El beaterio de la Edad Media, refugio contra la soledad de mayores en 2021
Myriam Domínguez Seda
Lovaina la Nueva (Bélgica), 6 mar (EFE).- A las nueve de la mañana, tras el rezo, todo el mundo vuelve a sus menesteres. Aunque parece una estampa del siglo XIII, este es el día a día en 2021 de muchos grupos de personas mayores en Bélgica que han recuperado el concepto de beaterio para no vivir solos.
“En los beaterios vivían mujeres solas que no aceptaban ninguna autoridad, ni religiosa ni civil. Querían vivir de forma independiente, pero comprometida con los demás”, relata a Efe Suzette Huvelle, que regenta un pequeño beaterio en la localidad belga de Lovaina la Nueva tras la muerte de su esposo Pierre hace nueve años.
El beaterio era una vivienda comunal muy popular en el siglo XIII entre mujeres -religiosas o no- en las zonas del norte de Francia, Bélgica y Países Bajos con pequeñas casas dispuestas en torno a un jardín colectivo, un modelo que se ha retomado para convertirse en un alojamiento alternativo para la tercera edad.
Así, algunos de estos edificios originales de la Edad Media se han restaurado para ofrecer estos servicios, mientras que otros se han valido de este concepto para erigir nuevas viviendas dispuestas como beaterios, como es el caso del “Petit Béguinage” de Lovaina la Nueva fundado por Pierre Huvelle en los 90.
“En este beaterio hay una viuda -se señala-, una soltera, dos divorciados y dos parejas”, cuenta Suzette, de 90 años. “Vivimos de forma completamente independiente, soy libre de hacer lo que quiera aquí, aunque siempre tengo en cuenta al resto porque estamos juntos por solidaridad”.
A pesar de la edad de los residentes -entre 70 y 92 años-, Suzette subraya la importancia de la autonomía de todos los miembros de la comunidad, dado que no cuentan con personal médico o de cuidados presentes en el beaterio.
Por su parte, Jeannette y Martial, un matrimonio de 90 y 92 años, respectivamente, atesoran innumerables historias de los habitantes que han pasado por el beaterio tras 23 años habitando la casa número dos: un profesor de teología que perdió la fe, un extranjero que jamás dirigió la palabra a nadie o un cura al que fulminó una embolia de la noche a la mañana.
Lo que más le gusta del beaterio a esta pareja después de vivir casi 40 años en Bruselas es la facilidad para encontrar compañía en algunos actos cotidianos.
“A las nueve de la mañana nos reunimos todos para leer el evangelio del día”, señala Martial, una tradición que mantienen todos los residentes que aprovechan para comentar “qué da el día” y rezar juntos.
Aunque la pandemia los ha obligado a extremar al máximo las precauciones para evitar contagios, el matrimonio asegura que aún se permiten pequeños placeres comunales que surgieron de forma espontánea, como reunirse los domingos después de misa a tomar el aperitivo todos juntos en el patio.
“Algún domingo lo hemos hecho y hemos dicho ’no vamos a hacer esto todos los domingos’, pero luego alguien viene con una bandeja llena de cosas y empezamos todos a comer”, celebra Martial, asegurando que, además, a veces sacan los sillones al patio para charlar todos “respetando las distancias de seguridad”.
Suzette confiesa que de vez en cuando va a casa de sus vecinas: “Somos muy cuidadosos y vamos a las casas de los demás con mucha precaución. Al principio (de la pandemia) no lo hacíamos. Hemos respetado mucho las reglas”.
Día tras día, la vida en el beaterio transcurre en calma y silencio, y Martial y Jeannette comentan nostálgicos lo lejanos que ven los días en los que sus 19 nietos correteaban y jugaban en ese césped.
Suzette, que enviudó hace ya casi una década, pasa sus días en casa rodeada de fotos de sus familiares y sus libros, una vida simple y tranquila que acepta con aprecio. “No hacemos cosas extraordinarias: vivimos lo ordinario lo mejor que podemos, en solidaridad. Eso es lo importante”. EFE
mds/cat/ah
© EFE 2021. Está expresamente prohibida la redistribución y la redifusión de todo o parte de los contenidos de los servicios de Efe, sin previo y expreso consentimiento de la Agencia EFE S.A.