“Suiza se ha convertido en un blanco fácil y vulnerable”
La economía suiza ha demostrado una notable capacidad de resistencia a la desindustrialización en las últimas décadas. Pero la adquisición de las actividades de Alstom en Argovia por General Electric puede traducirse en 1 300 despidos y atiza los temores de que desaparezcan los centros de producción en Suiza. Stéphane Garelli, especialista en competitividad internacional del IMD de Lausana, no oculta su preocupación.
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Periodista y jefe adjunto de la redacción que agrupa los tres idiomas nacionales de swissinfo.ch (alemán, francés e italiano). Anteriormente trabajó en Teletexto y rts.ch.
Los trabajadores suizos de Alstom, la clase política y otros protagonistas de la industria helvética recibieron como un verdadero golpe en la nuca el anuncio hecho por General Electric (GE) hace unos días. Solo dos meses después de retomar la división de energía del grupo francés Alstom, el grupo estadounidense ha revelado su intención de despedir a 1 300 de los 5 500 empleados que tiene en Suiza.
Con ello, los trabajadores suizos serán los más afectados con la nueva estrategia de GE, ya que serán víctimas de 20% de los despidos previstos en Europa, región en donde Alstom tiene 35.000 trabajadores. Pero Argovia se inquieta también por el “efecto dominó” que podría avecinarse, Alstom subcontrata servicios a otras compañías locales que generan a su vez 5.500 empleos que también podrían estar en riesgo.
6 500 empleos han desaparecido
Desde que el 15 de enero del 2015 el Banco Nacional Suizo (BNS) decidió abandonar el tipo de cambio mínimo entre el franco suizo y el euro, se han desaparecido 6 500 puestos de trabajo en Suiza, según la web rtsinfo.chEnlace externo. Otros 30 000 empleados se han visto afectados por alguna decisión derivada de la nueva política cambiaria: reducciones salariales, desempleo parcial o extensión de la jornada laboral.
swissinfo.ch: ¿Por qué Suiza se ve especialmente afectada por la adquisición de las actividades de Alstom en Europa por General Electric?
Stéphane Garelli: En Francia, General Electric firmó un acuerdo con el Gobierno en el momento de la adquisición de Alstom, en el que se comprometió a preservar los centros de producción y los empleos. El grupo estadounidense se ha visto obligado a analizar las posibilidades de reorganización que tiene en el resto de Europa. Y por desgracia, debemos admitir que Suiza se ha convertido en un blanco fácil y vulnerable.
Los costos de producción en Suiza son elevados y tras la decisión del Banco Nacional Suizo el año pasado de eliminar el tipo de cambio mínimo frente al euro el franco se ha apreciado. Para un grupo internacional como General Electric, que maneja sus cuentas en dólares, conservar centros de producción en Suiza en este contexto es muy difícil de justificar.
swissinfo.ch: ¿El espectro de una desindustrialización, de la que tanto han hablado los sindicatos y las organizaciones patronales, es algo que, personalmente, le preocupa?
S.G.: Suiza es uno de los pocos países occidentales que ha logrado conservar una sólida base industrial. La contribución de la industria al Producto Interior Bruto (PIB) ronda el 20% debido, sobre todo gracias al sector relojero. A título comparativo diré que, en los últimos veinte años, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o Japón han perdido alrededor del 20% de sus industrias y ramas completas de actividades productivas.
Hoy, la industria suiza se enfrenta a un panorama muy complejo. Hay empresas que abandonan el país, como General Electric, pero también otras que no vendrán a instalarse. Cabe señalar que, actualmente, trabajar para un instituto de promoción económica en Suiza es un arduo trabajo.
Suiza enfrentará además otros efectos menos visibles, pero igual de perniciosos. Numerosas empresas helvéticas están abandonado a sus proveedores locales para aprovisionarse en el extranjero. Este fenómeno dañará el tejido industrial del país.
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swissinfo.ch: Las estadísticas oficiales muestran que se perdieron 31 360 empleos en la actividad industrial entre 2008 y 2015 en Suiza. En el mismo lapso se crearon 261 700 puestos en el sector terciario (salud, social, educativo, etcétera). ¿No es un fenómeno normal, e incluso deseable, para naciones industriales muy desarrolladas como Suiza?
