Cineastas debutantes juegan un rol estelar en el Festival de Cine de Locarno
El Festival de Cine de Locarno confirmó este año su larga tradición como un sólido escaparate para los nuevos talentos internacionales: la mayoría de los premios principales fueron concedidos a mujeres jóvenes. Lituania acaparó los reflectores y el cine suizo maravilló a la crítica.
En 2018, Locarno fue el primer festival de cine suizo que firmó un compromiso de igualdad de género y diversidad en su programación. Sin embargo, pese a las buenas intenciones expresadas, las estadísticas del festival desafían este compromiso, pues solo el 27,4% de los largometrajes y el 35% de las películas seleccionadas han sido dirigidas por mujeres.
La obtención de premios, en contrapartida, ha desafiado la ley de probabilidades. Akiplėša (Tóxico), el primer largometraje de la directora lituana Saulė Bliuvaitė, ganó el Pardo d’Oro (Leopardo de Oro). Por su parte, el Premio Especial del Jurado fue concedido a la cineasta austriaca de origen jordano Kurdwin Ayub, directora de la obra Mond (Luna), el segundo largometraje de su carrera.
Otro cineasta joven, el lituano Laurynas Bareiša, obtuvo el premio al mejor director gracias a Seses (Ahogarse en seco), también por su segundo largometraje.
El Leopardo de Oro resultó una auténtica sorpresa, al menos para la prensa especializada. En una encuesta realizada previamente por Pardo -el diario del festival- entre los críticos internacionales de cine presentes en Locarno, incluido el corresponsal de esta publicación, solo una de las 17 voces participantes apostó por Akiplėša.
De hecho, la selección de obras para la principal competición del festival de este año ha sido una de las más desafiantes de las últimas ediciones ya que entre la comunidad cineasta participante había muchas nuevas figuras, se carecía de favoritos y hacían falta nombres consagrados, con excepción del británico Ben Rivers (director de Bogancloch) y el coreano Hong Sangsoo (By the Stream), que son ampliamente valorados por su cine independiente y que gozan de un gran prestigio en los círculos cinéfilos.
Pero aun cuando faltaron grandes figuras, la llegada de rostros nuevos y frescos fue recibida con un gran beneplácito por el mundo cinematográfico, especialmente al tratarse de artistas que han elegido oponerse a la actual tendencia observada en múltiples festivales de hacer un cine para complacer a las multitudes.
Suiza lo hizo muy bien
La edición 2024 del Festival de Cine de Locarno fue notable para Suiza. Estuvo representada en la competición internacional por Der Spatz im Kamin (El gorrión en la chimenea), de los gemelos Silvan (productor) y Ramon Zürcher. Una historia que aborda un drama familiar que es el cierre de una trilogía que inició con el primer largometraje, Das merkwürdige Kätzchen (El gato raro, 2013), seguida por el filme Das Mädchen und die Spinne” (La niña y la araña, 2021).
Paradójicamente, mientras la comunidad de crítica cinematográfica suiza entrevistada por SWI swissinfo.ch se mostró notablemente molesta con esta película, muchos otros especialistas extranjeros de China, Alemania, Turquía o Reino Unido expresaron juicios mucho más generosos en torno a esta obra. Un contraste que posiblemente es un reflejo de cómo se ven los suizos a sí mismos en el espejo del cine.
La película de los hermanos Zürcher se estrenará en los cines helvéticos en septiembre y tal vez se observará entonces con una mayor precisión el efecto que tendrá en el público nacional.
En otra competencia en Locarno, Cineasti del Presente (Cineasta del presente), en la que se presentan solo los primeros o segundos largometrajes de directores, Denise Fernandes, se llevó el premio a la mejor directora cinematográfica emergente con su ópera prima Hamami. Nacida en Lisboa de padres caboverdianos, pero criada en Suiza en la región de Locarno, Fernandes cursó sus estudios de cine en Lugano y después en Cuba, y empezó a llamar la atención de la comunidad experta en cine con sus cortometrajes Bread without jam (Pan sin mermelada, 2012) y Idyllium (Idilio, 2013).
