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Del avión a la prisión con 12 kilos de cocaína

Keystone

Sara buscó por más de dos horas el restaurante en la zona de tránsito del Aeropuerto de Zúrich para entregar la mercancía. “Me perdí, y me dije: ‘ya estoy presa”. Testimonio de una joven dominicana desde la cárcel de mujeres de Hindelbank, Berna.

Un león en piedra aún resguarda al otrora castillo que hoy es el centro penitenciario de mujeres de Hindelbank. Allí purga condena Sara* (22) desde 2010.

“A los 18 años me casé con un alemán (67) en Santo Domingo. Viajamos a España durante 3 meses y cuando volvimos a República Dominicana nos separamos. A mi esposo le molestaba que le pidiera dinero para mi familia: mi madre enferma, mi hermana (16) -embarazada y con su pareja en prisión-, mi abuelo y mi hijo (2)”.

“Quería demostrarle que podía salir adelante sola, sin importar cómo”.

De este modo, la joven, con apenas cuatro años de escolaridad primaria, se sitúo en el eslabón –el más frágil- de la cadena del tráfico de cocaína sudamericana. República Dominicana no es país productor, pero sí un puente importante hacia Europa, a donde se dirige más del 10% de la producción mundial, según estimaciones de la ONU.

Por 7 mil euros

“Vivía en un barrio de Santo Domingo, Cristo Rey, con toda la delincuencia imaginable. Como tenía muchos amigos, una vez me llamaron: ‘¿Quieres dinero?’ Uno de ellos me dijo: ‘Si eres inteligente, puedes lograrlo’”.

La cita fue en un restaurante de la ciudad de Puerto Plata. “Eran cuatro hombres con buenos carros y buenas ropas. Me dieron mi boleto de avión, me tomaron fotos. Vi todo color de rosa. Nunca se habló de qué ocurriría si yo caía presa. No supe sus nombres, solo me interesaba que pasara todo pronto. Me dijeron que yo iba a conocer Suiza, Zúrich, que era muy lindo, que el dinero se me iba a dar en Europa, todo tan fácil.. tan fácil… Recibí 200 dólares para los gastos del viaje”.

Para Sara -que solo horas después de una larga conversación con swissinfo.ch revela una infancia entre la prostitución materna y la ausencia de un padre drogadicto-, era motivo suficiente para dar el paso el hecho de que esos nuevos conocidos la trataran cortésmente, le reservaran una buena habitación de hotel, le dieran un boleto de avión a Europa para la mañana siguiente y la promesa de 7 mil euros.

En la sala de espera del aeropuerto y poco antes de embarcar, una mujer le entregó una valija. -“’Es tu maleta’, me dijo y partió”. 

Novata y sola

“Mi boleto era a Suiza, con otro vuelo después a Francia. En Zúrich tenía que ir al área de tránsito, donde estaba el restaurante indicado, pero me perdí. Di vueltas y vueltas y siempre terminaba en la zona de migración. Yo tenía dos celulares. Uno había sonado antes del despegue:‘-¿Te dieron la maleta?’ Dije sí. Pero en Zúrich solo sonaron hasta que yo tenía a dos policías a mi lado. ‘No te dejes controlar’, me dijeron”.

Esa tarde de primavera del 2010, la policía daba un buen golpe al narcotráfico en el principal aeropuerto helvético: Doce kilos de cocaína de los 108 kilos que ese año se incautaron entre los pasajeros de los vuelos comerciales con destino a Zúrich.

“Solo gritaba y lloraba sin parar golpeando a la puerta de la celda la primera noche de mi detención. Un policía me dijo en español: ‘Señora, será mejor que se callé. Dé gracias a Dios que fue atrapada en Suiza y no en otro país vecino, donde el castigo es peor. Si confiesa, irá a una cárcel donde podrá llamar a su familia, trabajar y enviarles dinero’. Al oír eso, me callé”, dice con ojos, aún de sorpresa, la bella mulata de labios nacarados.

Dos veces en la celda de sanción

Seis días después, Sara fue trasladada a otro centro de detención en Zúrich en espera de su sentencia. Allí conoció a otras mujeres: “Me dijeron: ¡Qué estúpida tú eres, doce kilos por 7 mil euros, eso pagan por un kilo. Perdiste como medio millón de dólares; pero no te preocupes, eso fue un abuso. Te darán dos o tres años de cárcel”.

La fiscal tenía otra apreciación: 6 años. Pero ante los argumentos del abogado de oficio, la condena se fijó a 4 años y medio.

El 21 de julio de 2010, Sara conoció su celda en Hindelbank. “Lo primero que aprendí a decir acá fue ‘Schlampe‘, puta, en alemán… Se lo decía a todas. Me trataban de estúpida. Decían que yo era ‘una mula’ y que, en cambio, ellas hacían su propio negocio y las ganancias eran para ellas. Yo reñía. Dos veces terminé en la celda de sanción”.

