Después de la separación en 1993, la República Checa y Eslovaquia se adhirieron a la OTAN y a la Unión Europea.

Emergieron nuevos políticos y partidos políticos pero los electores fueron perdiendo la pacienca con ellos, debido, en buena parte, a la corrupción generalizada. Entonces empezaron a tornarse hacia políticos con raíces comunistas.

“La tolerancia con la cooperación con el viejo régimen, inaceptable en políticos de alto nivel en el pasado, ha aumentado considerablemente”, dice Tomas Lebeda, analista político de la Universidad de Palacky, en la ciudad checa de Olomouc.

“La sociedad es demasiado indulgente y tolerante con entidades que pueden poner en peligro el proceso democrático”, advierte.

– ‘Fuertes personalidades’ –

Babis -quinta fortuna checa, según Forbes- escapó a las acusaciones de negocios turbios y su pasado comunista para entrar en el gobierno como ministro de Finanzas en 2013, con un mensaje contra la corrupción.

Su movimiento ANO (Sí) fue la segunda fuerza en la elección de 2013 y ganó en 2017.

Desde entonces, lidera las encuestas con una aceptación del 30% pese a las alegaciones de corrupción que le persiguen.

Fico fue primer ministro en 2006-2010 y 2012-2018.

Las encuestas sugieren que su partido Smer-SD, que lidera el gobierno de coalición del primer ministro Peter Pellegrini, encabeza las intenciones de voto en las próximas elecciones de febrero.

“Las personalidades fuertes son los ganadoras, independientemente de su pasado”, dice el analista checo Jan Kubacek a la AFP.

“Las nuevas caras (de la oposición anticomunista) simplemente fracasaron tras la revolución y la gente ha empezado a buscar alternativas”, agregó.

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