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El derecho internacional se olvida de quienes migran por las condiciones climáticas

refugiados climáticos
Personas desplazadas en Somalia, fotografiadas en 2013. Associated Press

El derecho internacional no reconoce a los «refugiados climáticos». ¿Debería crearse un nuevo estatuto para proteger a estas personas? Esta es una cuestión controvertida en un momento en el que aumentan los desplazamientos relacionados con causas climáticas.

En 2009 las imágenes de una reunión sin precedentes —una conferencia ministerial a seis metros de profundidad— dieron la vuelta al mundo. En un marco tan simbólico como inquietante y equipados con equipos de buceo, los ministros de las Maldivas se reunieron bajo el aguaEnlace externo para celebrar un consejo de ministros excepcional. Su objetivo era alertar a la comunidad internacional de la amenaza que para su archipiélago representa que el nivel del mar ascienda.  

Subida del nivel del mar, sequías, inundaciones, corrimientos de tierras e incendios… Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para las personas refugiadas, las catástrofes naturales relacionadas con el clima han obligado a más de 220 millones de personas a abandonar sus hogares en los últimos diez añosEnlace externo. Estos desplazamientos —que a menudo escapan a la atención del derecho internacional— dejan a muchas personas sin una protección legal adecuada.

El clima, una razón ignorada para el exilio

La Convención de Ginebra de 1951 sobre las personas refugiadas no reconoce como motivo de exilio los problemas relacionados con el clima. En 2022 esta cuestión ya preocupó al entonces relator especial de la ONU sobre Derechos Humanos y Cambio Climático. «Me preocupa mucho la cuestión de los desplazamientos climáticos más allá de las fronteras nacionales. [Estas personas] no están reconocidas por la Convención de Ginebra como refugiadas y escapan, por tanto, a la protección legal», declaró el relator de la ONU en Ginebra.

Esta laguna jurídica es más preocupante todavía en un momento en que, según estimaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), prácticamente la mitad de la población mundial vive en entornos «altamente vulnerables» al cambio climático.

Un dictamen histórico de la ONU

El derecho internacional, no obstante, podría cambiar. En 2010 un ciudadano de Kiribati, un archipiélago del Pacífico amenazado por la subida del nivel del mar, solicitó asilo en Nueva Zelanda. Su petición inicialmente fue rechazada, y posteriormente se remitió al Comité de Derechos Humanos de la ONU. Diez años más tarde, en Ginebra se tomó una decisión sin precedentes: devolver a alguien a un territorio gravemente afectado por el cambio climático podría constituir una violación de su derecho a la vida.

«Los efectos del cambio climático (…) pueden exponer a quienes solicitan asilo a una violación de los derechos garantizados por los artículos 6 o 7 del Pacto, lo que obligaría a los Estados (…) a aplicar el principio de no devolución», reza este dictamen históricoEnlace externo, que afirma que «el riesgo de que todo un país desaparezca bajo las aguas es un riesgo tan grave que las condiciones de vida en el país en cuestión podrían llegar a ser incompatibles con el derecho a vivir dignamente, incluso antes de que la catástrofe se produzca».

Aunque este precedente ha abierto un resquicio, los criterios de admisibilidad siguen siendo estrictos. El solicitante, Ione Teitiota, fue devuelto a su país porque no pudo demostrar que se enfrentaba a un peligro «inminente».

Estatus de refugiado que divide

Cinco años después, y en un contexto de debates estancados, el hecho de que se cree un estatuto específico para las personas refugiadas como consecuencia de fenómenos climáticos sigue dividiendo a la comunidad internacional. «Es muy raro que alguien cruce una frontera solo por el clima. En realidad, muchas personas afectadas por el calentamiento global están paralizadas porque carecen de recursos para marcharse», señala el geógrafo Etienne Piguet, especialista en migraciones climáticas de la Universidad de Neuchâtel, en el plató de GéopolitisEnlace externo.

Aquí puede ver el episodio completo sobre migraciones climáticas, en el que colaboró SWI Swissinfo.ch (en francés):

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Dado que estos desplazamientos, a menudo temporales, son el resultado de múltiples causas, —en su opinión— resulta difícil definir quién es refugiado climático. «La mayoría de las veces, los factores son múltiples. El clima suele ser la gota que colma el vaso», explica el investigador.

Mejor que huir, adaptarse

Ante el aumento de los desplazamientos relacionados con el clima, en Ginebra la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) apuesta por soluciones de adaptación, sobre todo. «Cambiar el marco jurídico puede llevar tiempo y resultar ineficaz para la mayoría de los desplazados climáticos, que son, en su mayoría, desplazados internos», cuenta Rania Sharsh, directora de Acción por el Clima, durante una visita de Swissinfo a la OIM. La organización calcula que más del 80 % de los desplazamientos relacionados con el clima se producen dentro de un mismo país.

