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La reunificación de Alemania, una revolución del día a día de los berlineses

Elena Garuz

Berlín, 27 sep (EFE).- La reunificación alemana el 3 de octubre de 1990 fue el resultado inevitable de la caída del muro de Berlín casi un año antes y supuso no sólo un cambio político y económico, sino también una revolución en el día a día de los residentes de una ciudad que había sido símbolo de la Alemania dividida.

Cuando cayó el muro, hacía pocos meses que Anne H. había llegado embarazada a Berlín, donde ya había vivido unos años tiempo atrás.

Vivía con su marido, Andrés P., español, en el barrio de Tempelhof, en Berlín Occidental, donde subarrendaban un apartamento por un tiempo limitado.

Pensaban que en Berlín sería relativamente fácil encontrar vivienda y trabajo, pero «para los de fuera fue una locura desde el primer momento», cuenta Anne, nacida en Rumanía como parte de la minoría alemana de ese país, a EFE.

«No sé si ya se vislumbraba la reunificación», dice, pero «que lo de las viviendas se complicara tanto se debía a que se sabía que Berlín se convertiría en la capital», opina.

Y no sólo eran ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA) los que se mudaban a Berlín, sino también de la Alemania Occidental, puntualiza.

En tanto, a Angela H., que se había mudado en 1986 desde su Leipzig natal, le faltaban pocos días para dar a luz cuando vio por televisión en su pequeño apartamento en el barrio de Friedrichshain, en Berlín Oriental, unas imágenes en blanco y negro de la rueda de prensa en la que Günter Schabowski, miembro del Politburó de la RDA, anunció confusamente la apertura fronteriza.

En esos momentos, el tema de la vivienda lo tenía resuelto y más adelante, cuando ya buscó algo más grande donde vivir con su familia, se postuló en una inmobiliaria municipal y en 1992 consiguió un apartamento céntrico en el mismo barrio.

Transporte abarrotado en un laberinto de líneas

Los cambios «afectaban toda la vida diaria, no sólo los precios de los alimentos, sino también el transporte», rememora en declaraciones a EFE.

«Uno salía y tenías la rutina: voy a tomar esa línea o la otra línea para llegar a un destino cualquiera. Y de repente, estabas en tus cosas (…) y mirabas por la ventana del metro y decías: ‘¿pero dónde estoy?'», añade.

De la noche a la mañana habían surgido estaciones de metro, que antes no estaban y que luego fueron descubriendo que siempre habían existido, estaciones fantasma que no se usaban el tiempo que Berlín estuvo dividida, explica.

«Tenías que aprenderte todo el sistema de transporte otra vez (…), fue un poco un reto», reconoce.

La consecuencia inmediata de la caída del muro fue que «de pronto había mucha más gente en la ciudad», dice Anne por su parte, que recuerda sobre todo los metros abarrotados.

«A menudo no podía subir de lo lleno que estaba y entonces tenía que esperar a que llegara el siguiente metro», añade.

Nada más llegar, Andrés se puso a trabajar de friegaplatos en un restaurante italiano y, aunque siguió buscando, a falta de conocimiento de alemán, no encontró ningún otro trabajo.

Cuando vieron, además, lo complicado que estaba el tema de la vivienda -únicamente encontraron una vivienda social bastante descuidada, rodeada de carreteras con mucho ruido- decidieron dejar Berlín e irse a Núremberg, en el sur de Alemania, donde vivían los padres de ella y a donde llegaron poco antes de la reunificación.

Mientras, Angela, tras un año de excedencia por maternidad, regresó a su antiguo trabajo en el Servicio General Alemán de Noticias (ADN) de la RDA, pero tras la caída del muro y la reunificación, se encontró con su departamento desmantelado, sin sus antiguos compañeros y un puesto para ella en documentación, ya que como madre sola con un hijo menor a su cargo, no podía ser despedida.

Su pareja y padre de su hijo había tenido que regresar por el momento a Cuba, ya que con la reunificacion alemana, los acuerdos bilaterales entre la extinta RDA y La Habana quedaron sin efecto.

La falsa ilusión de la paridad de la moneda

En julio de 1990 entró en vigor la unión monetaria entre la RDA y la República Federal de Alemania (RFA), considerado un primer paso hacia la reunificación.

Con la unión monetaria, el marco alemán se convirtió en la única moneda de curso legal. Los gobiernos de ambas Alemanias acordaron un tipo de cambio de 1:1 para salarios, pensiones, alquileres y ahorros hasta un determinado importe.

Angela, que a su vuelta al trabajo se vio con la agradable sorpresa de un aumento de sueldo para adaptar con el cambio de moneda los ingresos mensuales a gastos como el alquiler, la electricidad y el gas, se dio cuenta pronto, cuando comenzaron a llegar las facturas en marcos alemanes, que esa subida quedaba en nada. EFE

egw/cae/alf

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