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20 años de la sala permanente para toxicómanos

El centro de recepción para toxicómanos en Berna. Keystone

En 1986 se abrió en Berna el primer centro en el mundo donde los tóxicodependientes pueden inyectarse bajo condiciones higiénicas. Un concepto que contribuyó a suavizar la escena de la drogadicción en las calles de las ciudades suizas.

‘Salud en vez de marginación’ fue el principio de esta medida. El objetivo era preciso: reducir los daños en la salud de los dependientes, uno de los cuatro pilares de la política sobre drogas de Suiza.

La calle Münstergasse vio nacer la primera sala de recepción para toxicómanos en 1986, que ahora se ha trasladado a la Hodlerstrasse, donde se encuentra el servicio de coordinación y atención de la Red Contact de Berna.

El procedimiento para ingresar al centro es similar al que se aplica en un banco o en una oficina de correos: Quien quiera inyectarse allí debe traer consigo la droga, tomar un boleto en la recepción y esperar que su número de turno aparezca en la pantalla electrónica.

Luego de haberse aplicado la sustancia, cada uno debe dejar limpio el sitio ocupado. Después, uno de los 14 colaboradores que trabajan en el centro se encargará de desinfectar el lugar. “Cabe destacar la gran responsabilidad de los consumidores”, advierte Ines Bürge, coordinadora del centro.

Nicho jurídico

El lugar tiene un aspecto limpio y luminoso, y el mobiliario ofrece una cierta comodidad. La parte central es la cafetería, en donde los usuarios pueden comprar bebidas, aperitivos y comida a buen precio.

“A veces casi tenemos que rogar a las personas dependientes de la cocaína que coman”, comenta Ferdinand Meyer, quien trabaja en el café.

La sala permanente para drogadictos es administrada por la Red Contact, gracias al apoyo del cantón, la ciudad, las oficinas comunales y las iglesias de la ciudad.

Este establecimiento pudo devenir una institución, pese al gran escepticismo que hace 20 años giraba en torno al concepto. “Un profesor de Derecho concluyó que el consumo de drogas era legal, en caso de que se realizara bajo vigilancia”, recuerda Bürge.

Hoy día, este tipo de salas forma parte de las medidas de la política suiza para disminuir los daños de la adicción a las drogas: Actualmente existen ocho centros de recepción como éste en todo el país.

El riesgo de infección del virus del sida o de hepatitis se ha reducido significativamente, gracias a la aplicación de un sistema de cambio de jeringas desechables. También los usuarios pueden adquirir allí todos los utensilios necesarios para inyectarse (agua destilada, agujas, etc.) y condones.

Adicción aceptada

Una consejería en temas de salud y una visita médica semanal también permite al toxicómano protegerse de descuidos en su persona que pueden llevarle a problemas físicos, psicológicos o al abandono.

Justamente las imágenes de los drogadictos en áreas públicas de Zúrich y de Berna condujeron al consenso de que la escena de la toxicomanía no podía resolverse sólo a través de la represión policial, sino que también se requería un sitio de acogida para los dependientes.

“Nuestro objetivo principal no es la abstinencia, nuestro trabajo está orientado en la aceptación”, subraya Ines Bürge. La restricción de daños pertenece a uno de los cuatro pilares de la política suiza en materia de drogas, que tiene por objetivo acompañar a la gente en su fase de adicción para evitarle en lo posible perjuicios graves.

Carril de la represión

En 1992, el gobierno suizo promulgó el decreto sobre la distribución controlada de heroína, en el marco de su programa de ayuda para la sobrevivencia de los toxicodependientes graves.

Y en 1994, el Consejo Federal estableció la política de cuatro pilares, avalada cinco años después por el voto ciudadano. Además de la represión y la sobrevivencia, los otros dos puntos básicos son la prevención y la terapia.

Pese a esa nueva concepción, durante algún tiempo imperó la represión policial en la ciudad de Berna. En todas partes donde los toxicómanos aparecían, la policía hacía lo propio para perseguirles de callejón en callejón.

