
Malaui apunta a las elecciones entre promesas, pobreza extrema y desconfianza
Paula García-Ajofrín
Lilongüe, 20 jul (EFE).- Malaui dio esta semana el pistoletazo de salida a una nueva campaña electoral de cara a las elecciones generales del próximo 16 de septiembre, en un contexto marcado por la pobreza extrema, la desconfianza en las instituciones y un creciente malestar ciudadano.
Malaui, el cuarto más pobre del mundo (según el Banco Mundial), enfrenta una crisis multidimensional agravada por la inflación, la escasez de divisas y los efectos del cambio climático.
Cerca del 70 % de la población vive con menos de 2,15 dólares al día, y más de cinco millones de personas sufren inseguridad alimentaria aguda, según la ONU.
En este escenario, el pasado lunes comenzó oficialmente el periodo de campaña, que durará dos meses.
Organizaciones de la sociedad civil y la oposición ya han expresado dudas sobre la imparcialidad del proceso, después de que la Comisión Electoral de Malaui (MEC) se negara a permitir el acceso al censo por parte de observadores independientes, lo que ha intensificado el temor a un posible fraude.
Una manifestación convocada a finales de junio en la capital, Lilongüe, por la ONG Ciudadanos por unas Elecciones Creíbles para exigir auditorías independientes del censo acabó en enfrentamientos atribuidos a una milicia juvenil supuestamente vinculada al gobernante Partido del Congreso de Malaui (MCP).
«El MCP está siendo acusado de utilizar el miedo y la intimidación contra los ciudadanos que expresan su opinión», alertó Human Rights Watch.
Carrera fragmentada y desafección
En este clima tenso y con 17 candidatos presidenciales en liza, el actual presidente, Lazarus Chakwera, de 70 años, buscará la reelección frente a dos pesos pesados: los expresidentes Peter Mutharika (2014-2020), de 85 años, y Joyce Banda (2012-2014), de 75.
Aunque todos cuentan con experiencia ejecutiva, también arrastran el lastre de antiguos escándalos de corrupción y gestiones económicas fallidas.
Lo más probable es que ningún candidato logre superar el umbral del 50 % necesario para evitar una segunda vuelta, lo que abriría la puerta a negociaciones y alianzas postelectorales.
Lejos de generar entusiasmo, esta fragmentación alimenta la sensación de que, gane quien gane, poco cambiará.
«He visto pasar varios Gobiernos, todos con promesas que se hicieron, pero que no se cumplieron», afirma a EFE un trabajador de una organización humanitaria internacional, bajo anonimato.
Banda, única mujer entre los 17 candidatos, afirmó el pasado junio que «los malauíes han perdido la esperanza».
«La deuda nos está ahogando -advirtió- y el liderazgo está fallando. Estas elecciones son una nueva oportunidad para que los malauíes arreglen lo que está roto».
Además de las tensiones políticas, los grandes desafíos estructurales del país dominan el debate electoral. Con una economía dependiente de la agricultura de subsistencia, Malaui es especialmente vulnerable a los efectos del clima.
En 2024, la sequía causada por el fenómeno El Niño arrasó cultivos y disparó el desempleo en zonas rurales, donde vive el 80 % de la población.
El mismo trabajador resume la división del electorado: «Hay quienes dicen que Chakwera ha comenzado algo tangible y que hay que darle una segunda oportunidad, pero otros opinan que necesitamos un cambio».
Él asegura que votará al presidente para que continúe con la renovación de carreteras o el desarrollo de mega granjas para lograr la autosuficiencia alimentaria.
«Si optamos por un cambio, temo que haya un 50 % de posibilidades de que las cosas vayan mal, porque cada Gobierno que entra quiere robar el dinero del Estado», advierte.
Juventud y expectativas truncadas
La ministra de Educación, Agnes Nyalonje, también defiende la gestión de Chakwera: «Hemos lanzado políticas efectivas para combatir el hambre y agregar valor a nuestra producción. Si continuamos después de 2026, este Gobierno puede liberar al país en muchas áreas», asegura en una entrevista con EFE.
Pero la inflación, la escasez de combustible y la falta de divisas han deteriorado el poder adquisitivo y debilitado la confianza en su gestión.
Con una edad media de apenas 17 años, Malaui tiene una de las poblaciones más jóvenes de África, aunque la presión demográfica, sumada a la deforestación y la pérdida de tierras cultivables, exige políticas sostenibles a largo plazo.
Nyalonje admite que el crecimiento poblacional y la falta de inversión histórica han comprometido sectores clave como la salud, la educación y la agricultura, aunque insiste en que el Ejecutivo invierte ahora con fuerza en estos «pilares clave» de la economía.
A pesar de que hay más de diez millones de votantes habilitados, solo 7,2 millones se han registrado, un 65,7 % del electorado.
La apatía, alimentada por la falta de educación cívica y la decepción acumulada, refleja una democracia que no logra conectar con su ciudadanía.
Con el recuerdo aún vivo de las elecciones de 2019 -anuladas por fraude-, Malaui se prepara para unos comicios que pondrán a prueba la resiliencia de su democracia y la capacidad de su clase política para ofrecer respuestas reales. EFE
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