«Lo que nos parece más importante es permitir que la gente siga viviendo en sus propios países, trabajando, por ejemplo, en el acceso al agua o en proteger las tierras de cultivo», prosigue Rania Sharsh, que pone como ejemplo la construcción de diques en Yemen para proteger las tierras de cultivo frente a las inundaciones.

La migración climática ya no es patrimonio exclusivo de los países en desarrollo. «Estamos viendo casos similares, hoy en día, también en Francia, Suiza y el Reino Unido», señala el geógrafo Etienne Piguet. En el Paso de Calais las repetidas inundaciones han provocado que se traslade todo un pueblo, que será arrasado y declarado inedificable para convertirlo en una zona de expansión contra las inundaciones. En Suiza, el pueblo de Brienz, amenazado por un corrimiento de tierras, tuvo que ser evacuado en 2023. Más recientemente, el 28 de mayo, el 90 % de la localidad de Blatten, en el cantón del Valais, desapareció como consecuencia del desprendimiento de un glaciar. La aldea había sido evacuada una semana antes como medida preventiva.  «Puede que en el pasado pensáramos que el norte era inmune. Pero ya no es así. Es cierto que económicamente tenemos más medios para adaptarnos, pero no estamos a salvo».

«No podremos construir diques en todas partes. La tecnología puede ofrecernos soluciones, pero no será suficiente. Debemos combatir el calentamiento global al tiempo que ayudamos a las poblaciones ya afectadas», apunta Étienne Piguet, especialista en migraciones medioambientales.

En su opinión, los esfuerzos locales deberán ir acompañados de una mayor solidaridad internacional. «La comunidad internacional debería crear fondos capaces de hacer frente a los retos que se avecinan», dice. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha lanzado un fondo para ayudar a las comunidades desplazadas por los trastornos climáticosEnlace externo a prepararse y hacer frente a las consecuencias. La agencia espera recaudar 100 millones de dólares de aquí a finales de año.

¿Hacia visados climáticos?

Pero la única opción para algunas personas es huir. «Para quienes no tienen más remedio que marcharse a causa de la subida del nivel del mar, por ejemplo, la OIM trabaja con gobiernos y comunidades para garantizar vías legales de migración», declara Rania Sharsh.   

A veces comienzan a surgir nuevas iniciativas. Es el caso de Tuvalu. Este pequeño Estado del Pacífico en 2023 firmó un acuerdo sin precedentes con Australia. Dicho acuerdo garantiza que sus 11.000 habitantes accedan a visados para vivir, trabajar y establecerse gradualmente en el país vecino. Los primeros visados deberían expedirse este verano a 280 personas de Tuvalu.

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A cambio de esto, Canberra pide poder intervenir en cualquier pacto de seguridad que el archipiélago se plantee firmar con otras naciones. Esta medida ha desatado un acalorado debate sobre la soberanía de Tuvalu.

¿Los recortes estadounidenses, la gota que colma el vaso?

El progreso es lento, pero podría verse amenazado por los recientes recortes presupuestarios estadounidenses, dirigidos en particular a los proyectos climáticos y de justicia medioambiental. La OIM, que se ha visto especialmente afectada, ha tenido que reducir su plantilla, y ha recortado los puestos de trabajo en su sede de Ginebra al menos en un 20 %. El riesgo es que las personas refugiadas a consecuencia del clima todavía caígan más en el olvido.  

Pero Rania Sharsh quiere creer en la resistencia del sistema. «Nunca se olvidarán los desplazamientos climáticos. Son una realidad a la que nos enfrentamos cada día, en todos los países en los que operamos. Seguiremos movilizando el apoyo necesario para ayudar a las personas afectadas por la crisis climática», dice.

La cuestión en torno al estatus de las personas que se desplazan como consecuencia del clima no es nueva. Ya en 2010, Suiza y Noruega lanzaron un proceso de consulta con el objetivo de proteger a las personas desplazadas a través de las fronteras por los desastres y los efectos del cambio climático. Cinco años más tarde este proyecto —bautizado como Iniciativa Nansen— dio lugar a la Plataforma sobre Desplazamientos Relacionados con Catástrofes (PDD), que más de 100 Estados aprobaron en Ginebra. En la actualidad todavía en activo, su objetivo es impulsar esta cuestión en los distintos órganos internacionales de negociación.


¿Le interesa la Ginebra internacional? Escuche el último episodio de nuestro pódcast Inside Geneva (en inglés)

Artículo revisado por Virginie Mangin. Adaptado del francés por Lupe Calvo / CW.

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