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Fuentes que deleitan la vista

La fuente delante del Centro Pompidou, París: obra de Jean Tinguely y Niki de Saint Phalle. Museo Jean Tinguely, Basilea

Fueron útiles y hasta vitales, pero hoy sirven esencialmente para embellecer las ciudades y los pueblos.

Suiza está particularmente bien dotada en este aspecto. Berna podría ser calificada como ‘ciudad de las fuentes’.

Tal como hoy sigue siendo el caso en muchos países en desarrollo, las fuentes en Europa representaron uno de los sitios más importantes de la comunidad. A menudo ocupan sitios privilegiados en las ciudades.

En épocas pasadas, los habitantes tenían la costumbre de encontrarse junto al agua de la fuente, entonces absolutamente indispensable para beber, cocinar, asearse e incluso lavar los utensilios.

A raíz de ese papel esencial, se creía que las fuentes estaban protegidas por ninfas y otras divinidades únicas. En varias partes del mundo se celebran todavía ceremonias y peregrinajes a orillas del agua.

De la utilidad a la estética

Aparte del aspecto práctico, las fuentes revestían un aspecto simbólico. Su rol era avivar las imaginaciones y embellecer las ciudades.

Ese papel histórico adquirió más relieve desde la segunda mitad del siglo XIX, cuando el agua comenzó a ser distribuida directamente a los domicilios.

A partir del Renacimiento, la escultura desempeñó un papel de primer orden. La Fuente de Trevi, en Roma, el estanque de Apolo en el Castillo de Versalles o la Fuente de Piccadily Circus, en Londres, se han convertido en modelos clásicos.

En algunos casos, el aspecto estético ha llegado incluso a suplantar el práctico. Las fuentes fueron construidas para resaltar diversos artilugios de agua, tales como el famoso Chorro de agua de Ginebra.

La ciudad de las fuentes

Berna posee muchas de las fuentes más famosas de Suiza. Este hecho confiere un encanto especial a la calle principal del casco viejo.

El centro histórico de la capital helvética cuenta con una decena de fuentes, la mayoría de las cuales fue erigida en el Renacimiento. Fuera del centro de la ciudad existe un centenar que datan de los siglos XVII y XVIII.

Las esculturas que adornan las fuentes de la ciudad de Berna expresan temas distintos: animales, soldados, justicia y otras figuras alegóricas o bíblicas.

Pero ofrece al visitante una curiosidad particular. Berna es única por su ‘Kindlifresser’, la fuente del ogro, que come niños y da la impresión de estar dispuesto a engullirse ocho, incluyendo el que ya está en su boca.

La ciudad de Berna gasta unos 280.000 francos por año en el cuidado de sus fuentes. Los estanques son limpiados una vez por semana, con cepillo, sin productos químicos.

Las fuentes de Berna no son sólo una atracción turística. Son empleadas aún por algunas tiendas en el centro medieval, que se encuentran debajo del nivel de la calle. Gran parte de ellas son florerías.

Las fuentes de Berna recobran su utilidad inicial. En verano sirven para refrescar y tranquilizar a los turistas y a los residentes. En los días más calurosos, se convierten además en el sitio predilecto de los niños para bañarse.

Obra importante de Jean Tinguely

Aparte de las fuentes históricas, las instalaciones más modernas integran también el paisaje urbano de hoy. La más conocida en Suiza es la ‘Fuente de carnaval’, una obra realizada en 1977 por el escultor friburgués, Jean-Tinguely.

No es la única fuente del artista. Otra de sus obras se destaca en el centro de Friburgo. Está consagrada al piloto de Fórmula Uno, Jo Siffert, un amigo del escultor que falleció en el Gran Premio de 1971.

Y no se puede olvidar la obra más importante de Tinguely: la fuente dedicada a Igor Stravinsky (denominada Fuente de los Autómatas), al frente del Centro Pompidou, en París. La diseñó junto con su compañera Niki de Saint Phalle, una de las más conocidas del mundo.

swissinfo, Raffaella Rossello
(Traducción: Juan Espinoza)

Once fuentes importantes se encuentran en el centro de Berna.
Gran parte de ellas corresponde a la obra del escultor Hans Gieng.
Berna tiene además otro centenar de fuentes.
Invierte 280.000 francos por año en su cuidado.

A principios de la Edad Media, eran esenciales los pozos abiertos detrás de los muros de una ciudad.

Su agua era menos pura que la de manantiales, pero no podían ser envenenadas por el enemigo.

Más tarde, esos pozos rústicos fueron remplazados por los pozos artesanos. El más viejo de Suiza es el St. Leonhardsbrunnen, de Basilea (1265).

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