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Ribera pide mantener el rumbo y no «quemar dinero» ante negociación crucial de CO2 en 2040

Bruselas, 3 nov (EFE).- Los países de la Unión Europea intentarán acordar este martes su objetivo de reducción de emisiones de CO2 en 2040, con un recorte del 90 % a 1990 como punto de partida, pero trufado de flexibilidades, frenos de emergencia y cláusulas de revisión para alcanzar una complicada mayoría cualificada entre los Veintisiete.

«Retrasar la acción climática o reducir los objetivos por debajo de la senda prevista es una invitación a quemar dinero y perder oportunidades de inversión. Es una muestra de debilidad e incoherencia que tendría enormes costes económicos y humanos», ha afirmado la vicepresidenta de la Comisión Europea responsable de Transición Limpia, Justa y Competitiva, Teresa Ribera.

La socialdemócrata española, ya en Brasil preparando la cumbre climática COP30 que arranca en Belém el próximo lunes, pidió a los ministros ambición de cara a esa cita crucial, en la que la Comisión Europea estará representada por el comisario de Acción Climática, Wopke Hoekstra, y España por la vicepresidenta tercera, Sara Aagensen.

El recorte para 2040 será un punto intermedio entre el 55 % de CO2 que la UE debe reducir en 2030 y la neutralidad climática ya acordada para mitad de siglo, con implicaciones para el transporte, la agricultura, la industria o la energía.

El debate se ha enredado en un contexto en que las políticas verdes han perdido peso frente a las demandas de mayor competitividad internacional.

El punto de inicio es el recorte del 90 %, con flexibilidades, que propone la Comisión Europea, y que España considera una «línea roja» porque se encuentra ya en «el rango bajo del análisis científico», dicen fuentes diplomáticas.

«Un 90 % es algo importante», subraya otro negociador, que recuerda que será el marco para todos los sectores económicos durante los próximos 15 años.

Créditos, sumideros y revisión

Uno de los puntos más calientes es el de los créditos internacionales, que permitirían a los Estados miembros comprar derechos de emisión en otros países. La Comisión propone un máximo del 3 %, pero Polonia quiere el 10 %.

La ambición para 2040 incluirá también una cláusula de revisión sobre las absorciones de CO2 de bosques, humedales, campos o praderas (LULUCF, en jerga comunitaria), que parecen recoger menos dióxido de carbono del esperado.

«Los Estados miembros se han ido encontrando que la realidad del inventario. Los sumideros van haciendo menos de lo previsto y van a hacer menos, ligado al cambio climático en buena medida: más temperatura, menos precipitaciones… hay miedo a que los datos vayan dando un baño de realidad», resume otra fuente diplomática.

Se baraja la fecha de 2036 para ese ajuste, aunque hay capitales que hablan del 2031, mientras que otros Estados miembros entienden que la propia ley del clima tiene «mecanismos» para ajustarlo y argumentan que no se pueden prever todas las circunstancias hasta 2040.

«Será parte del juego», augura un diplomático de cara a una negociación en la que también se espera que se incluya una cláusula de revisión general del objetivo para 2040, una suerte de freno de emergencia.

Los Veintisiete tendrán que llegar a un acuerdo por mayoría cualificada (55 % de los Estados miembros y 65 % de la población de la UE) y después negociar con el Parlamento Europeo la ley definitiva, idealmente antes de que cierre el 2025.

COP30

Una vez lleguen a un pacto sobre los objetivos a 2040, los ministros pasarán a discutir cuál será la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) que la UE tiene que hacer oficial en la cumbre del clima que la ONU organiza en Belém.

El bloque comunitario ya debería haber entregado a la ONU sus planes climáticos actualizados diez años después del Acuerdo de París de 2015. Pero sólo ha entregado una «declaración de intenciones» con un rango de reducción de entre el 66,25 % y el 72,5 % en 2035 (que en el extremo alto se alinea con un 90 % para 2040).

No haberlo hecho ha generado dudas sobre la credibilidad de la UE, que lleva una década presumiendo de liderazgo climático. Pero podría ser peor, advierten en Bruselas.

«Si hay una cosa que realmente dañe la credibilidad de la UE es llegar con las manos vacías a Belém», zanja una fuente europea inmersa en las negociaciones.

En el caso del compromiso para la COP30, los Veintisiete tendrán que tomar la decisión por unanimidad (y sin negociación con la Eurocámara), con lo que el veto de un sólo país bastaría para bloquearla.

«Trabajamos entre la ciencia (…) y la política (…) en ese mundo real turbio y desagradable que hay ahí fuera», resume una fuente europea sobre el complejo equilibrio que la UE intentará fabricar mañana. EFE

jaf/rcf

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