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Los “niños de los armarios” exigen reparación

Familia con maletas en andén de trenes
Los hijos de los trabajadores temporeros no eran bienvenidos en Suiza. Keystone / Str

Durante muchos años, miles de hijos de trabajadores temporeros residentes en Suiza no pudieron vivir con sus padres o lo hicieron de forma ilegal. Una historia de dolor que marcó a muchas familias. Ahora, una asociación pide a las autoridades federales una reparación pública. 

“Esta no es una historia de la Edad Media en un lugar remoto, sino que se vivió en Suiza, la patria de la Cruz Roja. Constituyó un atentado a la integridad de la familia, contra el cual nadie en su momento alzó la voz”, enfatiza Egidio Stigliano, vicepresidente de la Asociación Tesoro. Esta asociación fue presentada oficialmente el 1 de octubre en Zúrich y reivindica que las autoridades suizas les pidan disculpas, así como una indemnización –aun simbólica–, para las víctimas que sufrieron las consecuencias del estatuto de trabajador temporal.

¿A qué se refiere exactamente? El trabajo temporal existió siempre en la historia. En un determinado periodo, también en Suiza rigió un estatuto laboral específico. Enmarcado en la Ley Federal relativa a la residencia y el domicilio de los extranjeros de 1931, este estatuto formaba “parte de una política migratoria global destinada a garantizar la flexibilidad necesaria para satisfacer las necesidades de la economía y, al mismo tiempo, combatir el exceso de la población extranjera”, escribe el Diccionario Histórico SuizoEnlace externo.

De hecho, la economía suiza aprovechó ampliamente ese estatuto, el cual, por ejemplo, le permitió absorber las consecuencias del shock petrolero de los años 70. En esa coyuntura, la crisis fue “exportada” en cierta forma al disminuirse significativamente este tipo de contratos laborales, como se puede observar en el siguiente gráfico.

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Hijos indocumentados

¿En qué consistía, concretamente, este tipo de permiso de trabajo limitado en el tiempo? Un trabajador temporero podía residir como máximo nueve meses por año en Suiza. Tenía derecho a prestaciones reducidas en materia de seguro social y no estaba autorizado a cambiar de empleo durante su afectación. Es decir, venía para “trabajar durante la temporada”, en particular en el sector hotelero o de la construcción y no podía venir acompañado por su familia. En el caso que ambos cónyuges contaran con un permiso temporal debían dejar a sus hijos en el país de origen.

Aunque con el tiempo se dieron algunas mejoras (por ejemplo, en 1964 Italia consiguió que, tras cinco temporadas consecutivas, los permisos temporales se transformaran en autorizaciones anuales que daban derecho a la reagrupación familiar), esta situación se mantuvo hasta 2002, cuando se suprimió el estatuto de temporero con la introducción de la libre circulación de personas entre Suiza y la Unión Europea.

Si bien la economía suiza se benefició con este tipo de permiso de residencia, estas restricciones dejaron una dolorosa impronta en numerosas familias.

Muchos tuvieron que separarse de sus hijos durante largos meses. Otros, optaron por traerlos ilegalmente a Suiza. Se trató de niños y niñas que tuvieron que permanecer escondidos para evitar ser descubiertos y, muy posiblemente, deportados por las autoridades.

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Un tren que parte, un niño que se queda

Una historia que vivió en carne propia Egidio Stigliano, neuropedagogo de 61 años que trabaja actualmente en una clínica del cantón de San Gall. 

Los padres de Egidio partieron de la Basilicata en 1963, cuando él tenía apenas tres años. El día de la partida, lo llevaron a la casa de la abuela, en plena región rural, desde donde saludó al tren que circulaba muy cerca. En ese momento, no tenía consciencia que en ese mismo tren partían sus padres hacia Suiza.

Hoy, con su voz llena de emoción, imagina el sufrimiento de aquella joven madre y aquel padre que dejaron a su hijo sin saber cuándo volverían a verlo.

Cuando Egidio tenía siete años su abuela murió de un derrame cerebral. Fue entonces que sus padres decidieron desafiar la ley y llevarlo a Suiza. Ni bien llegaron a Altstätten, en el cantón de San Gall, las indicaciones fueron claras: “Me dijeron: tienes que quedarte adentro todo el día y si quieres salir, tienes que hacerlo por detrás y jugar escondido, en el bosque”.

