
El referéndum catalán reaviva las aspiraciones de los nacionalistas de los Balcanes

El referéndum catalán reavivó los sueños de los nacionalistas para cambiar las fronteras de los Balcanes, una ambición peligrosa en una región donde una guerra intercomunitaria se cobró más de 100.000 vidas en los años noventa.
Desde los serbios de etnia albanesa del sur del país hasta lo serbobosnios, los croatas o los defensores de la autonomía de la provincia de Voivodina, en el norte de Serbia, todos se preguntan lo mismo desde el referéndum catalán del 1 de octubre: ¿por qué no nosotros?
El día del referéndum, la capital de Voivodina, Novi Sad, y otras ciudades de esa provincia amanecieron con grafitis en los que se leía «Voivodina=Cataluña».
Cerca de la catedral de Mostar (sur de Bosnia), que comparten croatas y bosnios, una bandera de «Herceg Bosna» (entidad autoproclamada de los croatas de Bosnia durante la guerra) fue pintado con la de Cataluña, con la inscripción «¡Buena suerte, nosotros somos los próximos!», según medios locales.
En Belgrado, las autoridades serbias denuncian el supuesto «doble rasero» de la Unión Europea: ven una contradicción que se rechace categóricamente la independencia catalana, pero que se reconozca la de Kosovo, declarada en 2008. Serbia sigue considerando suya su antigua provincia, poblada en un 90% por albaneses.
– Los albaneses de Presevo –
«¿Cómo han podido ratificar la independencia de Kosovo, incluso sin referéndum? ¿Cómo 22 Estados miembros [que han reconocido Kosovo] pudieron legalizar una secesión que viola la ley europea, en la que se funda la política de la UE?», declaró el presidente serbio, Aleksandar Vucic.
Durante la guerra de Kosovo entre las fuerzas de Belgrado y los independentistas albanokosovares (1998-1999, 13.000 muertos), Aleksandar Vucic era ministro de Información de Slobodan Milosevic, paladín de la «Gran Serbia». Convertido al centrismo, en la actualidad negocia la adhesión de su país a la UE.
Su Gobierno apoyó sin ambages a Madrid, una de las cinco capitales de la UE que no reconocen Kosovo.
Pero Belgrado tiene en mente, sobre todo, su geografía política: al sur, sus albaneses de Presevo y sus bosnios de Sanzak; al norte, Voivodina y sus veinte comunidades. El jefe de la Liga de los Socialdemócratas de Voivodina (LSV), Nenad Canak, que reclama más autonomía, viajó el 1 de octubre a Barcelona.
Sin embargo, Voivodina no es lo que más le preocupa a Florian Bieber, especialista en los Balkanes de la Universidad de Graz, en Austria. Según él, esta región tiene «una cierta identidad, pero ni un movimiento fuerte por la independencia […] ni una distinción cultural» suficientemente marcada.
No es ese el caso en el valle de Presevo, fronterizo con Kosovo, cuyos 75.000 habitantes son casi exclusivamente albanses. Allí, «distinción cultural» es causante de una abierta animosidad. En 2001, el Ejército serbio y los rebeldes albaneses protagonizaron varios enfrentamientos. La situación se ha calmado desde entonces, pero el sueño de unirse a Kosovo no ha desaparecido.
El líder del Movimiento por el Progreso Democrático, Jonuz Musliu, apoyó públicamente el referéndum catalán y sostuvo que una consulta de ese tipo, como la que se organizó en 1992, «en el valle de Presevo es igualmente legítima».
– El referéndum de Dodik –
Bosnia es otro punto sensible. Los serbios (algo menos de un tercio de los 3,5 millones de bosnios) de ese país están agrupados en su entidad, la República Srpska. Más de veinte años después de una guerra intercomunitaria que dejó unos 100.000 muertos, siguen jurando fidelidad a Belgrado y no a Sarajevo.
En varias ocasiones, el primer ministro de la República Srpska amenazó con un referéndum de independencia. Tras el catalán, «quizá es el momento de empezar a hablar racionalmente de una separación pacífica de Bosnia», advirtió.
«Es evidente que si [los independentistas catalanes] tuvieran éxito, esto animaría […] a Milorad Dodik a perseguir su objetivo», según Florian Bieber.
Y esto podría darle alas a los 120.000 serbios del norte de Kosovo. En las calles de Mitrovica-norte, la bandera serbia ondea y los retratos de Aleksandar Vucic son omnipresentes. Este verano, el ministro de Exteriores serbio, Ivica Dacic, mencionó públicamente «una separación, o como queramos llamarlo», de esta región poblada de serbios.
Pero, recuerda Florian Bieber, la comunidad internacional solo reconoce Estados nuevos en «circunstancias extraordinarias»: que se dé una «represión masiva» y haya un «movimiento fuerte, violento, de independencia». Ése era el caso de la extinta Yugoslavia de los años 1990. «Cataluña no entra en ninguna de esas categorías, no más que la República Srpska y el norte de Kosovo».