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Los mitos suizos se desmoronan en el Festival de Cine de Zúrich

Mad Heidi
Dulce y a la vez feroz: Mad Heidi madheidi.com

La 18ª edición del Festival de Cine de Zúrich (ZFF) ha ofrecido un rico abanico de enfoques poco convencionales de la historia de Suiza: desde una revalorización del pintor nacional Albert Anker hasta una Heidi cazadora de fascistas.

Cabras, leche y paseos en el entorno de los Alpes suizos: así es Heidi, ¿verdad? Pues no si se ha acudido a la edición de este año del Festival de Cine de ZúrichEnlace externo, que ha presentado una versión de la alegre niña montañesa no apta para menores, reconvertida en una rebelde antifascista en la esperada película de “swissploitation” Mad Heidi. Pero eso es solo la punta del iceberg del ZFF, que ha presentado una serie de películas suizas que abordan arraigados mitos nacionales.

En Suiza no faltan esos relatos: 1291, el casi mítico año de fundación del país, es una ficción nacida de la conveniencia política. La neutralidad suiza se remonta a menudo a la batalla de Marignano de 1515, la más innoble derrota militar de la antigua Confederación Helvética. Sin embargo, los debates en torno al legado del “colonialismo sin colonias” suizo siguen dividiendo a los historiadores y a la clase política del país.

Y luego está la Segunda Guerra Mundial, durante la cual Suiza se mantuvo neutral y de la que salió prácticamente indemne, debido en parte a las concesiones a las potencias fascistas del Eje, como la expulsión de los refugiados judíos en la frontera. Como dice el cineasta Laurent Nègre: “El cuerpo se salvó, pero el alma quedó herida para siempre por los compromisos contraídos entre 1933 y 1945”.

Valorar un mito patriótico

La última película de Nègre, el drama A Forgotten Man (‘Un hombre olvidado’), se ha estrenado en Zúrich. Inspirada en la obra de Thomas Hürlimann Der Gesandte (‘El enviado’), la película cuenta la historia ficticia de Hans Frölicher, que fue embajador de Suiza en Alemania de 1938 a 1945.

Al regresar a Berna a los pocos días de terminar la guerra, el enviado, que responde al nombre de Heinrich Zwygart en la película, se encuentra en una situación delicada. Con la adhesión de Suiza a la nueva realidad geopolítica, las estrategias de apaciguamiento de Zwygart en tiempos de guerra y su admiración personal por Hitler dejan de ser ventajas en su intento de ascender en la escala política.

Estilísticamente, A Forgotten Man hace uso de los accesorios dramáticos del cine histórico -fotografía pulida en blanco y negro, valores de producción impecables, gritos ostentosamente actuados-. No obstante, hay una buena cantidad de subversión que se esconde en los pliegues del guión de Nègre.

La película es muy contundente en su evaluación de la conducta de Suiza durante la Segunda Guerra Mundial. Se burla del mito patriótico de que el aguerrido ejército del país fue suficiente para disuadir a los tanques alemanes, sugiriendo que Suiza habría estado tan dispuesta a aceptar una victoria nazi como a acoger la de los aliados.

Sin embargo, Nègre señala también que la intención de A Forgotten Man no es “juzgar el pasado desde la comodidad de una posición supuestamente omnisciente”, sino enfrentarse a este tenso momento histórico y comprender el auténtico dilema en el corazón de la política suiza de la Segunda Guerra Mundial.

Swissploitation

Esa incómoda proximidad a la Alemania nazi es también el punto en el que ‘Mad Heidi’ coincide con el debate crítico del festival sobre los mitos suizos.

Anunciada por primera vez en 2017, y ahora, tras una impresionante campaña de crowdfunding, finalmente lista para ver la luz, la película de acción y aventura de los directores Johannes Hartmann y Sandro Klopfstein se autodenomina “la primera película de Swissploitation” y ha salido con fuerzas con sus flamantes armas subversivas. [El término “swissploitation” es una variante del término “blaxploitation”, que hace referencia al movimiento cinematográfico que tuvo lugar en la década de 1970 en Estados Unidos en el que se explotaban e invertían los estereotipos de la población negra].

‘Mad Heidi’, que acaba de ganar el premio del público en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Bruselas, convierte al emblemático personaje de la Suiza rural en una feroz heroína de acción que se enfrenta a la dictadura fascista de un despiadado magnate del queso.

