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La hermana del vendedor inmolado hace 10 años llama a los tunecinos a seguir la lucha

Leila Bouazizi, hermana del vendedor ambulante Mohamed Bouazizi, cuya inmolación hace una década fue la chispa que disparó la Primavera Árabe, el 29 de noviembre de 2020 en Montreal afp_tickers

Los jóvenes tunecinos deben seguir «protestando» por una vida mejor: para la hermana del vendedor ambulante Mohamed Bouazizi, cuya inmolación hace una década encendió la chispa de la Primavera Árabe, la revolución no ha terminado.

Pero Leila Bouazizi admite que a pesar de la democratización en marcha en Túnez, la revuelta que estalló a finales de 2010 hizo poco para resolver los problemas económicos que empujó a su hermano a la desesperación.

«Todo el mundo pensaba que el gobierno haría algo», dijo a AFP en Montreal, a donde se mudó en 2013 para estudiar.

«Lamentablemente no hizo nada», añadió, diciéndose «muy decepcionada» por el desenlace de las revueltas, aunque provocó la caída del dictador Zine El Abidine Ben Ali e instaló un frágil sistema democrático.

Mohamed Bouazizi y su familia vivían en circunstancias modestas en Sidi Bouizid, principal urbe de una región desfavorecida del oeste de Túnez.

Como muchos jóvenes sin empleo, Mohamed, entonces de 26 años, se ganaba la vida gracias a un pequeño negocio informal vendiendo frutas y legumbres.

El 17 de diciembre de 2010, la policía decomisó su mercancía y la pequeña carreta que le servía de puesto improvisado.

Tras una serie de acosos policiales, esta fue la gota que rebasó el vaso. Mohamed se roció con gasolina y se prendió fuego.

«Fue una acumulación de cosas lo que lo llevó a explotar», dice Leila, ahora de 34 años.

Cuando fue a quejarse ante las autoridades locales, «él no tuvo respuesta». Mohamed estaba «realmente muy agitado», recuerda su hermana, que entonces estudiaba en otra ciudad. «Por eso es que tomó la gasolina».

El joven moriría de sus heridas a inicios de 2011.

– Amenazas y acoso –

Pero su gesto desató inéditas manifestaciones en todo el país, apoyadas por la fuerza de la movilización sindical y la caja de resonancia de las redes sociales, que luego se expandieron por todo Medio Oriente.

Tras un mes de levantamiento popular sin precedentes, Ben Ali, que ostentaba el poder desde hacía 23 años, se dio a la fuga el 14 de enero de 2011.

«Tras la inmolación de mi hermano, todo el mundo (…) manifestó contra el sistema», recuerda Leila, subrayando que Mohamed había vivido y denunciado la «misma situación» que muchos jóvenes.

Tras su muerte, la familia Bouazizi fue objeto de acoso y «muchas amenazas», incluyendo de muerte, tanto en las redes sociales como en las calles por parte de detractores de la revuelta.

Por otro lado, también fueron acusados de aprovecharse de la muerte del joven para enriquecerse. «Era peligroso», dice. Su madre, hermanos y hermanas se le unieron en Canadá, donde Leila trabaja en la industria aeronáutica.

Dice que están «bien integrados» pero siguen desde el exilio las transformaciones en Túnez.

– «Peor ahora» –

Diez años después, el país ha hecho avances, dice: adoptó una nueva constitución y organizó elecciones democráticas.

«Podemos hablar, podemos manifestar», reconoce, subrayando la falta de libertades políticas durante el régimen de Ben Ali.

Pero la sucesión de gobiernos no ha domado la situación económica, aún difícil especialmente para los jóvenes, añade.

«Cada vez que hay una votación, dicen: ‘las cosas van a cambiar'», señala.

«Pero desde que llegan al poder, nada cambia».

Lamenta especialmente la ausencia de medidas concretas para reformar un sistema de salud fallido o para canalizar las aguas de lluvia que provocan muertes cada año.

A pesar de algunas mejoras políticas, los jóvenes en las regiones marginadas enfrentan una tasa de desempleo que es hasta el triple del promedio nacional de 16%.

Y con el aumento en el costo de la vida, salarios estancados y pocas oportunidades incluso para los más educados, «la situación es quizás peor ahora» que antes de la revolución, cree Leila.

Decenas de jóvenes tunecinos se siguen inmolando cada año, mientras que otros arriesgan sus vidas en la peligrosa travesía hacia Europa.

«No es solamente mi hermano, hay muchas personas que perdieron la vida», reclamando mejoras, indica.

Muchos tunecinos «no dejan de manifestar, de denunciar», y según ella el acto de su hermano les «da mucha fuerza» para «cambiar el sistema».

«Quizás tomará otros diez años pero los jóvenes deben seguir protestando, denunciando, para obtener sus derechos»

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