
Los ucranianos más vulnerables: sin opciones de empezar de nuevo, ni de volver a casa
Marcel Gascón
Dnipró (Ucrania), 21 feb (EFE).- Después de casi tres años de guerra, las autoridades y las ONG ucranianas trabajan con sus socios internacionales para atender a los nuevos desplazados, al tiempo que se esfuerzan por seguir cubriendo las necesidades de quienes dejaron hace tiempo sus casas y no tiene medios propios para empezar una nueva vida por sí mismos.
“Millones de personas han estado viviendo desplazadas durante años, y las más vulnerables viven en residencias colectivas desde hace casi tres años, ya que no tienen ningún otro lugar al que ir”, dice a EFE Elisabeth Haslund, responsable de comunicación de ACNUR en Ucrania.
A estos desplazados se les han sumado desde el verano otros 205.000. “Muchos de los nuevos evacuados y desplazados son extremadamente vulnerables, a menudo gente mayor, personas con discapacidades o movilidad reducida y con distintos problemas de salud”, explica Haslund sobre un fenómeno que está añadiendo presión al sistema de apoyo del que forma parte la ACNUR.
80.000 personas sin lugar adonde ir
En un antiguo hospital de la ciudad de Dnipró, en Ucrania central, la ONG ucraniana Océano de Bondad opera con apoyo de ACNUR y de la ONG Right to Protection una de las 1.600 residencias colectivas distribuidas por Ucrania que alojan en estos momentos a cerca de 80.000 desplazados internos.
Raisa es una de las recién llegadas a este centro, especializado en el tratamiento de ancianos y personas con discapacidad, que dispone de 150 camas y no deja de recibir a nuevos evacuados.
“No teníamos agua ni electricidad; me caí yendo a la iglesia y me evacuaron aquí”, contó sobre la situación en su ciudad, Pokrovsk, asediada por los rusos, esta mujer de 92 años, en la habitación que comparte con otras mujeres desplazadas de la región oriental de Donetsk, ocupada parcialmente por los rusos.
Una de ellas es Lena Mednikova, de 63 años, que llegó el 10 de febrero de Kostiantinivka. “Éramos atacados constantemente, el enemigo se acercaba y había soldados por todas partes; no teníamos agua ni luz”, dice.
Raisa y Lena, que no tienen familiares en Ucrania, esperan ser trasladadas a un centro para ancianos donde sigan recibiendo atención, algo que no siempre es posible por la falta de espacio y servicios especializados.
Olga Volkova, la directora de la residencia de Océano de Bondad en Dnipró, explica que algunos de los desplazados se quedan durante un largo tiempo en el centro, al ofrecer éste tratamientos y cuidados que muchas otras instituciones no pueden ofrecer.
En el centro vive también desde hace unos diez días Tetiana Ríbkina, una psicóloga de 25 años con movilidad reducida debido a la parálisis cerebral que le fue diagnosticada al nacer.
Ríbkina fue evacuada de los alrededores de Pokrovsk por el deterioro de la situación en la zona y con ayuda del personal especializado del centro espera encontrar trabajo y poder reconstruir su vida, marcada ahora por la angustia por la situación de su madre y su abuela, que permanecen en Donetsk.
Una residencia de estudiantes reconvertida
También en Dnipró, en una residencia de estudiantes parcialmente reconvertida para alojar a desplazados, vive desde abril de 2022 con su hija, su nieto y su madre de 93 años Valentina Bujayova, que huyó del avance ruso sobre su ciudad, Lisichansk, en la región de Lugansk, en las primeras semanas de la guerra.
Como vecina en este alojamiento temporal tiene a Irina Popova, su marido, sus dos hijos y la madre de éste, que se refugiaron en Dnipró tras huir de la localidad de Rubizhne, donde encontraron refugio años atrás al marcharse de la ciudad de Lugansk, en manos de los rebeldes prorrusos desde 2014.
Al ser preguntados sobre sus planes en caso de que termine la guerra, todos descartan a corto plazo volver al lugar que dejaron atrás. “Se necesitarán muchos años de reconstrucción”, dice Tetiana, la joven psicóloga de Pokrovsk.
“No”, dice tajante sobre esa posibilidad Lena, la pensionista de Kostiantinivka. “No hay ninguna esperanza. Todo ha sido destruido”, remacha.
Popova, la joven madre de Lugansk, tampoco piensa en volver a vivir en los dos lugares que le arrebató la guerra, pero espera, con el fin del conflicto, poder regresar de vacaciones, “para que mis hijos puedan pasar los veranos con mi abuela”.
“Si bien un potencial alto el fuego o negociación de paz podrían detener los ataques y las bombas diarias, la reconstrucción y la recuperación no ocurrirán de la noche a la mañana, y las necesidades humanitarias permanecerán”, dice Elisabeth Haslund, la responsable de comunicaciones de la agencia en Ucrania. EFE
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