
Las sequías extremas, duraderas y repetidas amenazan un ecosistema crucial: las praderas
Redacción Ciencia, 16 oct (EFE).- Las plantas saben adaptarse a las sequías moderadas pero cuando la falta de agua es extrema y repetida, los matorrales y praderas, ecosistemas cruciales para la ganadería, la biodiversidad, la economía y el medioambiente, dejan de ser ecológicamente funcionales y su productividad decae de forma severa.
Esta es la principal conclusión de un estudio global que ha simulado los efectos de las sequías extremas en 74 zonas de pastizales y matorrales de todo el mundo y que ha demostrado que cuando la falta de agua es extrema y prolongada, estos ecosistemas pierden su capacidad natural de recuperación.
Los resultados de la investigación, en la que han participado cerca de 200 científicos de más de 120 instituciones del mundo, dirigidos por Timothy Ohlert y Melinda D. Smith, de la Universidad Estatal de Colorado (Estados Unidos), se publican este jueves en Science.
El estudio advierte también de que, debido al cambio climático, las sequías extremas que en el pasado se producían cada cincuenta años son ahora mucho más frecuentes y suceden cada cinco años. En las próximas décadas, se espera que ocurran cada tres años, poniendo en peligro la viabilidad de las zonas de matorral y pasto que cubren casi el 50 % de la superficie terrestre.
Sin embargo, los efectos de las sequías extremas no serán iguales en todas las regiones, sino que serán más graves en regiones áridas y semiáridas como el Mediterráneo, suroeste de Estados Unidos, África austral y Asia central.
Simular una sequía
Para hacer el estudio, los científicos simularon las condiciones de sequía extrema que se producen una vez cada cien años para evaluar los efectos a corto y largo plazo en los pastizales y matorrales que, entre otros servicios almacenan más del 30 % del carbono mundial, reciclan agua y nutrientes y sostienen industrias clave, como la ganadería.
Para ello, construyeron estructuras para capturar las precipitaciones y reducir cada episodio de lluvia en una cantidad determinada durante un periodo de cuatro años en ecosistemas de pastizales y matorrales de todo el mundo.
La investigación demostró que «la vegetación se adapta a la sequía mientras sea moderada, pero cuando es extrema llega un momento que deja de funcionar y se acerca al colapso, y esto lo hemos probado en todos los continentes del planeta a la vez», detalla a EFE Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y coautor del estudio.
Los experimentos demostraron que tras cuatro años de sequía extrema, la pérdida de productividad vegetal (creación de nuevas plantas) se duplica lo que, a su vez, amenaza la capacidad de las praderas para absorber y secuestrar carbono a nivel global.
Además, esta merma de productividad también afectaría a servicios esenciales como la ganadería o la agricultura, porque, entre otras cosas, los matorrales y prados son barreras naturales contra la erosión y albergan polinizadores y microorganismos beneficiosos para los cultivos, apuntan los autores.
Impacto en el Mediterráneo
El estudio advierte de que los impactos más severos de las sequías extremas se concentrarán en las regiones más secas, como el Mediterráneo, donde además hay una mayor variabilidad en el ciclo de lluvias y una alta radiación solar, lo que aumenta las temperaturas y hace que se evapore más agua.
En España ya se están viendo las consecuencias del cambio climático, «con episodios extremos de lluvias como los que están afectando estos días al Levante y Cataluña» y donde «acabamos de afrontar una sequía extrema. Hace un año había tanta sequía en Cataluña que se planteó incluso traer agua en barcos», recuerda Peñuelas.
Precisamente por las características de la península ibérica, los científicos españoles, pioneros en este tipo de estudios, llevan ya más de treinta años estableciendo los sistemas que han servido de base en este estudio: «En España recogemos datos experimentales desde los años 90 o sea, que hemos visto la evolución incluso no solo del tratamiento que hacemos simulando sequías, sino del incremento de las sequías del propio clima», subraya.
En España, las parcelas experimentales que siguen recogiendo datos están en el Garraf (Cataluña), la finca El Espartal, en Ciempozuelos (Madrid), en Cadiz, Murcia, y en los pastos subalpinos del Pirineo, que han sido gestionadas por científicos del CREAF-CSIC, por el Instituto de Investigación en Cambio Global de la Universidad Rey Juan Carlos (IICG-URJC) y por el Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC, entre otras entidades españolas.
Mitigar el cambio climático y adaptarse
Para Peñuelas, las conclusiones del trabajo son claras: «Refleja el grave problema que afrontamos y del que estamos pasando bastante como sociedad. Es urgente tratar de frenar el calentamiento global y adaptarnos a sus efectos».
«Estamos inmersos en un cambio climático preocupante». El planeta está «casi dos grados más caliente que hace 100 años, y eso significa que debemos ser conscientes de que vivimos en un mundo más cálido, con mucha más energía, lo que provoca fenómenos cada vez más extremos a los que tenemos que adaptarnos», y en paralelo, «debemos esforzarnos por evitar que la situación empeore y dejar de carbonizar el planeta», concluye. EFE
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