Pueblos tzeltales en el sur de México mantienen viva la tradición del Día de Muertos
Huixtán (México), 2 nov (EFE).- Ataviados con sus trajes regionales, habitantes del municipio indígena de Huixtán, en el estado de Chiapas (sur de México), realizaron los rituales ancestrales para recibir a sus muertos, tradición que viven con respeto y devoción.
Entre flores de cempasúchil, velas encendidas y aromas de copal, las familias tzeltales honraron a sus difuntos como lo han hecho por generaciones, al preservar una de las tradiciones más profundas del mundo maya.
Desde las primeras horas del día, mujeres vestidas con sus atuendos tradicionales acuden a los camposantos junto a sus familias para limpiar las tumbas, colocar altares y encender las velas que, según la creencia, guían a las almas de regreso a casa.
A pesar de los cambios culturales y religiosos que trajo el siglo XXI, la esencia espiritual del rito se mantiene intacta: honrar a los antepasados y mantener el vínculo con lo no visible. Las tumbas se convierten en espacios de encuentro donde lo terrenal y lo sagrado se funden en una comunión de fe, color y memoria.
El maestro Waldo Martí Pérez Bautista, originario de Huixtán, explica que esta fecha representa una conexión con sus raíces y con la memoria de su familia. “Aquí mi abuelita está enterrada, mi madre también, y venimos a saludarlas como es la costumbre”, afirma mientras acomoda flores en una tumba.
Pérez Bautista agrega que Huixtán, cuyo nombre significa lugar de las espinas o tierra de los hombres verdaderos, fue colonizado hacia 1530, poco después de la fundación de San Cristóbal de Las Casas, y que conserva una fuerte identidad indígena marcada por el sincretismo religioso.
Según el docente, la celebración combina elementos prehispánicos y católicos.
“El cempasúchil guía a las almas con su color y su olor; representa el sol que les muestra el camino de regreso”, explica.
En los altares no faltan velas, tamales de elote y frijol, chayote, atole agrio, carne ahumada y posh (aguardiente tradicional), todos elaborados con productos locales que simbolizan abundancia y agradecimiento. Cada ofrenda se coloca con respeto para atraer a los espíritus y acompañarlos durante su estancia en la tierra.
Aunque la tradición persiste, los mayores reconocen la influencia mestiza que poco a poco transforma las costumbres.
“Antes no se consumían refrescos ni productos de fuera; todo era natural. Pero ya se ha mezclado y adoptado la otra cultura”, lamenta el maestro Pérez Bautista.
Reencontrarse con los suyos
Para Reina Ton Cue, joven originaria de Bochilte, comunidad de Huixtán, esta celebración es una oportunidad para reencontrarse con los suyos.
“Venimos a ver a mis abuelos Pedro y Manuela, y a mi tía Micaela, les traemos chayote, fruta, trago y refresco, porque eso les gustaba”, comenta, mientras limpia la tumba y enciende tres velas sobre un gran manojo de cempasúchil.
Pedro Mochan Ico, habitante tzeltal del Barrio San Sebastián, observa con nostalgia cómo las tradiciones se van diluyendo. “Cada año hay menos gente; muchas tumbas ya no reciben visita. Es triste porque los espíritus se quedan en pena”, afirma.
Don Pedro recuerda que antiguamente los hombres también vestían trajes regionales, pero hoy solo las mujeres conservan esa costumbre. “Antes todos participábamos, ahora ya no es como antes. Se van perdiendo los usos y costumbres”, dice con preocupación.
Aun así, insiste en invitar a las nuevas generaciones a no olvidar las raíces: “No importa si cambian de religión, lo importante es recordar a los fieles difuntos”. EFE
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