
Por qué el alto el fuego entre Afganistán y Pakistán es clave para Asia Central y el mundo
Nueva Delhi, 19 oct (EFE).- Afganistán y Pakistán confirmaron este domingo la entrada en vigor de un cese inmediato de las hostilidades, alcanzado en Doha bajo mediación de Catar y Turquía, un acuerdo determinante para evitar una nueva crisis de seguridad en Asia Central, donde potencias como China, la India y Rusia mantienen intereses estratégicos.
Las claves del acuerdo
El pacto sellado este domingo en Doha, anunciado por el Ministerio de Exteriores de Catar, establece el fin inmediato de las operaciones militares y el compromiso de ambas partes de respetar la soberanía territorial del otro país.
En la práctica, el pacto busca poner fin a los bombardeos y enfrentamientos fronterizos registrados en las últimas semanas, con la promesa de que ninguna de las partes apoyará grupos armados o actividades insurgentes en territorio vecino, según establecen los comunicados.
El Gobierno talibán detalló que «ninguno de los dos países emprenderá acciones hostiles ni respaldará grupos que lleven a cabo ataques contra el Gobierno de Pakistán», mientras Islamabad se ha limitado a confirmar que «los ataques terroristas desde Afganistán cesarán de inmediato».
Ambas partes acordaron reunirse de nuevo el 25 de octubre en Estambul para especificar el alcance del tratado.
Un mecanismo asegurado por Catar y Turquía
El acuerdo prevé la creación de un mecanismo de seguimiento y verificación, mediado por Catar y Turquía, para revisar posibles violaciones del alto el fuego y garantizar su cumplimiento.
El comunicado del Gobierno talibán señaló este domingo que dicho sistema será establecido «en el futuro, bajo la mediación de países intermediarios», con el objetivo de revisar reclamaciones bilaterales y asegurar la aplicación efectiva del pacto.
Por su parte, el vice primer ministro y ministro de Exteriores paquistaní, Ishaq Dar, aseguró que Islamabad espera que la reunión de Estambul concrete «un mecanismo de monitoreo verificable» destinado a abordar el terrorismo procedente de suelo afgano y prevenir nuevos enfrentamientos.
¿Por qué es fundamental para Asia Central?
La frontera afgano-paquistaní, de más de 2.600 kilómetros, es una de las más volátiles del mundo, escenario de enfrentamientos frecuentes y refugio de grupos insurgentes como el Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), conocidos como los talibanes paquistaníes.
Un conflicto abierto entre Kabul e Islamabad supone un riesgo directo para la estabilidad de Asia Central y del sur de Asia, ya que podría extender la violencia a países vecinos como Tayikistán, Uzbekistán o Turkmenistán, y poner en peligro las rutas de comercio y energía que conectan la región con China y Oriente Medio.
Afganistán, gobernado por los talibanes desde 2021, afronta un colapso económico y humanitario. Según la ONU, unas 22,9 millones de personas, más de la mitad de la población, necesitan asistencia humanitaria en un contexto de crisis prolongada y falta de financiación internacional.
Pakistán, por su parte, afronta una crisis económica profunda marcada por alta inflación, una debilitada balanza de pagos y una fuerte dependencia de fondos exteriores.
Una amenaza a la seguridad internacional
La presencia de Pakistán y la India, ambos países con capacidad nuclear y enfrentados históricamente, eleva cualquier riesgo de escalada militar a un asunto de seguridad global.
Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), Pakistán posee unas 170 ojivas nucleares, lo que convierte la estabilidad de su frontera con Afganistán en un factor clave para la seguridad internacional.
El Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), una de las principales ramas de la Nueva Ruta de la Seda impulsada por Pekín, conecta la región occidental china de Xinjiang con el mar Arábigo a través del puerto de Gwadar, en Baluchistán, donde se concentran inversiones superiores a 60.000 millones de dólares.
China, principal aliado de Islamabad, considera esencial la seguridad de este corredor, mientras Rusia observa con inquietud la posible expansión del extremismo hacia sus aliados de Asia Central. La India, por su parte, acusa a Pakistán de albergar grupos insurgentes, una tensión que ya llevó a ambos países a un conflicto militar limitado el pasado mayo.
El acuerdo de Doha supone el primer compromiso diplomático entre Kabul e Islamabad tras años de recriminaciones mutuas y ataques transfronterizos, agravados en las últimas semanas por una nueva escalada militar.
Islamabad acusa al Gobierno talibán afgano de ofrecer refugio a combatientes del TTP en su territorio, una acusación que Kabul niega, insistiendo en que Pakistán debe resolver sus propios problemas de seguridad interna. EFE
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