Min Aung Hlaing, el impetuoso y sanguinario general golpista birmano
Noel Caballero
Bangkok, 1 feb (EFE).- De carácter reservado y autoritario, Min Aung Hlaing, el general birmano que lideró el supuesto genocidio contra la minoría rohinyá, se ha mostrado igual de sanguinario y despiadado contra la oposición al golpe de Estado que le aupó al poder hace justo un año.
Siguen siendo un misterio los motivos que llevaron al jefe del Ejército birmano, de 65 años, a ordenar, meses antes de pasar a la reserva, el sublevamiento que acabó con la frágil democracia de Birmania. Un decisión temeraria que para muchos podría haber estado provocada por su rivalidad personal con la venerada y depuesta líder electa Aung San Suu Kyi.
Ferviente budista, este militar de tamaño muy menudo y de rostro indescifrable ha tratado de rodearse de bozos que apoyan al régimen militar y acudir a numerosas ceremonias religiosas con el objetivo de mostrar su lado más afable, mientras en las calles las autoridades reprimen con violencia extrema cualquier atisbo de oposición.
Desde que tomara el poder, más de 1.500 personas han muerto por la brutal opresión de las fuerzas de seguridad contra la disidencia, según los datos de la onegé birmana Asociación para la Asistencia de los Presos Políticos, que contabiliza en más de 11.800 los detenidos por el régimen.
Durante sus largos sermones públicos, el general insiste en defender el prominente papel del Ejército, que gobernó el país con puño de hierro entre 1962 y 2011 mediante sucesivas dictaduras castrenses, en la defensa de una democracia disciplinada y culpar al gobierno depuesto de Aung San Suu Kyi de amañar las elecciones.
Min Aung Hlaing, quien es repudiado por algunos de los mandatarios del Sudeste Asiático y ha devuelto al país al aislamiento internacional, se ha comprometido a celebrar comicios generales cuando el país alcance “la estabilidad, la paz y la calma”, de la que aún está muy lejos.
UNA CARRERA LABRADA A LA SOMBRA
El ambicioso Min Aung Hlaing se ha labrado una fulgurante carrera dentro del cuerpo castrense donde entró con tan solo 18 años y ascendió a la sombra del poderoso jefe de la anterior junta militar, entre 1992 y 2011, Than Shwe.
Su legado militar incluye negociaciones de alto el fuego con algunas guerrillas de las minorías étnicas y despiadadas campañas militares en las que sus tropas han sido acusadas de asesinato de civiles, violaciones y otros abusos.
Than Shwe aupó a su protegido para sucederle como jefe de las Fuerzas Armadas en marzo 2011, a pesar de que había otros militares más veteranos.
El joven líder se adaptó bien en su cargo durante los primeros años de la transición hacia una “democracia disciplinada” en la que el Ejército controlaba el 25 % de los escaños del Parlamento, así como los importantes Ministerios de Defensa, Interior y Fronteras.
La influencia del poderoso general amedrentó hasta a la derrocada líder birmana y nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, quien no dudaba en aparecer en actos militares con sus antiguos captores y mantener un equilibrio para gobernar sin molestar a los uniformados.
LIMPIEZA ÉTNICA
Min Aung Hlaing, un acérrimo nacionalista, proclamó públicamente que los rohinyá no son una minoría étnica del país sino inmigrantes de Bangladesh, y justificaba que se les negara la ciudadanía y otros derechos.
En 2017, tras el ataque de un grupo guerrillero rohinyá, el Ejército lanzó una campaña contra esta minoría en el estado Rakáin (oeste), por la que Birmania fue acusada de presunto genocidio ante la Corte Penal Internacional de La Haya.
La ONU estima que durante esta campaña “de limpieza étnica con marcas de genocidio”, que terminó con más de 740.000 rohinyás huyendo a la vecina Bangladés, fueron asesinadas al menos 10.000 personas.
Suu Kyi llegó al punto de encabezar la defensa del Ejército en el tribunal, lo que hundió su reputación internacional, aunque no en su país, donde sigue siendo idolatrada.
Min Aung Hlaing no ha pagado a Suu Kyi con la misma moneda, al arrebatarle el poder y enviarla a prisión por una serie de variopintos delitos. EFE
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