Sara solo sabía responder con agresiones. Desde los 13 años estableció relaciones irregulares y ofensivas con el sexo opuesto, y con 15 se unió a un hombre que después usaría los puños para dirigirse a ella. “Yo me defendía, pero un día dejé que me golpeara hasta que se cansara, prometiéndome que sería la última vez.” Lo fue: Sara volvió con su madre y su hijo en brazos. “Intenté yo sola todo para no tenerlo, pero no me resultó. En Dominicana el aborto está penado”.

“Aprendí a trabajar”

Tras 2 años y cuatro meses en prisión, Sara afirma no ser la misma de antes, cuando pensaba en escaparse o en morir.

“¡Aquí te dan la posibilidad de trabajar y de formarte! Empecé a trabajar en la sección de cartonería y envoltura de tarjetas que una empresa nos envía para que las preparemos antes de que salgan al mercado. He trabajado también en la lavandería y en la limpieza. Las custodias encargadas de cada tarea nos dan puntos por la motivación, la rapidez o el interés que pongamos”.

Y los puntos incrementan el salario. Pero aprender a trabajar y a estudiar no es sencillo en un clima de envidias e intrigas entre presas con comportamientos asociales, narcisistas, esquizofrénicos o paranoicos, algunos relacionados con toxicodependencias: “’Personas que nacen así como tú, tan retrasadas, nunca aprenden. ¿Para qué vas a clases de alemán?’, me decían y me trataban de oveja negra”, afirma Sara.

“Ahora pienso las cosas”

En octubre próximo, Sara presentará examen para obtener el certificado Goethe B2. Sus avances en alemán, tras 20 meses de clases, son evidentes. Y también se mantiene ocupada en trabajos extras a sus labores cotidianas. “Así puedo ganar 300, 400 francos al mes y mandar dinero a mi familia, a veces 200 o 300 francos”.

La dominicana encontró su actividad ideal: la jardinería, donde ha sido calificada con 29 de un máximo de 30 puntos. “He aprendido tanto, sembramos mucha verdura que se vende afuera. Ahora yo sé la diferencia entre un tomate producido con o sin química”, subraya orgullosa.

Sobre las enseñanzas adquiridas en la cárcel, la caribeña dice: “Primero: aprendí a ser fuerte, a no dejarme derrumbar por nada. Segundo: ahora pienso las cosas, antes de hacerlas. Y tercero: hay que estudiar. Quiero volver a la escuela y trabajar. Es muy lindo tener un trabajo decente como aquí en la cárcel. Afuera nunca tuve eso, ni respeto, ni seguridad”.

Sara conoce Suiza solo por la gente que la rodea y por TV. “Y he visto lo bella que es Berna por la ventana polarizada de la camioneta donde nos llevan al hospital. ¡Una vez hasta pude cruzar por una calle para ir al consultorio!”

– ¿Y ahora qué le dirías a alguien que estuviera a punto de dar el paso que tu diste en 2010?: “Que no lo hiciera. A mí lo que más me dolió fue ver lo que la droga le hace a la gente, porque aquí me explicaron todo al respecto y he visto lo que les pasa a las presas que son adictas. La cárcel no es nada fácil. Esto tiene sus consecuencias, y la libertad no tiene precio. Sería perfecto si yo tuviera todas las comodidades que tengo aquí y estuviera libre”.

*nombre ficticio

Hindelbank es la única penitenciaría para mujeres en Suiza, a 19 km. de Berna, la capital helvética.

En total, 104 reclusas, mayores de 18 años, purgan allí sentencias que van de algunos meses a castigos de por vida.

Pocomás de la mitad tiene nacionalidad suiza. El resto proviene de 25 países.

30 cumplen condenas por homicidio o heridas corporales graves.

38, por estafa, robo u otras infracciones.

36, por violaciones a la Ley Federal de Estupefacientes.

 

9 de ellas purgan penas por tráfico de drogas ilegales hacia Suiza: 3 de Latinoamérica y 6 de Europa (2 con pasaporte de Países Bajos, por provenir de las Antillas Holandesas, en el Caribe).

En Suiza, las mujeres representan el 5,6% de la población penitenciaria.

Fuente: Penitenciaría de Hindelbank

De enero a junio de 2012, la Policía Cantonal de Zúrich, en colaboración con las autoridades aduaneras, decomisó en el Aeropuerto de Zúrich36 kg. de cocaína (17,5 kg. de heroína y 70 kg. del estimulante africano kaht).

40 personas fueron detenidas: 30 hombres y 10 mujeres.

 

19tragaron la cocaína en cápsulas o preservativos.

Algunos la transportaron en una doble cobertura de su maleta, atada a su cuerpo en confecciones especiales, en el ordenador; en un libro o en la vagina.

En los aeropuertos de Zúrich y Ginebra se decomisan al añomás de 100 kilos de cocaína.

Se calcula que las autoridades detectan entre el 10 y el 20% de la droga ilegal transportada por los pasajeros en vuelos comerciales.

En los últimos años los países europeoshan intensificado su colaboración para avisar de los sospechosos de narcotráfico aéreo.

También hay contactos directos con los países sudamericanos. La Policía de Ginebra, por ejemplo, participó en Bolivia en la detección y destrucción de cultivos de coca.

 

Los vuelos procedentes de São Paulo, Brasil, son blanco frecuente del narcotráfico de cocaína a Suiza. