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El Papa no despertaba gran pasión en Suiza

Jean-Paul II visita Sion, Valais, el 17 de junio de 1984. Keystone Archive

El mundo rinde honores a la memoria de Juan Pablo II. Además de la dimensión mundial de su figura, en Suiza se recuerda también que el Pontífice no llegó a apasionar verdaderamente.

Algunos asuntos relacionados con obispos helvéticos tampoco contribuyeron a elevar esa parte del amor.

A poco de su elección al Papado, el 16 de octubre de 1978, quedó claro que al polaco Karol Wojtila le gustaba viajar. Mucho más que a ninguno de los pontífices predecesores.

Apenas comenzada su función, Juan Pablo II fue a República Dominicana, México, Bahamas, Polonia, Pakistán, Filipinas y Japón…

A principios de los años 80, una broma en Suiza decía que Juan Pablo II era “el turista mejor pagado del mundo”. ¿Era la reacción de una Suiza molesta porque el Santo Padre no se daba prisa en visitarla? Es posible.

En la lista de prioridades de viaje del Papa, Suiza estaba efectivamente en el 23°lugar.

Dos visitas sin mucho efecto

El Papa vendría finalmente en tres ocasiones a Suiza. La primera vez a Ginebra, el 15 de junio de 1982; en una segunda oportunidad del 12 al 17 de junio de 1984, viaje durante el cual visitó 14 ciudades y se entrevistó con el gobierno suizo in corpore y recientemente estuvo en Berna los días 5 y 6 de junio de 2004.

Sin embargo, estos viajes del Pontífice no despertaron gran entusiasmo, según la opinión de Leo Karrer, catedrático de Teología práctica en la Universidad de Friburgo. “La relación de Suiza y el Papa fue relativamente sobria”, precisa.

Por otra parte, Suiza no fue un terreno fácil para el Papa. “Debido a su historia, los suizos se oponen fundamentalmente a las tendencias centralistas y las jerarquías pesadas que encarna el Vaticano”, explica Leo Karrer.

Además, la legislación de las comunidades católicas en Suiza otorga derechos relativamente importantes a las parroquias de base, lo que constituye una situación bastante particular con respecto al resto del mundo. “Esta situación no es comprendida en Roma”, añade el catedrático Karrer.

El integrismo refugiado en Suiza

La situación en Suiza planteó al Papa problemas en varias ocasiones. Algunos asuntos vinculados con sus obispos sacudieron efectivamente a la opinión pública.

Así fue por ejemplo el doloroso sismo provocado por el arzobispo francés Marcel Lefebvre, jefe de la “Fraternidad San Pio X”, establecida en la población valesana de Ecône. Monseñor Lefebvre y sus seguidores se oponían a diversas innovaciones surgidas del Concilio Vaticano II.

En 1988, el arzobispo nombró por cuenta propia cuatro obispos, desobedeciendo a Roma. La respuesta no se dejó esperar: Juan Pablo II excomulgó a Marcel Lefebvre y sus obispos.

Un obispo que divide a los católicos

En los años 90, otro obispo saltó a la crónica: monseñor Wolfgang Haas. Juan Pablo II había colocado a este hombre conocido por sus ideas conservadoras a la cabeza del obispado de Coira, corriendo el riesgo de incomodar a los parroquianos cuidadosos de conservar su autonomía.

A la medida siguió una larga serie de discensiones entre el obispo y los fieles, discensiones ámpliamente reflejadas por los medios de comunicación. El Vaticano terminó trasladando a monseñor Haas.

En 1998 separó a Liechtenstein de la diócesis de Coira y creó una arquidiócesis en el principado. Monseñor Haas tomó el cargo de arzobispo; o sea que el prelado fue desplazado, pero promovido. Las apariencias eran mitigadas.

“El asunto Haas representó una grave lesión para la Iglesia. Roma no tomó las medidas urgentes que se imponían y declinó toda responsabilidad. Este asunto ha dejado huellas visibles hasta hoy”, señala Leo Karrer.