La película, que llega a las salas de cine suizas el 24 de noviembre, no es ciertamente una sátira política aguda, pero señala una renovada disposición del cine popular suizo a repensar y replantear los iconos nacionales popularizados y ciertas ideas históricas, como el cuento de hadas de la heroica república alpina donde el fascismo nunca pudo arraigar. De hecho, se podría ver incluso como una actualización populista del cine histórico con conciencia política que tuvo su apogeo en los años 70 y 80.

Comprender al “pintor nacional”

Más allá del papel de Suiza en la Segunda Guerra Mundial, el Festival de Cine de Zúrich también se enfrenta a la nostalgia conservadora que suele asociarse a la Suiza de finales del siglo XIX.

Por ejemplo, el documental de Heinz Bütler Albert Anker – Malstunden bei Raffael (‘Lecciones de pintura con Rafael’). Hoy en día, Anker, a menudo llamado el “pintor nacional” de Suiza, es quizás más conocido por sus decorosas vistas de la vida tradicional de los pueblos suizos, y por ser la figura artística que ha despertado el interés del político de derechas Christoph Blocher, principal coleccionista de la obra del pintor. Anker se ha convertido, en definitiva, en un símbolo del sueño reaccionario de un retorno a un pasado idílico imaginado.

Pero Bütler, cuya película nunca menciona a Blocher, parece querer salvar a Anker de la apropiación política de la que ha sido presa, cuestionando si es incluso justo culpar al artista del conservadurismo patriarcal con el que se suelen asociar sus obras.

Christoph Blocher con dos cuadros de Albert Anker
El exconsejero federal Christoph Blocher describe el cuadro de Anker Veillard et deux enfants (‘Viejo y dos niños’, izquierda) durante una exposición de su colección en la Fundación Pierre Gianadda en 2019. Keystone / Valentin Flauraud

La película, que se estrena en los cines suizos el 15 de diciembre, refleja las entrevistas con personas de disciplinas dispares, como la historiadora del arte Nina Zimmer, directora del Museo de Bellas Artes de Berna (Kunstmuseum Bern), y el difunto músico Endo Anaconda, que reaccionan ante los cuadros de Anker y los recuerdos que encuentran en su estudio conservado. Al final, construye un retrato lleno de matices, mostrando no a un reaccionario sino a un curioso ciudadano del mundo algo desilusionado.

En palabras de Bütler, el documental “desempolva la imagen tradicional de Anker”, enmarcando al pintor como un artista con una afinidad única por los papeles que desempeñaban las mujeres y los niños en su época, mientras que un nuevo examen de su robusto realismo propone un improbable parentesco con los impresionistas más radicales.

El estudio de Anker
El caballete de Anker se encuentra en su antiguo estudio en la casa de Albert Anker en el pueblo de Ins, cantón de Berna. Keystone / Peter Klaunzer

La lujuria femenina en un pasado represivo

Pero el ZFF también ha presentado una especie de refutación a esa visión comparativamente positiva del arte de Anker: Foudre (‘Trueno’), de Carmen Jaquier, que se estrenará en los cines suizos a principios de 2023.

Al igual que Bütler, Jaquier hace gala de un agudo sentido de la historia como conjunto de narraciones: ambientada en un pueblo de montaña en torno a 1900, Foudre comienza con una serie de impresiones fotográficas y artísticas de la vida rural suiza de principios de siglo, antes de pasar a una toma de una mujer que adopta una pose pictórica y que revela que, en realidad, ha sido esposada a una mesa.

Desde el principio, está claro que se trata de una película interesada en descubrir y desromantizar la misoginia de múltiples capas incrustada en el estilo de vida tradicional que Anker y sus contemporáneos ayudaron a consagrar como parte de la identidad nacional suiza a finales del siglo XIX.

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La vida en la aldea es el lugar desde donde Anker y sus compañeros veían la piedad cristiana, la humildad y la castidad. Jaquier, en cambio, subraya la opresión de ese supuesto idilio, y le da su propio giro: en la trama de Foudre, Elisabeth, de 17 años, regresa de un convento tras la misteriosa muerte de su hermana, y da cabida a la sensualidad femenina y a la libertad sexual en un pasado supuestamente reprimido.

En conjunto, estas películas ofrecen una reelaboración dinámica de la historia suiza que no solo se centra en las tomas subversivas del pasado del país, sino que también aborda el propio proceso a través del cual surgen las supuestas certezas históricas y las narrativas nacionales.

Editado por David Eugster

Adaptado del inglés por Carla Wolff

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