Curiosamente, la vida y la trayectoria profesional de Fernandes son muy semejantes a las de otro joven cineasta que también enamoró al público en ediciones previas del Festival de Cine de Locarno, pero que en esta ocasión estuvo ausente. Hijo de inmigrantes portugueses, Basil da Cunha nació en Suiza, en la ciudad francófona de Morges, y ha filmado dos largometrajes y varios cortometrajes sobre la comunidad caboverdiana de la Reboleira, el principal barrio marginal de Lisboa.
Una naciente promesa
Tanto Da Cunha como Fernandes son un botón de muestra del enorme potencial del cine suizo gracias a una nueva generación de artistas de origen inmigrante. Un tema que conduce a otra de las obras estelares presentadas este año por Suiza en Locarno: The Miraculous Transformation of the Working Class into Foreigners (La milagrosa transformación de la clase obrera en extranjeros), un documental del cineasta zuriqués Samir.
Hijo de padre iraquí y madre suiza, Samir, de 69 años, es un nombre ampliamente reconocido y consolidado en la escena cinematográfica suiza. Su carrera y películas ahondan en los temas de la migración, la diáspora, la lealtad y la identidad.
Con su nuevo documental, Samir profundiza en su propia experiencia como “ciudadano extranjero” y arroja luz sobre la compleja situación que vive en Suiza la comunidad italiana Gastarbeitern desde la posguerra hasta su eventual aceptación como seres humanos por parte del sistema, lo que ha tomado varias décadas en Suiza.
Todas las entradas para la proyección de este documental se agotaron. La prensa local del cantón italohablante del Tesino y los medios de comunicación italianos fueron generosos en elegios hacia el documental. Llama la atención, no obstante, que para la prensa germanohablante la película apenas parece existir.
Considerando que hasta la fecha es un tabú la sombría realidad de la inmigración italiana (particularmente en la zona germanoparlante de Suiza), esto no resultaría sorprendente. Y como sucedió con la reacción local al filme Sparrow in the Chimney, posiblemente es un reflejo de cómo se percibe la audiencia suiza a sí misma y a su historia en el espejo del cine.
La denuncia, en todas las bocas
Entre una proyección y otra, un total de 12 instituciones culturales suizas eligieron a Locarno como el sitio para denunciar la reciente decisión tomada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de reducir casi a la mitad los cursos destinados al desarrollo y producción de proyectos artísticos, en los que se incluyen obras cinematográficas que proceden del Sur y del Este del planeta.
Las 12 organizaciones que se verán directamente afectadas por los recortes incluyen al Zurich Theater Spektakel, el evento internacional de artes escénicas más prestigioso de Suiza; a las plataformas de fomento cultural artlink y Visions Sud Est, y al programa Open Doors (Puertas abiertas) del propio Festival de Cine de Locarno.
Durante casi 20 años, Open Doors ha sido un catalizador para los cineastas y productores de Asia, África, América Latina y Europa del Este que les permite conectar con sus homólogos de una Europa más acaudalada, abriéndoles las puertas a nuevas alternativas de financiación, desarrollo y conocimientos técnicos.
Uno de los invitados estrella del festival de este año fue el cineasta mexicano Alfonso Cuarón (Gravity, Roma y Harry Potter), ganador de cinco premios Óscar, quien exhortó públicamente al Consejo Federal a reconsiderar el recorte de fondos culturales que asigna a la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE).
Entrevistado por la cadena de televisión suiza SRF, Cuarón aseguró que los recursos canalizados a la producción cinematográfica a través de organizaciones como Visions Sud Est son vitales para el desarrollo de la carrera de muchos jóvenes cineastas.
En la presentación de su película Shambhala, que fue disfrutada por alrededor de 8.000 espectadores en una pantalla al aire libre colocada en la Piazza Grande de Locarno, el director nepalí Min Bahadur Bham ofreció un emotivo discurso en el que expresó su rechazo a los recortes, recordando a la audiencia y también a los representantes de la COSUDE ahí presentes que sin la existencia de esos fondos, su película jamás habría visto la luz.
Editado por Mark Livingston y adaptado del inglés por Andrea Ornelas y Patricia Islas
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