
Israel desplaza a miles de refugiados palestinos de Cisjordania:»No quieren que existamos»
Patricia Martínez Sastre
Tulkarem (Cisjordania), 1 mar (EFE).- El palestino Taleb Mahmud Abu Sariyeh, de 70 años, habita desde hace unas semanas un colegio en construcción convertido en refugio. Al igual que él, unas 40.000 personas del norte de Cisjordania ocupada, la mayoría descendientes de los palestinos que fueron expulsados en la guerra árabe-israelí de 1948, se han visto de nuevo desplazados de sus casas. Sus calles las ha ocupado el Ejército israelí, en una ofensiva que temen acarree el fin de los campamentos de refugiados.
«No se trata de desplazamiento, sino de desarraigo. El mensaje que nos dieron es ‘queremos que os vayáis’. No quieren que existamos», dice Abu Sariyeh, junto a su mujer y las dos hijas de esta, en una escuela en la ciudad de Tulkarem en la que ahora viven unas 110 personas desplazadas del campamento homónimo. Miles más han tenido que alquilar una segunda casa o comparten la de sus familiares en áreas cercanas.
«Yo creo que la política (israelí) es deshacerse de los campamentos», continúa el anciano. En toda Cisjordania existen 19 campamentos de refugiados -con viviendas de hormigón y superpoblados- donde hoy viven cerca de un millón de palestinos, mientras que otros cinco millones están repartidos entre Gaza, Líbano, Siria y Jordania. El de Tulkarem era el segundo más populoso de Cisjordania con unas 21.000 personas; hoy solo quedan 350 familias.
El pasado 21 de febrero, un mes después del inicio de la operación militar en Cisjordania en la que ya han muerto al menos 55 palestinos -incluidos niños-, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, visitó por primera vez el campamento de refugiados de Tulkarem y anunció una intensificación de la operación en curso que engloba los campamentos de Yenín -hoy una ciudad fantasma tras la salida de unas 17.000 personas- y el de Nur Shams.
«Estamos entrando en los bastiones terroristas, limpiando calles enteras utilizadas por terroristas, sus casas», dijo entonces Netanyahu vestido con un chaleco antibalas desde Tulkarem. El jueves, su ministro de Defensa, Israel Katz, insistió en que los campamentos de refugiados son «la principal infraestructura del terrorismo» en Cisjordania y dijo haber dado instrucciones a sus tropas para que permanezcan en los tres «durante al menos un año».
Las consecuencias ya son devastadoras. Más de 5.000 estudiantes no están yendo al colegio desde entonces, según datos de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA); las excavadoras israelíes han levantado calles, según pudo comprobar EFE, y destruido cientos de viviendas, el tendido eléctrico y el alcantarillado, haciendo los campamentos inhabitables.
Shalabi se desangró durante seis horas
Manal Hafi, directora general del servicio de ambulancias de la Media Luna Roja Palestina en Tulkarem (PRCS, por sus siglas en inglés), dice que el número de personas que han tenido que ayudar a evacuar sus casas no tiene precedente: unos 3.000 vecinos. También han hecho entrega de medicinas, comida o papilla para bebés a aquellas familias que no tienen otro lugar al que ir o dinero para alquilar otra casa.
Hafi recuerda la evacuación de un anciano que estuvo una semana incomunicado dentro su casa en el campamento de Tulkarem, sin comida ni electricidad. Como es protocolo, la Media Luna intentó coordinar con el Ejército israelí su traslado y evacuación segura, pero le fue denegada. «El día que finalmente lo conseguimos, lo primero que hizo fue pedirnos comida a través de gestos», dijo la mujer llevándose la mano a la boca.
Pero el suceso que todos los sanitarios de la PRCS recuerdan es el asesinato el pasado 9 de febrero de la palestina Sondos Shalabi, de 23 años y embarazada de ocho meses, cuando huía de su casa en Nur Shams, a menos de cuatro kilómetros del campamento de Tulkarem.
Los disparos de un soldado israelí dejaron en estado crítico a su marido, y cuando ella abandonó el coche en busca de ayuda, fue abatida de un tiro en la cabeza a escasos metros del vehículo. El Ejército dice estar investigando el ataque.
Shalabi, según uno de los paramédicos que presenció su muerte, permaneció en el suelo desangrándose durante seis horas y 20 minutos hasta que la ambulancia -hoy vehículos 4X4 para lograr avanzar por las calles destruidas- recibió el permiso israelí para tomar su cuerpo. «Tienes 15 minutos para llevártela. Hazlo», dice el sanitario que le advirtieron los soldados. El bebé de Shalabi tampoco sobrevivió.
Para el gobernador de Tulkarem, Abdallah Kmail, esta agresión tiene un carácter político y responde a los planes de anexión que Israel mantiene desde hace décadas sobre Cisjordania ocupada, solo que ahora «con el respaldo (del presidente de EE.UU.), Donald Trump», lamenta el político. Él cree que Netanyahu, sobre todo tras su visita a Tulkarem, le ha declarado la guerra a los campamentos; al igual que hizo antes con el Líbano, Siria y Gaza.
«Israel quiere extender lo que llama su soberanía y está trabajando duro para debilitar tanto a la UNRWA como a los campamentos de refugiados, donde viven los testigos de la Nakba (catástrofe)»; añade Kmail, usando el término árabe para referirse a ese octubre de 1948 cuando 750.000 palestinos -dos tercios de los que vivían en el territorio que acababa de convertirse en Israel- perdieron sus casas.
«Pero irnos o ser desplazados ya no está en nuestra agenda. No seremos desplazados de nuevo», asegura. EFE
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