S.G.: Esta evolución se observa, en efecto, en todos los países occidentales. Pero es lamentable que se pierdan empleos en la industria para crearlos en otras áreas. Sin la primera, los servicios se vuelven vulnerables. Una buena parte de las patentes están vinculadas a la actividad industrial que es, a su vez, la única capaz de lanzar nuevos productos. Por otra parte, un empleado del sector industrial no puede reciclarse y convertirse de inmediato en banquero o asegurador.
swissinfo.ch: Entonces, desde su perspectiva es un error desatender el sector industrial…
S.G.: La industria no solo es una enorme potencia para generar riqueza, sino también una fuente de innovación, avances científicos y tecnológicos. Todos nuestros estudios evidencian que es vital para la prosperidad de un país y en el caso de Suiza es clave para garantizar la prosperidad. Para seguir innovando y generando valor añadido es fundamental conservar lazos estrechos con la industria.
swissinfo.ch: Los sindicatos critican la falta de estrategia industrial por parte de la Confederación Helvética y la pasividad del ministro de Economía, Johann Schneider-Ammann. ¿Cuál es su opinión?
S.G.: Podría decirse que Suiza ha sido víctima de su éxito. Es el único país, junto con Alemania, que ha resistido bien la desindustrialización europea. Durante mucho tiempo, las autoridades pensaron que no era necesario conducir una política activa en este ámbito, pero el año pasado se aceleró el deterioro de las condiciones generales y llegó el momento de preguntarse sin tabúes: ¿Estamos ofreciendo un entorno que permite a la industria desarrollarse en Suiza? Algunos responsables políticos afirman sin cesar que las empresas suizas tienen una gran resistencia y que lograrán adaptarse. Pero nosotros creemos que han llegado a su límite.
La industria helvética
Del año 1960 a la fecha, la aportación del sector manufacturero suizo al PIB nacional se ha reducido del 40 al 20%. Los empleos en la industria cayeron del 50% al 22%. Pese a ello y comprado con otras economías avanzadas, Suiza ha conseguido preservar su tejido industrial, concentrándose en la producción de bienes de nicho de muy alta calidad, sobre todo en sectores como la maquinaria, los instrumentos de precisión, la relojería o los productos farmacéuticos.
swissinfo.ch ¿Qué debe hacerse ahora? ¿Hay que reintroducir un tipo de cambio mínimo entre el franco suizo y el euro?
S.G.: Eso sería una bocanada de aire puro para las empresas exportadoras, pero el Banco Nacional Suizo (BNS) ya no cuenta con la credibilidad necesaria para poner en marcha nuevamente una política de este tipo. Nadie lo tomaría en serio. Por ello, la estrategia del tipo de cambio mínimo ‘disfrazado’, que consiste en estabilizar el euro en alrededor de 1,10 francos suizos, es posiblemente la mejor solución. Sin expresarlo oficialmente, el BNS está intentando estabilizar el franco frente a otras divisas, particularmente frente al dólar. Una decisión inteligente que está permitiendo evitar nuevos ‘shocks’ de envergadura para la industria. Lo más juicioso sería revisar la política actual con el fin de atraer empresas extranjeras a Suiza. Debemos ser conscientes de que cada vez será más difícil atraer nuevas firmas.
swissinfo.ch: Suiza perdió dos puestos en el Índice de Competitividad Mundial 2015 que establecer el IMD, para situarse en cuarto lugar. ¿Debemos temer que la caída continúe en vista de las inquietudes que usted manifiesta?
S.G.: Es muy difícil hacer pronósticos, ya que todo depende del avance y del retroceso de otras naciones. Pero hay que reconocer que en los últimos años vivimos en una especie de nube. Todos nuestros números eran positivos y el mundo nos miraba con admiración. Pero las cosas han cambiado. Ahora se percibe una auténtica preocupación por parte de las empresas, que son un buen indicador de lo que sucede con la economía en su conjunto. Este año, la rentabilidad de los corporativos caerá. La consecuencia será presiones sobre los salarios y menos ingresos para el Estado. Solamente dentro de unos meses el PIB comenzará a reflejar las dificultades que observamos en la actualidad.
swissinfo.ch: ¿Qué pasará con el empleo? S.G.: La tasa de paro es relativamente baja en Suiza. Y una empresa que tiene dificultades solo recortará empleos como estrategia de último recurso, pues teme no volver a encontrar al personal adecuado cuando los negocios vuelvan a funcionar. La realidad hoy es que muchas compañías no tienen otra opción, tendrán que despedir colaboradores si el entorno no mejora.
Camino a la desindustrialización
En la práctica es difícil establecer la diferencia entre un empleo del sector secundario y otro del sector terciario. “El problema reside en que muchas empresas trabajan en ambos sectores, pero para efectos estadísticos, solo cuenta la actividad principal de cada compañía”, afirmaba Christian Busch, economista de la Secretaría de Estado de Economía (Seco) en un artículoEnlace externo publicado en 2012 en la revista ‘La Vie économique’.