Este trabajo policial de nunca acabar no logró terminar con la presencia de los toxicómanos en los sitios públicos, según indica Ines Bürge, quien advierte que incluso impidió el acceso de los drogadictos a la oferta terapéutica entonces existente.

“A principios de la década de los años 90 se produjo una pequeña guerra entre la represión y la ayuda para la sobrevivencia”, recuerda Bürge, quien en 1993 comenzó su labor de asistente social en el centro de recepción para toxicómanos.

Cooperación

Pero todo esto pertenece casi por completo al pasado, para beneficio de los implicados directos. “El diálogo prevalece y actualmente tenemos una muy buena colaboración”, elogia la coordinadora del centro bernés.

En el caso de que la policía busque una determinada persona, informa primero al equipo, sin entrar simple y llanamente al lugar. “Entonces hablamos con la persona concernida y después salimos juntos de la sala.”

Otro ejemplo de este diálogo: Actualmente, en la formación de los policías se incluye una visita al centro de la Hodlerstrasse.

Bürge se reúne entre una y dos veces al mes con la dirección de Krokus, la unidad encargada de la problemática de la drogadicción en Berna. También atribuye una importancia significativa a los encuentros anuales de los equipos completos tanto del centro de recepción para toxicómanos como de Krokus.

“Tan sólo conocer las obligaciones de los otros ha servido de mucho”, agrega Bürge.

Se requiere de la solidaridad entre ciudades

Pero esta nueva cooperación no ayuda mucho cuando otras ciudades no siguen el mismo hilo conductor en su política. Es el caso de Thun, donde la policía quiere proscribir la escena de la toxicomanía sin haber establecido un centro de recepción como el de la capital suiza. “Esto ha provocado que lleguen a Berna entre 30 y 40 personas más”, dice Ines Bürge.

Las consecuencias ya se han hecho notar: El establecimiento de la Hodlerstrasse recibe a más toxicómanos de lo que su capacidad permite. Y debido a que los drogadictos deben esperar más tiempo a que llegue su turno, rondan por los alrededores dañando considerablemente la vida pública.

De cualquier modo, la ciudad y el cantón de Berna han reaccionado con rapidez: A partir de noviembre, la capacidad del centro será incrementada de 16 a 21 espacios individuales para los toxicómanos, gracias a la llegada de un contenedor anexo.

Ines Bürge y su equipo no son los únicos que esperan con ansiedad que las autoridades de la vecina ciudad de Thun den pasos concretos para la apertura de un servicio de atención a toxicómanos.

swissinfo, Renat Künzi
(Traducido del alemán por P. Islas)

En Suiza, el consumo y la posesión de drogas suaves o duras son penados por ley.

No obstante, no se castiga al drogadicto si consume la sustancia prohibida bajo vigilancia, como es el caso en estos centros de recepción.

La política helvética sobre drogas se basa en cuatro pilares: prevención, terapia, reducción de riesgos y represión.

Su aplicación es competencia de los cantones.

Los ejemplos de Berna y Thun demuestran que incluso ciudades en un mismo cantón pueden tener políticas al respecto distintas.

Las autoridades federales se concentran en coordinar, fomentar, innovar y desarrollar esa política sobre drogas.

El principio de los establecimientos para toxicómanos es ‘Salud en vez de marginación’.

El objetivo es reducir el riesgo de infecciones de sida o hepatitis, además de proporcionar a los drogadictos un establecimiento que cubra sus necesidades sociales y de sanidad.

En Suiza existen ocho centros para drogadictos, mientras que la apertura de otros dos se analiza actualmente en la región francófona de Suiza.

Esta política liberal helvética provoca controversia a escala internacional y es frecuentemente criticada por la Organización de Naciones Unidas (ONU).

En el mundo entero existen alrededor de 60 centros para toxicómanos que han tenido origen sobre la base del modelo suizo.

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