Hacer de la materia el símbolo: la pasión constructivista de Juan de Andrés
Alejandro Prieto
Montevideo, 18 ago (EFE).- Plasmar la emoción en color y hacer de la propia materia el símbolo son los motores que mueven a Juan de Andrés, discípulo indirecto del Taller Torres-García que, tras un largo y nutrido exilio en Barcelona, vuelve a crear desde Uruguay.
Inmersa en el verde de la vegetación, una escultura de acero de 4 metros de altura mira al Mediterráneo desde los jardines de Cap Roig (noreste de España); austera y geométrica, la pieza es una de tantas creadas por Juan de Andrés en una extensa carrera, que, como dice en entrevista con Efe, mantiene activa a sus 81 años y no quiere dejar de lado, pues, sin pretender «ser joven», le gusta «estar alerta al hoy».
DE CUNA CONSTRUCTIVISTA
Oriundo de Arévalo, una localidad de Cerro Largo (este de Uruguay), De Andrés se exilió en España en 1977 asentándose en Zamora y luego definitivamente en Barcelona, donde residió entre 1980 y 2011.
Formado con dos discípulos del creador del Universalismo Constructivo, Joaquín Torres-García (1874-1949), Carlos Llanos y Daymán Antúnez, De Andrés se asentó así en la misma ciudad donde a principios del siglo XX el fundador de la Escuela del Sur comenzó a trabajar en murales y colaboró con Antoni Gaudí.
Considerado como uno de los «nietos» del taller fundado en 1942, dice conservar dos principios: la estructura y la medida áurea.
«Esencialmente me quedo con la estructura de la obra y la sección áurea, esa medida que ordena el universo viviente, las plantas, animales y personas. Y también ese concepto de universalidad de la obra, de valores con permanencia a través del tiempo», detalla el artista que, tras crear murales de símbolos «torregarcianos», se «radicalizó» y buscó un camino propio.
«Se fue agotando la posibilidad del símbolo en lo que yo entendía como cosa nueva y allá se me dio la posibilidad de radicalizarme; entonces, por motivos filosóficos y de pensamiento, el símbolo pasó a ser por medio de la materia, por ejemplo las texturas o las telas vistas», explica.
INTROVERSIÓN CREATIVA
Al igual que muchos, con la irrupción de la pandemia de covid-19, De Andrés aprovechó el confinamiento de los dos últimos años para trabajar en su taller y de allí nació la serie de obras que hoy expone en la Galería 6280 de Montevideo.
Con la curaduría de María Eugenia Méndez, en la muestra «Del espíritu y la forma», en exhibición hasta fines de septiembre, se reúnen pinturas, dibujos, collages y esculturas que, apunta el artista, comparten con el período un trasfondo de «introversión».
Si bien, como demuestra la escultura de 12 metros que elaboró para una plaza de Sant Boi de Llobregat (noreste de España), ha trabajado con obra a gran escala, el uruguayo recuerda que el contexto «no lo llamaba» a hacer algo grande y apostó a un formato pequeño.
Así, y en sintonía con su impronta de hacer de la materia el símbolo, sus pinturas, que no son lienzos sino volúmenes, juegan con los huecos y la textura de elementos naturales como el lino y la madera, que dice, «muchas veces va vista» y en «pequeños trozos».
Por otro lado, estas comparten con los collages, que incorporan también partes de fotografías impresas de obras previas, una paleta acotada de «tres o cuatro» tonos terrosos y más bien cálidos que, puntualiza, manifiestan su «personalidad».
«La forma es un hecho racional, mientras que el color es un hecho emocional. Manifiesta, sobre todo, la personalidad del ser humano y mi obra quiero que sea reposada, que dé serenidad, que no sea estridente. Si le pusiera colores más fuertes no sería una obra mía, que habla en voz baja, crea silencio, intimidad», reflexiona.
UNIÓN, ENTREGA Y VIAJE
Consciente de haber dejado una huella en Cataluña formada de obras y pedagogía, pues allí, movido por la «unión» -que le gusta promover tanto en su arte como en sus vínculos- impartió clases y formó con sus alumnos el colectivo «Rasen», dice que fue la melancolía tras separarse de su pareja la que lo convenció de regresar a Uruguay.
«Quise venirme otra vez un poco a dar cuenta de lo que había hecho fuera de mi tierra de nacimiento, porque aquella también es mi tierra, me dio muchas cosas y estoy tremendamente agradecido», señala, a lo que añade que, naturalmente, tras el exilio «no es el mismo» y por eso le cuesta reintegrarse a un país que cambió.
Difícil disociar, además, estas palabras del poeta griego Konstantino Kavafis que, sostiene, siempre repite «como tonto» y que se emociona al recordar porque, en definitiva, habla de cómo, más allá de las idas y las vueltas, lo que importa a fin de cuentas es «el viaje».
«Lo que nosotros hacemos es para los demás, lo importante es el viaje, el viaje nuestro y eso hay que hacerlo siempre con amor y entrega. El motor más grande que tenemos en la vida es el amor a lo que hacemos», redondea. EFE
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