Mô Bleeker, de la ONU: «Todo lo que hemos construido está siendo cuestionado»
En Gaza, Sudán y Myanmar se están cometiendo crímenes atroces con total impunidad. Para Mô Bleeker, la asesora especial del secretario general de la ONU sobre la Responsabilidad de Proteger, la tarea nunca ha sido ni tan urgente ni tan difícil.
«Aunque sea muy difícil, hay que seguir adelante. Vivimos un momento muy crítico».
Mô Bleeker, asesora especial del secretario general de la ONU sobre la Responsabilidad de Proteger, sentada junto al lago Neuchâtel, cerca de su casa en Suiza, reflexiona sobre un punto de inflexión en la gobernanza mundial que supuso un «cambio normativo muy importante» destinado a construir un mundo menos marcado por los conflictos y la crueldad.
Hace veinte años, todos los jefes de Estado y de Gobierno de las Naciones Unidas respaldaron la Responsabilidad de Proteger. El compromiso redefinió la soberanía, que antes se entendía sobre todo como un derecho de no injerencia, como un deber de proteger a las poblaciones y prevenir los crímenes atroces. Entre esas atrocidades se incluyen el genocidio, los crímenes de guerra, la limpieza étnica y los crímenes contra la humanidad.
Ese principio es en la actualidad el núcleo de su trabajo. En marzo de 2024 Mô Bleeker fue nombrada asesora especial del secretario general de las Naciones Unidas sobre la Responsabilidad de Proteger. Su función consiste en asesorar al secretario general António Guterres sobre cuándo dar la voz de alarma sobre situaciones en las que se producen o pueden producirse crímenes atroces.
«El principio de la Responsabilidad de Proteger marca una línea roja a partir de la cual estos crímenes no deben volver a ocurrir, y es responsabilidad de los Estados prevenirlos, detenerlos si se están produciendo y proteger a la población que pueda verse afectada», afirma Bleeker.
Falta de aplicación
En virtud de este principio, cada Estado miembro de las Naciones Unidas tiene la responsabilidad de proteger a su propia población. Cuando los Estados no están dispuestos o no pueden hacerlo, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tiene la responsabilidad de responder y garantizar la protección. Aunque el principio es claro, su aplicación sigue siendo problemática.
«Lo que vemos, lamentablemente, es una falta de aplicación y una falta de voluntad política», indica Bleeker que añade que ese reto no es exclusivo de la Responsabilidad de Proteger. La misma brecha entre el compromiso y la acción se observa en otros ámbitos en los que la comunidad internacional ha hecho promesas, como los derechos humanos, el derecho internacional humanitario y el cambio climático.
Bleeker menciona Gaza, Ucrania, Sudán y Myanmar como claros ejemplos del fracaso mundial a la hora de detener guerras marcadas por crímenes atroces o acusaciones creíbles de los mismos.
Después de que Israel, como respuesta a los ataques y secuestros de Hamás, lanzara una ofensiva militar, en Gaza —desde el 7 de octubre de 2023— han fallecido más de 67.000 personas, según el Ministerio de Salud que dirige Hamás. Hay informes de muertes relacionadas con la malnutrición, ya que Israel ha cortado la ayuda, mientras gran parte de las infraestructuras civiles han sido destruidas.
Desde que Rusia, en febrero de 2022, comenzó su invasión a gran escala, decenas de miles de personas civiles han sido asesinadas en UcraniaEnlace externo. La guerra se ha caracterizado por ataques indiscriminados contra civiles, torturas, violencia sexual y la deportación de niños y niñas, lo que constituye un ejemplo más del fracaso de la comunidad internacional a la hora de cumplir con su responsabilidad de proteger.
Desde que en abril de 2023 SudánEnlace externo se sumió en una guerra civil han muerto más de 150.000 personas y unos 12 millones se han visto desplazadas. La población civil ha sufrido matanzas masivas, limpieza étnica, violencia sexual, torturas y hambrunas deliberadas, mientras las fuerzas rivales libran la guerra con impunidad y el acceso humanitario sigue bloqueado.
Tras la represión militar de 2017, que la ONU ha calificado de limpieza étnica, en torno a un millón de personas de la etnia rohingya de MyanmarEnlace externo permanecen refugiadas en campamentos en Bangladés. Después del golpe militar del 1 de febrero de 2021, Myanmar se ha sumido en la violencia y la inestabilidad.
Bleeker apunta que el fracaso a la hora de detener esta larga lista de atrocidades refleja las divisiones tan profundas que hay dentro del propio sistema internacional. Y señala la falta de consenso en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde los cinco miembros permanentes —Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido— tienen derecho de veto.
«Sería maravilloso que en el Consejo de Seguridad de la ONU hubiera consenso, especialmente cuando hay riesgo de crímenes atroces o cuando se están cometiendo [atrocidades], pero actualmente no es así», comenta.
En septiembre, por ejemplo, Estados Unidos utilizó su derecho de veto por sexta vezEnlace externo para bloquear una resolución del Consejo de Seguridad sobre Gaza, que pedía un alto el fuego inmediato y permanente y liberar a todos los rehenes. Rusia ha vetadoEnlace externo las resoluciones del Consejo de Seguridad que condenan su guerra y sus actividades militares en Ucrania, mientras que China ha utilizado su vetoEnlace externo para bloquear una condena de la ONU al golpe militar en Myanmar.
Divisiones geopolíticas y una doble vara de medir
Cuando se le pregunta por qué no ha actuado la comunidad internacional en Gaza o Sudán, habla de una acumulación de factores, entre los que destaca la profunda división geopolítica que paraliza la acción colectiva.
