
El reyezuelo ilustra la carrera de la vida salvaje para adaptarse al cambio climático
Redacción Ciencia, 29 sep (EFE).- El cambio climático está secando los paisajes y elevando las temperaturas más rápido de lo que muchas especies pueden soportar. Tomando al reyezuelo amarillo como base -un ave migratoria común-, un equipo de científicos ha documentado empíricamente cómo el calentamiento global está afectando a la vida silvestre.
Los autores del estudio, cuyos detalles se publican este lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (Pnas), subrayan que estudiar a esta ave ayudará a comprender mejor cómo responden las especies salvajes a los rápidos cambios que el cambio climático está causando en su entorno.
Tras comparar datos genómicos, las medidas del pico y diversas variables ambientales de aves muestreadas en todo su rango de reproducción en América del Norte y Canadá, el estudio ha identificado los factores genéticos y ambientales que modelan la forma del pico del reyezuelo, que resulta clave para su supervivencia (les permite disipar el calor corporal y retener agua).
La investigación ha descubierto que los niveles de precipitación en todo el rango son el factor ambiental clave que influye en la variación genética asociada con la forma y estructura del pico, un hallazgo que resalta tanto la importancia como la dificultad de vincular genes, rasgos y el entorno con medidas de estrés en el cuerpo para predecir mejor la capacidad general de una especie de mantenerse al ritmo del cambio climático.
«La gente puede pensar en el cambio climático como algo que ocurrirá en el futuro, pero como muestra este trabajo, las especies ya están sintiendo estos efectos y luchan por adaptarse y sobrevivir», explica Marina Rodríguez, investigadora en la Universidad Estatal de Colorado (Estados Unidos) y primera autora del trabajo.
«Esperamos que nuestro enfoque pueda ser utilizado ahora en otras especies para comprender mejor los diferentes factores que se combinan para aumentar la vulnerabilidad climática», comenta la bióloga.
El pico del reyezuelo, clave para su adaptación
Para confirmar la importancia de la forma del pico en la capacidad del reyezuelo para adaptarse a la disminución de las precipitaciones, los investigadores compararon datos sobre las relaciones históricas entre la profundidad del pico y las precipitaciones con datos recientes recopilados por voluntarios contemporáneos de todo el mundo.
Descubrieron que las aves cuyas picos no se habían adaptado al cambio climático ahora estaban menos preparadas para las nuevas condiciones áridas, lo que resultó en niveles de estrés más altos y posteriores declives en las poblaciones.
Los investigadores estaban específicamente interesados en cómo el reyezuelo reaccionaba al estrés fisiológico, es decir, la tensión en el cuerpo cuando el entorno lo lleva más allá de sus límites normales, como el sobrecalentamiento.
Para medirlo, examinaron los telómeros (unas capuchas que protegen el ADN y que con el tiempo, después de cada división celular del cuerpo, se van acortando). Los telómeros más cortos se relacionan con una mala salud y una menor esperanza de vida en muchas especies, incluidos los humanos.
«Existe mucha evidencia que muestra que la longitud de estas regiones genómicas específicas está altamente correlacionada con la longevidad general y la salud en diversas especies», apunta Rodríguez.
«Al incluir esto, podemos ilustrar mejor el desajuste entre lo que rápidamente se está volviendo necesario para sobrevivir en el entorno y cómo responden los rasgos genéticos», asegura.
Dado que la longitud de los telómeros se puede medir con solo una pequeña muestra de sangre, puede ser una manera más fácil de evaluar las especies salvajes sin años de trabajo de campo. En lugar de rastrear la reproducción a lo largo de las generaciones, por ejemplo, los investigadores pueden revisar los telómeros en busca de signos tempranos de declive poblacional.
Kristen Ruegg, profesora asociada de la misma universidad y coautora del estudio, suele trabajar en proyectos de investigación similares que buscan predecir los impactos del cambio climático en las poblaciones de aves.
Para esta científica, el enfoque de Rodríguez de usar la longitud de los telómeros ha sido muy poco utilizado para evaluar la vulnerabilidad climática en las aves antes.
«El trabajo de Marina comienza a abordar las brechas y suposiciones sobre cómo las especies silvestres responderán al cambio climático rápido con un ejemplo claro y basado en datos utilizando la longitud de los telómeros como biomarcador de estrés», dijo Ruegg.
«Estos hallazgos resaltan la importancia de vincular genes, rasgos, ambientes y marcadores de estrés para comprender las respuestas de las especies al clima y muestran un método emocionante para estudiar empíricamente estas relaciones en otras especies en el futuro», concluye. EFE
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