
El flamenco y los ritmos africanos se fusionan en una ‘cajoneada’ histórica en Sudáfrica
Paula García-Ajofrín
Nairobi, 25 sep (EFE).- Durante tres horas, los compases flamencos se entrelazaron con los ritmos africanos en Ciudad del Cabo, en el suroeste de Sudáfrica, donde un centenar de percusionistas hicieron vibrar sus cajones flamencos en una ‘cajoneada’ sin precedentes: un recorrido sonoro que viajó por América, Europa y África para convertirse en símbolo de unión, paz y diversidad cultural.
Bajo el liderazgo del creador del proyecto Cajón Expo, Pepe Zapata, y con la dirección de la percusionista y formadora sudafricana Thandi Swartbooi, la cita inauguró el Festival Womad Sudáfrica 2025, uno de los certámenes de músicas del mundo más relevantes.
La ‘cajoneada’, concebida como un espectáculo musical y coreográfico, reunió a un centenar de jóvenes procedentes de comunidades diversas en una fecha cargada de simbolismo: el Día del Patrimonio sudafricano, cuando el país celebra la diversidad de sus culturas, lenguas y tradiciones.
«Existen los tambores de guerra y estos son tambores de paz», afirmó Zapata en una entrevista telefónica con EFE, al insistir en que los cajones, pintados con los colores de la bandera sudafricana y decorados con la mano de Nelson Mandela como motivo central, transmiten un mensaje de reconciliación y esperanza.
No es casual. La bandera, creada hace tres décadas tras el fin del régimen segregacionista del ‘apartheid’ (1948-1994), nació como un emblema de unidad frente al racismo y la división.
El taller que une música y comunidad
El espectáculo fue la culminación de once intensos días de trabajo en Ciudad del Cabo, en un taller pionero que permitió a jóvenes de ‘townships’ -áreas urbanas históricamente reservadas a la población negra- fabricar sus propios cajones flamencos gracias a un prototipo fabricado con tecnología CNC (Control Numérico por Computadora).
El taller, que contó con apoyo de la Embajada de España en Sudáfrica y la organización local YES4YOUTH, enseñó a los participantes a construir su instrumento combinando artesanía tradicional e innovación tecnológica.
La iniciativa, desarrollada junto al maestro artesano Antonio García, de la empresa granadina Katho Percusión, persigue fomentar el diálogo cultural y ofrecer oportunidades de empleo.
«Nuestra propuesta es que fabricar cajones sirva para crear aulas (…). Ha calado muy bien en la comunidad con la que hemos estado trabajando, que ha recibido el cajón como algo propio», explicó Zapata.
La fuerza del proyecto se reflejó en la reacción inmediata de los jóvenes. «En cuanto terminaron de fabricar los cajones ya estaban tocando. El evento camina solo desde el primer segundo», contó.
La acogida tras la actuación confirmó ese impacto. El público, lejos de limitarse a acompañar con palmas, se unió a los percusionistas cantando. «Lo increíble -subrayó Zapata- es que Sudáfrica es un país de coros, entonces el público no da palmas ni sigue la percusión: canta».
Alrededor de un 60 % de los participantes en el espectáculo, precisó, procedía de ‘townships’ y un 40 % de escuelas de música, en una fusión que «ha unido sectores distintos de la población».
Swartbooi, añadió, fue clave para articular la energía del evento: «Yo puedo poner el elemento de construir los cien cajones con la comunidad, pero que funcione musicalmente y montar un espectáculo de tres horas ha sido gracias a ella».
El cajón como aula
Ese mismo espíritu de transformar la percusión en herramienta de inclusión conecta directamente con la trayectoria de Zapata.
A sus 56 años, se define como artista plástico y visual antes que como músico. Fotógrafo de conciertos desde hace más de tres décadas, se volcó en el cajón flamenco hace veinte años movido por su pasión por la música y por una dislexia que lo llevó a explorar formatos educativos distintos.
«El cajón es un tambor en el que te sientas, es un aula en sí mismo», resume.
En 2018, abrió en el Parque de las Ciencias de Granada un laboratorio didáctico por el que pasaron más de 30.000 alumnos en un año. Allí desarrolló el formato de las ‘cajoneadas’, inspirado en el percusionista peruano Marco Oliveros, creador del concepto en los años noventa.
Como en una batucada, decenas o cientos de personas tocan el cajón al mismo tiempo siguiendo patrones simples que permiten que cualquiera se sume.
Desde entonces, más de 70.000 personas han participado en estos encuentros en ciudades de Europa, África y América.
«Como difusor de este movimiento de Marco Oliveros, lo hemos hecho muchas veces y miles de personas han tocado con nosotros, pero tengo que reconocer que esta es la vez más fuerte que he vivido, que he sentido África. Creo que aquí se ha sentido realmente la raíz africana del cajón», confesó, emocionado, tras el espectáculo. EFE
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