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El “corredor de Trump”, una amenaza geopolítica y de seguridad para Irán en el Cáucaso Sur

Aydin Shayegan

Teherán, 12 ago (EFE).– La creación del “corredor de Trump”, acordado entre Azerbaiyán y Armenia y gestionado por Estados Unidos, se perfila como un desafío geopolítico para Teherán, que teme perder influencia y seguridad en el Cáucaso Sur.

La ruta, conocida hasta ahora como Zanguezur y rebautizada como ‘Corredor de Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional’ (TRIPP), conectaría directamente a Azerbaiyán con su enclave de Najicheván a través del territorio armenio, evitando el paso por Irán, pero muy cerca de su frontera.

El corredor, que será operado por una empresa conjunta armenio-estadounidense con capital de Estados Unidos, estará arrendado por Washington durante 99 años y es considerado una pieza clave en el acuerdo de paz firmado el viernes en la Casa Blanca entre el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, y el primer ministro armenio, Nikol Pashinián.

Washington lo presenta como una vía de integración regional que promoverá el comercio y la estabilidad tras casi cuatro décadas de tensiones y conflictos intermitentes entre Azerbaiyán y Armenia.

Sin embargo, en Teherán la lectura es diametralmente opuesta con la posibilidad del despliegue militar estadounidense cerca de sus fronteras norteñas y la perdida de influencia en la región.

Riesgos de seguridad

Irán se ha opuesto al corredor desde que se planteó por primera vez en noviembre de 2020 en el acuerdo de alto el fuego que puso fin a la guerra entre Armenia y Azerbaiyán.

En septiembre del año pasado, Irán llegó a convocar al embajador ruso en Teherán después de que Moscú manifestara su apoyo a la apertura de la ruta, a pesar de ser uno de los principales aliados de la República Islámica.

Ahora, con la participación directa de Estados Unidos en la gestión del proyecto, la preocupación de Teherán es aún mayor.

La iniciativa se ha replanteado en momentos de altas tensiones entre Irán y Occidente por el programa nuclear iraní, y tras los bombardeos estadounidenses contra instalaciones atómicas del país persa en junio, en medio de la guerra de 12 días con Israel.

Para las autoridades iraníes, el “corredor de Trump” podría convertirse en un instrumento de “objetivos hegemónicos” estadounidenses y abrir la puerta a una presencia militar estadounidense a escasos kilómetros de la frontera norte del país.

“Debe garantizarse que esta ruta sea verdaderamente un camino hacia la paz y el desarrollo, no una herramienta para alcanzar los objetivos hegemónicos de extranjeros”, advirtió ayer el presidente de Irán, Masud Pezeshkian, en una conversación telefónica con el primer ministro armenio.

El mandatario iraní pidió “vigilancia especial” ante lo que calificó como posibles maniobras de Estados Unidos bajo la cobertura de inversiones económicas.

La investigadora del Instituto de Investigaciones Estratégicas de Irán, Afifeh Abedi, dijo a EFE que es natural que el país persa se preocupe, ya que “la presencia de Estados Unidos en cualquier proyecto de la región conlleva una militarización”.

“La presencia de EE.UU. y una posterior militarización de la zona tendrán consecuencias políticas, de seguridad y militares, especialmente para los actores no alineados con Washington, en particular Irán”, opinó Abedi.

Revés geopolítico

Antes del colapso de la Unión Soviética, Azerbaiyán estaba conectado con Najicheván a través del ferrocarril Zanguezur, pero esta ruta se cortó con el estallido de la Primera Guerra Azerbaiyano-Armenia en 1988.

Desde entonces, gran parte de las mercancías que circulan entre Azerbaiyán y su enclave de Najicheván pasan por territorio iraní.

Esa ruta no solo genera ingresos por derechos de tránsito, sino que otorga a Teherán un valor estratégico como puente entre el mar Caspio y Oriente Medio.

Con el llamado “corredor de Trump”, el país persa perdería su papel como corredor estratégico en el Cáucaso Sur.

Se trata de un tramo de 44 kilómetros de frontera entre Irán y Armenia sobre el cual se construirá la nueva ruta.

“Cualquier corredor en esta región significará más restricciones y costes para Teherán, así como su exclusión de oportunidades políticas y económicas en la zona”, comentó Abedi.

Por ello, el ministro iraní de Exteriores, Abás Araqchí, insistió el domingo en que su país no aceptará ningún cambio en las fronteras internacionales de la región.

La investigadora política añadió que “cualquier alteración de la frontera y corredor terrestre podría aislar a Teherán y limitar sus márgenes de maniobra diplomática, así como su capacidad para sortear las sanciones en su contra”.

Para evitarlo, Teherán ha redoblado sus esfuerzos diplomáticos para, al menos, condicionar que el proyecto no erosione su posición estratégica. EFE

ash/jlr/ad

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