“El sector industrial es el protagonista de una suerte de ‘desindustrialización interna’, en el sentido de que sus actividades se inclinan cada vez más a los servicios”, prosigue Busch. Un hecho que se observa particularmente en sectores como el relojero, donde la comercialización está ligada también a servicios como la comercialización, la comunicación o la informática.
Traducción del francés: Andrea Ornelas
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Un año después: el coste del franco fuerte
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El 15 de enero de 2015, a las 10h29, con un euro se podían adquirir bienes y servicios por el equivalente a 1,20 francos suizos. A las 10h30, todo cambió: el Banco Nacional Suizo anunciaba la súbita eliminación del tipo de cambio mínimo entre las dos divisas. Unos minutos más tarde, un euro valía solo 85 centavos de franco.
Durante el resto del año, el tipo de cambio del euro osciló entre los 1,05 y 1,08 francos, lo que supuso el encarecimiento en un 10% de todos los productos suizos consumidos por los europeos y también tuvo un claro impacto para los turistas europeos que recibía Suiza.
Un año después, empresas y economistas hacen un balance económico y político del costo que ha tenido la controvertida decisión del Banco Nacional Suizo (BNS).
A la luz de las primeras cifras del cierre de 2015, los resultados lucen desalentadores. Se perdieron 6 000 empleos cada mes y el gobierno se vio obligado a corregir su expectativa de crecimiento económico del 2,1 al 0,8%. En el ámbito turístico, entre mayo y octubre, se redujo en 142 000 el número de pernoctaciones en los hoteles suizos, al tiempo que la insolvencia de las empresas creció un 7%.
El panorama se complicó todavía más cuando a la decisión de eliminar el tipo de cambio mínimo, el BNS sumó otra más: llevar las tasas de interés a terrenos negativos, lo que generó presiones sobre el sistema de pensiones y sobre los bancos, que tuvieron serios problemas para colocar sus instrumentos entre su clientela.
Este cóctel llevó a algunas empresas suizas a deslocalizar sus procesos de producción a países menos costosos. Otras, en tanto, se enfrentaron a la necesidad de reducir efectivos, bajar temporalmente los salarios, o ampliar la jornada laboral a 44 horas semanales –con el mismo sueldo– para seguir siendo competitivas.
No todos los recortes de empleo o deslocalizaciones se deben a la fortaleza del franco. Tampoco ayudó la caída de la demanda en la zona euro, que desde hace décadas es el principal mercado para los productos suizos.
“Jordan, el destructor”
“Los datos de los que disponemos ahora indican un claro estancamiento económico en 2015, pero cuando se conozcan más estadísticas al cierre del año pasado, quizás confirmemos que Suiza ya está en una recesión técnica”, explica a swissinfo.ch Janwillem Acket, economista del banco Julius Baer.
“De hecho, algunos observadores afirman que sectores como la venta al detalle, el turismo o las industrias eléctrica y de maquinaria han entrado en un proceso recesivo en los meses previos”, agrega.
El 2016 tampoco será un buen año, según Acket: “Nadie espera una mejora en el tipo de cambio franco-euro este año, y la única esperanza para la industria suiza es que la demanda de la zona euro se recupere”.
Este panorama sombrío ha llevado a que los grupos de cabildeo de la iniciativa privada y las propias empresas dirijan un dedo flamígero hacia el BNS.
En diciembre, en su publicación ‘Work’, el sindicato Unia se refirió al gobernador del banco central, Thomas Jordan, como “Jordan el destructor”, porque le considera responsable de haber erosionado por completo la industria helvética.
El artículo de Unia también destaca que, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Suiza se enfrenta a que, por primera vez en la historia, su tasa de paro (4,9%) superó a la alemana (4,5%) durante el tercer trimestre de 2015.
Algunos economistas intentan atemperar la virulencia de estas críticas contra el BNS con el argumento de que el instituto central perdió todo margen de maniobra cuando el Banco Central Europeo (BCE) anunció (enero de 2015) que inyectaría miles de millones de euros a la economía. Esto obligó al banco central helvético a poner en marcha una estrategia de defensa coherente con la dualidad que registraba el mercado internacional: Mientras el BCE desplegaba una política monetaria expansiva, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) actuaba de forma totalmente opuesta. En defensa de su posición, el BNS ha reiterado que seguir la línea del BCE y poner en marcha la máquina de imprimir billetes, solo habría llevado su hoja de balance a niveles inmanejables.
