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De Rumanía a París, y ahora en Ámsterdam: el viaje de la escultura de Brancusi

Imane Rachidi

Ámsterdam, 21 sep (EFE).- El escultor rumano Constantin Brancusi, que rompió con la tradición académica para buscar «la esencia» de las cosas, protagoniza desde este fin de semana una exposición en el H’Art de Ámsterdam que repasa sus grandes temas -retratos, animales, pedestales, movimiento y luz- con piezas como cabezas dormidas, besos tallados en piedra y columnas infinitas.

La retrospectivo, titulada «Brancusi, El nacimiento de la escultura moderna», llega al museo H’Art con una treintena de esculturas maestras, junto a pedestales diseñados por el propio artista, un cuadro raro, una veintena de fotografías y once películas, obras que ilustran la revolución estética con la que el escultor dio un nuevo lenguaje a la escultura.

El recorrido está organizado en torno a ejes temáticos: la búsqueda de la esencia, la reinvención del retrato, la representación de animales, la relación con la arquitectura, la ambigüedad entre lo femenino y lo masculino, el juego con la luz y el movimiento, y la repetición en series.

Musa dormida, un icono en Ámsterdam

La estrella de la muestra es Musa durmiente (1910), una de sus piezas más célebres, llegada desde el Centre Pompidou de París. En lugar de un busto clásico, Brancusi talló una cabeza reclinada sobre una mejilla, con los rasgos reducidos al mínimo y lo que queda es un óvalo pulido que sugiere quietud y misterio.

A su lado se presentan obras igualmente icónicas como El gallo (1935), de superficies bruñidas que vibran con la luz; La columna sin fin (1928), un módulo repetido; y El beso (ca. 1910), serie a la que Brancusi regresó durante décadas para explorar la fusión total de dos cuerpos en un bloque compacto.

«Abandonó muy pronto la tradición académica y la influencia de Rodin para inventar un nuevo idioma escultórico», explica el H’Art. Brancusi prefería tallar directamente la piedra o la madera y pulir durante meses hasta que la superficie brillara como un espejo, mientras que el reflejo de la luz sobre el bronce o el mármol formaba parte de la obra.

Su ruptura con la escultura tradicional le costó más de un disgusto. En 1920, Princesa X fue rechazada en el Salón de los Independientes de París por su ambigüedad formal, a medio camino entre lo femenino y lo masculino. Y en 1927, cuando llevó su Pájaro en el espacio a Nueva York, la aduana lo quiso gravar como «objeto industrial», pero Brancusi llevó el caso a los tribunales y lo ganó, sentando un precedente para el reconocimiento del arte moderno en Estados Unidos.

El taller como obra total

La exposición de Ámsterdam también revive el famoso taller del artista en la Impasse Ronsin de París, al que él mismo dio forma como si fuera otra de sus creaciones.

En ese espacio, Brancusi fotografiaba sus obras, tocaba discos de su colección personal y recibía visitas de coleccionistas, artistas y amigos como Marcel Duchamp, Fernand Léger o Amadeo Modigliani.

Una proyección documental en el H’Art muestra la historia del estudio, y fragmentos musicales de su fonoteca ayudan a los visitantes a sumergirse en el ambiente íntimo de ese lugar que se convirtió en destino de peregrinaje para amantes del arte.

La biografía de Brancusi está llena de anécdotas que explican su carácter visionario. Nacido en Hobita, un pequeño pueblo rumano, se marchó en 1904 rumbo a París: lo hizo a pie, recorriendo Europa con lo mínimo a cuestas hasta llegar a la capital francesa el día de la Bastilla. Allí estudió en la École des Beaux-Arts, trabajó brevemente en el taller de Rodin y pronto empezó a tallar directamente en piedra, sin modelos intermedios.

Su vida estuvo marcada por amistades influyentes, amores fugaces como el de la joven estadounidense Eileen Lane, a la que retrató de memoria, y proyectos monumentales, como el conjunto escultórico de Târgu Jiu en su Rumanía natal, formado por La mesa del silencio, La puerta del beso y una Columna sin fin, de casi 30 metros.

Los préstamos proceden del Centre Pompidou de París, que custodia el taller original que el artista legó al Estado francés en 1957, aunque estas piezas rara vez abandonan su sede debido a su fragilidad.

El H’ART, conocido hasta 2023 como Hermitage, adoptó su nuevo nombre tras romper vínculos con Rusia a raíz de la invasión de Ucrania, y la exposición sobre Brancusi, abierta hasta el 18 de enero, forma parte de las nuevas alianzas a largo plazo con pinacotecas extranjeras, en este caso con el Centre Pompidou. EFE

ir/amg

(foto)

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