“El bosque se convirtió, en cierte forma, en mi propia casa. Pasaba allí, solo, días enteros. En cuanto escuchaba una sirena, corría y me escondía en un refugio que había descubierto, pensando que nadie podría encontrarme ahí. Siempre tenía miedo de que alguien pudiera separarme de mi madre”, recuerda Egidio.

“¿El recuerdo más vivo? El miedo”

Hubo miles de niños y niñas que al igual que Egidio, en particular en los años 60 y 70, se vieron obligados a “vivir en los armarios”, tal como se decía en esa época. Debieron convertirse en fantasmas. Si bien no hay cifras oficiales, algunas estimaciones indican 15 000 casos de este tipo, solamente en la década de los setenta.

“El recuerdo más impresionante que guardo de entonces es el miedo”, afirma hoy.

Un día, al ver a un grupo escolar en el bosque, decide no esconderse más, “porque el deseo de estar con otros niños era más fuerte que yo” y, además, porque ellos “siempre jugaban bajo el sol y yo tenía que quedarme en la sombra”.

Fue entonces cuando se le acercó una señora hablándole en italiano – “quizá porque yo no era rubio”- y le preguntó cómo se llamaba y qué hacía allí. “Era una maestra. Volvió al pueblo y lo denunció, pero para llevarme a la escuela”, explica Egidio.

Horas más tarde, la policía llamó a la puerta de la familia Stigliano con la orden que el niño regresara a Italia. Entonces, intervino el empleador de su padre, se portó como garante y convenció a la policía de que permitiera a Egidio quedarse con sus padres y, por fin, asistir a la escuela. “El capitalismo se impuso”, recuerda hoy con un dejo de sarcasmo.

En este documental de 2010, el programa Falò de la RSI recorre la historia de unos “niños en armarios” (en italiano).

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Sacudir las conciencias

Sin embargo, después de muchos años, las heridas permanecían y resurgían durante los encuentros, aun casuales, con otras personas que compartieron ese mismo pasado. De ahí nació la idea de fundar la Asociación Tesoro.

“La nuestra no es una venganza. Queremos provocar un momento de reflexión de todos –también desde una perspectiva actual, dado el trato que reciben los inmigrantes en muchos países– y en particular de los políticos suizos, para que algo así no vuelva a suceder”, subraya el vicepresidente de la asociación.

Además de una disculpa por parte de las autoridades federales, la entidad promueve una indemnización para las víctimas. Una compensación “simbólica”, precisa Egidio Stigliano. “Personalmente, ni siquiera utilizaría esa palabra. Puede ser tan solo un franco. Sin embargo, no nos interesa este aspecto”.

El objetivo es sacudir la conciencia de la gente, como ya ocurrió con el caso de los llamados Verdingkinder (niños colocados por la fuerza en otras familias). El objetivo es que se reconozca el trauma de los hijos de los temporeros, porque no todos esos infantes han logrado salir indemnes, explica Stigliano. Por último, aunque no menos importante, queremos avivar la investigación histórica sobre estos años. No abundan los estudios que tratan este tema, salvo algunos como el de Marina Frigerio de 2012 titulado Bambini proibiti; storie di i famiglie italiane in Svizzera tra clandestinità e separazione (Niños prohibidos: historias de familias italianas en Suiza entre la clandestinidad y la separación).

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Interpelación a la vista

Dentro de poco este espinoso tema de la historia suiza será motivo de discusión abierta como resultado de la iniciativa de la consejera nacional socialista Samira Martí. “Es necesario que la opinión pública, la política y la historia se replanteen la criminalización de los hijos de los trabajadores temporeros, que se reconozca simbólicamente y se pida perdón por estas violaciones de los derechos humanos”, afirmó.

Durante la sesión parlamentaria de diciembre próximo, Samira Martí presentará una interpelación para obtener una respuesta del Gobierno. “A continuación, estudiaremos los próximos pasos a dar en colaboración con la Asociación Tesoro”, agrega.

Traducido del italiano por Sergio Ferrari

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