Credibilidad intacta
El periódico ‘Tages-Anzeiger’ apoya sin condiciones al BNS. Más aún, nombró a Thomas Jordan como el “Suizo del Año”, celebrando el coraje que tuvo el banquero de eliminar el tipo de cambio mínimo.
Sin embargo, el BNS sigue siendo objeto de una gran presión política. La Unión Democrática de Centro (UDC, derecha conservadora) respalda la política del banco central. Los partidos de izquierda, en cambio, le recriminan los empleos que se han perdido y que seguirán desapareciendo a medio plazo, debido a que la mano de obra helvética se ha vuelto demasiado cara.
Y los problemas del BNS no terminan ahí. Este 2016 será objeto de un referéndum que acrecienta las presiones que se ciernen sobre el banco central. Tras rechazar en 2014 una iniciativa que habría obligado al banco central a aumentar sus reservas de oro, este año los suizos tendrán que decidir si el BNS se convierte en el único emisor de dinero en el país.
Esto es, el instituto central es el único responsable de imprimir billetes y de acuñar monedas en Suiza, pero no emite el ‘dinero electrónico’ que utilizan los bancos. El grupo que impulsa la iniciativa asegura que los bancos ‘crean’ dinero cuando extienden una línea de crédito, lo que genera inestabilidad y riesgos para el sistema financiero, ya que en sus arcas solo respaldan un pequeño porcentaje del monto que están otorgando, lo que ha sido génesis de múltiples quiebras bancarias internacionales.
El BNS no se ha pronunciado formalmente a este respecto, pero Thomas Jordan dejó entrever en diciembre que aprobar esta iniciativa sería un experimento riesgoso.
De regreso a la controversia cambiaria, pese a las voces que tiene en contra, la credibilidad del BNS parece haberse mantenido intacta en los mercados internacionales.
Acket reconoce que le sorprende que el tipo de cambio euro-franco suizo hay permanecido relativamente estable, en 1,08 francos por divisa europea, desde el verano pasado. Es señal de que los mercados toman en cuenta las advertencias del BNS, en el sentido de que intervendrá para evitar la apreciación del franco.
“Si esta tasa cambiaria se mantiene estable, las empresas tendrán oportunidad de ajustar su estructura de costos”, estima el especialista de Julius Baer. “Después de dinamitar el dique en el momento del aluvión, ahora parece que el BNS quiere ganar tiempo para que la economía suiza pueda adaptarse al nuevo entorno cambiario”.
Fortaleza del franco
El franco suizo es un valor refugio que atrae a los inversores internaciones en periodos de volatilidad. Fue el papel que desempeñó en 2009, cuando la crisis financiera global provocó el desplome de muchas inversiones y generó una gran inestabilidad en la economía mundial.
En 2011, la apreciación del franco frente a otras divisas –especialmente el euro y el dólar– junto con las condiciones económicas adversas en la eurozona–, llevó el valor de la moneda suiza prácticamente a la paridad con el euro. Ante el temor de que este desequilibrio se tradujera en deflación, el BNS puso en marcha la máquina de imprimir billetes para ampliar la oferta de francos en el mercado y reducir las presiones alcistas sobre la divisa suiza.
Asimismo, introdujo una política de tipo de cambio mínimo de 1,20 francos suizos por euro, al tiempo que dejó claro que imprimiría tanto dinero como fuera necesario para garantizar este tipo de cambio.
Durante los tres años y medio posteriores, esta política funcionó, pero a un costo muy alto: el BNS tuvo que desembolsar más de 500 000 millones de francos para sostener su palabra (monto equivalente al 70% de la riqueza que genera Suiza cada año).
A finales de 2014, el Banco Central Europea (BCE) volvió a poner a Suiza en jaque con una política monetaria expansiva, al anunciar que estaba dispuesto a inundar con euros la economía de la zona euro para apuntalar sus economías en crisis.
El 15 de enero de 2015, el BNS no tuvo otra alternativa que aceptar su derrota y poner fin a la política cambiaria.
Una semana después de su anuncio, el BCE puso en circulación un billón de euros (1,09 billones de francos) como parte de su estrategia de flexibilización monetaria, una decisión que habría puesto a Suiza contra la pared en caso de no haber eliminado el tipo de cambio mínimo, ya que le habría exigido imprimir miles de millones de francos, llevando sus reservas internacionales a niveles totalmente insostenibles.
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