«Lo que también estamos viendo es una dinámica muy negativa, que cada vez empuja más hacia violaciones del derecho internacional humanitario, abusos de los derechos humanos y que se cometan crímenes atroces con total impunidad. Ahora nos enfrentamos a un momento en el que se pone en tela de juicio todo lo que hemos construido durante esas décadas», dice.
Las Naciones Unidas surgieron después de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de establecer una paz duradera. Se creó un sistema de derecho internacional para garantizar el fin de los crímenes atroces y la agresión estatal. 80 años después, sin embargo, el auge del extremismo y el retorno de los conflictos abiertos suponen una amenaza existencial para este sistema multilateral y para la propia ONU.
Las potencias occidentales han impuesto a Rusia sucesivas sanciones por su guerra en Ucrania, pero poco se ha hecho para detener la devastación en Gaza o Sudán. ¿Refleja esto, en su opinión, un problema de doble vara de medir?
«Sí, existe una doble vara de medir, y eso es un problema grave. Las Naciones Unidas son una maquinaria enorme creada por los Estados. Los Estados toman decisiones en la Asamblea General sobre políticas, presupuestos, etc.», responde.
«Los Estados suelen ser más sensibles al sufrimiento en una situación que en otra, o a sus intereses nacionales, por así decirlo. Yo diría que es un problema muy normal. Pero en la escala actual, y dada la gravedad de las consecuencias, es insoportable», añade.
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En cuanto a quién es responsable de la situación actual, Bleeker afirma que no solo son los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
Otros actores —incluidos los Estados vecinos, las potencias regionales y los intereses privados que alimentan o permiten el conflicto— también desempeñan su papel.
«Algunos saboteadores son más activos que otros, por supuesto, pero todos los Estados deben asumir su responsabilidad. Así pues podría llamarse a rendir cuentas a quienes apoyan a los actores armados en Sudán, por ejemplo, y se les podría decir: lo que ustedes hacen es ilegal», reconoce.
Con un terrible coste para la población civil, desde abril de 2023, se prolonga la brutal guerra civil de SudánEnlace externo. Al parecer, también están implicados actores externos, como los Emiratos Árabes Unidos, a los que el Gobierno sudanés acusa de apoyar a las Fuerzas paramilitares de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) y de realizar en Sudán ataques con drones.
A finales de octubre y tras un asedio de 18 meses, las RSF tomaron la ciudad de El Fasher, en el este del país. Desde entonces, se ha acusado a esta fuerza paramilitar de matar en ataques por motivos étnicos a cientos de civiles desarmados.
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Según la Organización Mundial de la Salud, más de 460 pacientes y sus familias murieron en un único ataque a un hospital el 28 de octubre. Ese mismo mes, el hospital materno de la ciudad fue atacado cinco veces.
Cuando se le pregunta por la situación actual en Gaza, Bleeker menciona los informes de dos relatores especiales de la ONU y el último informe de la Comisión de Investigación de la ONU sobre el territorio palestino ocupado, incluida Jerusalén Oriental e IsraelEnlace externo, que concluyó que se está cometiendo un genocidio.
En el marco de la Responsabilidad de Proteger, Israel tiene la obligación principal de salvaguardar a las personas civiles en las zonas bajo su control efectivo, mientras que la comunidad internacional tiene el deber de actuar cuando esa protección falla.
«En cuanto a los crímenes de guerra, hay suficientes informes que los incluyen. Sobre la limpieza étnica, hemos tenido anuncios al respecto, al igual que en el caso de los crímenes contra la humanidad. Desde la perspectiva de la Responsabilidad de Proteger, diría que todos los factores de riesgo están ahí».
Reaccionar solo cuando ya ha prendido el fuego
Bleeker considera que uno de los principales obstáculos para prevenir el genocidio y otros crímenes atroces es un malentendido básico sobre lo que realmente significa prevenir. Como parte de su mandato, Bleeker trabaja para promover que se creen sistemas de alerta temprana a nivel nacional, regional e internacional, y para fortalecer los que ya existen.
«El problema es que existe la cultura de reaccionar solo cuando ya ha prendido el fuego», afirma. «Pero este es precisamente el momento en el que la polarización alcanza su punto álgido, cuando las partes están totalmente involucradas en la guerra y la violencia. Cuando la casa está ardiendo, no es realista pensar que la comunidad internacional pueda tomar fácilmente la decisión de detenerlo de forma respetuosa, amable y amistosa. Pero tener mucho antes una cultura y una política de prevención permanente lo cambiaría todo».
Según Bleeker, todos los países pueden reforzar sus propios sistemas de alerta temprana —ya sea en guerra, en transición o en paz— como parte de lo que ella denomina «prevención permanente». «Creo que deberíamos hacer mucho más hincapié en comprender lo que significa en tiempos normales», afirma. Al identificar los riesgos de forma temprana y actuar antes de que las tensiones se intensifiquen, los Estados pueden crear leyes y mecanismos que ayuden a prevenir la violencia futura y a proteger a sus poblaciones, sostiene.
Poner en práctica esa visión, sin embargo, no es nada fácil. La pequeña oficina de Bleeker funciona con personal limitado y para financiar sus proyectos depende de contribuciones voluntarias. El cargo de asesora especial no conlleva ningún salario y los recursos suelen repartirse entre crisis que compiten entre sí. Ella, no obstante, saca fuerzas de un propósito claro.
«Es medianoche en el siglo, no apaguen las luces que aún están encendidas», dice. «Una de esas luces es nuestra voluntad y capacidad para proteger, analizar y tomar decisiones tempranas que se alinien con lo que declaramos cuando dijimos que tenemos una Organización de las Naciones Unidas».
Puede acceder a la entrevista completa [en inglés], que originalmente se publicó en justiceinfo.netEnlace externo.
Editado por Virginie Mangin/Dominique Soguel. Adaptado del inglés por Lupe Calvo. Revisado por Carla Wolff.
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