Obispo y padre

En junio de 1995, otro obispo hizo titular. Apenas 14 meses después de su nominación, el obispo de Basilea Hansjörg Vogel anunciaba que iba ser padre.

El hecho causó una difícil discusión sobre la razón del celibato de los sacerdotes. En ese contexto, los suizos han reducido la imagen del Papa a la postura tomada sobre el celibato, la sexualidad y el ministerio de las mujeres.

Una imagen bastante limitada e injusta según Leo Karrer. “La integridad personal del Santo Padre y su magnífico compromiso en favor de la paz, los derechos humanos y la democracia merecen un mayor reconociemiento”, subraya el teólogo.

Un viaje con fondo de prueba

A pesar de las relaciones a veces tensas, el Papa vino a Suiza por tercera vez. Visitó Berna el 5 de junio de 2004 para asistir al encuentro de los jóvenes católicos suizos.

Unos 14.000 participantes reunidos pudieron descubrir un Papa bastante disminuido que se desplazaba en silla de ruedas y se expresaba con dificultad. Pero los problemas de salud no le impidieron mantener el contacto con los fieles.

Esa visita a Berna fue considerada como una verdadera prueba por los colaboradores de Juan Pablo II. El que la haya realizado bien, pese a su quebrantada salud, mostró que el Papa aún estaba en condiciones de llevar a cabo su misión, e incluso de viajar, a condición de no someterle a un programa recargado.

En el plano político, esta visita permitió normalizar las relaciones diplomáticas entre Suiza y el Vaticano. El gobierno suizo aprovechó la oportunidad para anunciar el nombramiento de un embajador pleno en la Santa Sede. No lo había hecho antes por consideración a las otras confesiones existentes en el país.

¿Y mañana?

A juicio de Leo Karrer, el próximo Papa seguirá los pasos de su predecesor en lo que respecta a los grandes principios éticos.

En cambio, deberá dar más espacio a la discusión en el seno de la Iglesia. “Desde el punto de vista de los católicos suizos, la discusión interna deberá adquirir mayor peso. Haciéndolo así haría que la base tenga más posibilidad de ser escuchada en el nivel institucional”, sentencia el teólogo.

swissinfo, Felix Münger et Olivier Pauchard
(Traducción: Juan Espinoza)

El Papa vino a Suiza en tres ocasiones:
A Ginebra, el 15 de junio de 1982.
Visitó varias ciudades del país entre el 12 y el 17 de junio de 1984.
Estuvo en Berna los días 5 y 6 de junio de 2004 para compartir con los jóvenes católicos suizos.
Según el censo federal de 1990, 46% de los helvetas decían profesar la religión católica. En 2000 era 41,8%
La seguridad del Vaticano está a cargo de una centena de efectivos de la Guardia Suiza, que forman el ejército más pequeño del mundo.

– Antes de Juan Pablo II, Suiza era relativamente pobre en santos y bienaventurados. En casi 27 años de pontificado, el Papa ha beatificado a cuatro suizos y promovido a tres de los ocho cardenales de la historia helvética.

– En 1995, 8.000 personas asistieron a la beatificación de las religiosas Marie-Thérèse Scherer, de Lucerna; la argoviana Bernarda Bütler, así como de la costurera friburguesa Marguerite Bays. El canónigo valesano Maurice Tornay, misionero en Tibet, había conocido ese honor dos años antes.

– El Papa nombró también a tres cardenales suizos: el arzobispo tesinés Gilberto Agustini (noviembre 1994), quien hizo su carrera en el Vaticano; el antiguo obispo de Sion Henri Schwery (junio 1991) y el gran teólogo luncernés Hans Urs von Balthasar (1988). Este último falleció dos días antes de vestir el púrpura cardenalicio

– Finalmente fue el padre suizo Georges Marie Martin Cottier quien obtuvo esa tercera promoción a cardenal. En septiembre de 2003 fue nombrado “príncipe de la Iglesia”. El dominico de origen ginebrino, a punto de cumplir los 83 años de edad, ocupaba el cargo de teólogo de la Casa pontifical.

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