Reloj biológico y alimentación de los recién nacidos

Los bebés viven durante los primeros meses de vida desconectados de su reloj biológico, y mientras más tiempo permanezcan así, mejor será para su desarrollo postnatal, según el profesor Ueli Schibler, del Instituto de Biología Molecular de la Universidad de Ginebra.
De este tema se habló en el marco del Simposio sobre Pediatría, organizado con ocasión de la celebración de los 125 años de la Facultad de Medicina de la Universidad de Ginebra, que está teniendo lugar del 11 de septiembre al 3 de diciembre de este año.
El hambre los despierta
El hecho de que los bebés carezcan del reloj biológico al nacer hace que, durante los primeros meses de vida, se despierten a cualquiera hora de la noche para reclamar su leche. Las madres lo saben y esperan pacientemente a que sus hijos se acostumbren rápidamente a los horarios y coman a sus horas.
Es decir, las madres esperan resignadamente que sus bebés activen lo más rápidamente posible el reloj biológico: ese complicado mecanismo que regula el ritmo de la vida humana. La creencia general es que, mientras más rápido esté normalizado el ciclo, mejor será para el niño, pues pronto dejarán atrás el periodo más vulnerable de sus vidas, pero no es así, explica el profesor Schibler.
«En realidad, es mejor para el sueño de los padres, que no serán despertados a cada rato durante la noche», señala el pedíatra a swissinfo. «Lo que sucede es que los recién nacidos se alimentan de leche materna, un alimento que se digiere muy rápidamente y el bebé al sentir esa carencia en la noche, buscará satisfacer el hambre las veces que sea necesario».
También es sabido que, en esa etapa del desarrollo natal, mientras más se alimente el bebé, más rápidamente progresará en sus actividades psicomotoras. «Ahora bien, si funcionara su ritmo biológico comería a sus horas y, por ende, comería menos, lo que se traduciría en un desarrollo postnatal más lento», añade el experto.
El reloj biológico
Desde 1729 se sabe que el organismo humano está regulado por el ritmo de la luz solar, un ciclo establecido entre 24 y 25 horas para el hombre. Los científicos hablan del reloj circadiano (del latín ‘circa diem ‘: cerca de un día). Este reloj se sitúa en el hipotálamo y está conectado con el nervio óptico.
Durante mucho tiempo, se pensó que este mecanismo era el único que sincronizaba el ritmo humano. Pero, según el doctor Schibler, el asunto resulta más complicado, pues se ha logrado establecer la existencia de una serie de relojes independientes que sincronizan diferentes órganos del cuerpo humano.
Así se logró identificar los mecanismos reguladores del corazón, de los riñones y del hígado, que funcionan con sus relojes propios, pero siempre sujetos al ritmo del ‘circa diem’. Se trata de relojes periféricos. Cada uno de esos mecanismos obedece igualmente a los imperativos de la luz solar, funcionando en un ciclo entre 24 y 25 horas.
Importancia de los relojes periféricos
El profesor Schibler destacó en el Simposio que fue en la Universidad de Ginebra donde se descubrió, en 1998, que algunos de estos relojes no dependen directamente del hipotálamo y del nervio óptico, sino de los relojes periféricos.
Estos resultados permiten ahora a los pediatras intervenir en los relojes periféricos de los niños, una vez que se han puesto en marcha sus propios sistemas sincronizadores. Es decir, se ha logrado alargar los ritmos de las comidas o del sueño, y favorecer así su desarrollo sin carencias alimenticias.
El profesor Schibler precisa que estas intervenciones son posibles únicamente después de que el reloj biológico de los recién nacidos comienza a funcionar. La capacidad de los científicos de intervenir sobre los relojes periféricos del organismo humano tiene una importancia capital, no sólo para el desarrollo del niño, sino también para el progreso de la medicina en general.
En el caso de los bebés recién nacidos, la mayoría de los expertos que se pronunciaron en el Simposio considera que es preferible dejarlos lo más tiempo posible desconectados de su reloj biológico, aunque los padres no puedan cerrar un ojo durante la noche, pues todo va en beneficio del desarrollo de la propia criatura.
Alberto Dufey, Ginebra

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