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Las elecciones locales de Polonia evidencian divisiones internas en el Gobierno de Tusk

Miguel Angel Gayo Cracovia (Polonia), 13 abr (EFE).- Las elecciones locales en Polonia y los desiguales resultados obtenidos por la coalición del Gobierno han aumentado sus diferencias internas y amenazan con desembocar en una crisis en el ejecutivo cuando solo lleva cuatro meses en el poder. La alianza liderada por el liberal Donald Tusk engloba a más de 12 partidos con tendencias que van del conservadurismo democristiano a la izquierda moderada y, una vez conseguido su empeño de arrebatar el poder a los ultraconservadores, se enfrenta a desavenencias que han quedado patentes tras las elecciones del pasado domingo. Así, el PSL, uno de los socios mayoritarios de la coalición del Gobierno, ha reclamado a Izquierda, que obtuvo menos de un 7 % de los votos a nivel nacional, que le traspase al menos una de las tres carteras ministeriales que controla, como “castigo” por sus pobres resultados. Además, Szymon Holownia, líder de Polonia 2050 y otro de los aliados de Tusk que aporta más escaños a la coalición, exigió que se retrasase el debate sobre la liberalización del aborto hasta después de las elecciones, para evitar que la polémica les perjudicase de cara a su electorado democristiano. El PSL también sugirió que la presidencia del Parlamento no se entregara a Izquierda en el próximo tuno pese a que se había acordado que esta fuera ocupada de manera rotatoria por representantes de cada partido. Debido a la baja participación, que apenas superó el 50 %, todos los partidos político perdieron votos en términos absolutos: la oposición ultraconservadora de Ley y Justicia (PiS) obtuvo 2,7 millones menos de apoyos que en las generales del año pasado, y la Plataforma Cívica de Tusk (PO) sacó 2,2 millones menos de votos. Esto certifica, por un lado, el final de la euforia de regeneración democrática y cambio que acompañó a la llegada al poder de Tusk y sus aliados; y por otro lado, confirma que los ultraconservadores han sido capaces de conservar casi intacta su base electoral, pues no en vano consiguieron más votos que ninguna otra formación: un 33,7 % frente al 31,9 % de PO. A falta de que una segunda vuelta decida sobre las alcaldías de algunas ciudades importantes, como Cracovia, Poznán o Breslavia, los comicios locales volvieron a confirmar el mapa electoral que se repite en Polonia desde hace décadas: las grandes urbes se decantan por candidatos liberales o de centro y las zonas rurales prefieren ayuntamientos conservadores, hasta el punto de que el PiS no obtuvo la victoria en primera ronda en ninguna de las 100 circunscripciones más pobladas. Los dos partidos mayoritarios de Polonia, la PO de Tusk y el PiS, han obtenido con muy pocas variaciones los mismos resultados electorales proporcionales en los últimos 10 años: algo más del 30 % para el PiS y algo menos para PO; y solo la irrupción de Polonia 2050 hace dos años y la alianza “anti-PiS” que se formó el año pasado han podido alterar el “status quo”. Estas elecciones han sido consideradas como un test para medir la erosión sufrida por la coalición gobernante y para ver hasta dónde llega el descontento del electorado por las pocas promesas electorales cumplidas hasta ahora (que un diario polaco cifraba en 15 de un total de 100) y, por ejemplo, un 48 % de los habitantes de grandes ciudades se declaraba decepcionado ante la falta de resultados en temas como la reforma judicial o el aborto. El partido de Donald Tusk, que, como fuerza dominante en la coalición, es considerado responsable principal de los logros y fallos del Ejecutivo, no ha podido aprovechar su posición en el Gobierno central para afianzar su presencia en el sur y el este del país, que son los feudos tradicionales del PiS. Pocos días después de las elecciones, se confirmó que los miembros de la coalición irán por separado a las elecciones europeas de junio, y ya arrecian los rumores sobre la primera crisis de Gobierno con reajustes ministeriales derivados de las elecciones locales. Resta por ver cómo estas agitaciones internas, a las que se une la declarada hostilidad del presidente Andrzej Duda, pueden afectar a la capacidad del Gobierno de Tusk para llevar a delante su programa político. EFE mag/rz/amg

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