La represión en Egipto es «sistemática» pese a la liberación de varios activistas

Egipto liberó recientemente a destacados presos políticos, en lo que parecía una apertura del país y una menor persecución a la disidencia. Pero para los defensores de los derechos humanos, la represión sigue siendo «sistemática» y no hay signos de mejora.
Este país, el más poblado del mundo árabe con 102 millones de habitantes, es objeto de duras críticas en materia de derechos humanos. Pero en 2021, parecía que la situación empezaba a cambiar.
El presidente Abdel Fatah al Sisi, que desde que llegó al poder en 2013 ha ido limitando las libertades de la población, puso fin al estado de emergencia que rigió durante años y que permitía leyes y tribunales de excepción.
Luego fueron puestos en libertad varios activistas de los derechos humanos y disidentes políticos, liberales o islamistas.
Por citar algunos casos: el estudiante italo-egipcio Patrick Zaki salió de la cárcel, el activista Hosam Bahgat, que en lugar de tres años de cárcel fue condenado a una multa, y el palestino-egipcio Ramy Shaath pudo exiliarse en Francia tras 900 días de detención (a cambio de renunciar a su nacionalidad egipcia).
– «Represión brutal» –
Pero, al mismo tiempo, el preso político más conocido de Egipto, Alaa Abdel Fatah, fue condenado a cinco años de cárcel, igual que Ziad el Elaimi, otra destacada figura de la oposición liberal, y varios militantes de renombre.
Y también se han aprobado nuevas leyes represivas, entre ellas una que exige a las oenegés que se registren antes de mediados de enero, si no quieren ser disueltas.
Las organizaciones critican este «proceso complicado que requiere cientos de documentos», según Human Rights Watch (HRW), y que no garantiza su existencia.
La Arab Network for Human Rights Information (ANHRI) anunció que fue informada en octubre que no podría registrarse bajo este nombre.
Esta oenegé, una de las más importantes y antiguas de Egipto, cerró el 10 de enero. En 18 años de existencia, había sobrevivido a tres presidentes, una revuelta popular y el derrocamiento de un jefe de Estado.
Para HRW, «los intentos superficiales de Egipto para dar una impresión de progreso no consiguen esconder la represión brutal de todo tipo de disidencia». Esto «no es el fin de la represión sistemática», alerta.
– 60.000 detenidos –
El presidente Sisi niega todas estas acusaciones.
En septiembre, presentó su «estrategia nacional para los derechos humanos», según la cual la educación, la salud y la electricidad son más importantes que el derecho de concentración, casi prohibido en el país.
La ANHRI denunció «el aumento de las persecuciones policiales, legales o no» y de «las crecientes violaciones de los derechos humanos».
Su fundador, Gamal Eid, tira la toalla, después de años de acoso por parte de las autoridades. Ahora, con sus bienes bloqueados, tiene prohibido salir del territorio.
Su ejemplo no es el único, recuerdan las oenegés. El país cuenta con 60.000 detenidos por cuestiones de opinión, y muchos otros, libres, pero con la cuenta bancaria bloqueada y sin poder viajar.
Amnistía Internacional y una veintena de oenegés denuncian «un balance catastrófico» con «militantes pacifistas, defensores de los derechos humanos, abogados, profesores universitarios y periodistas detenidos sólo por haber ejercido sus derechos de liberta de expresión, reunión pacífica y asociación».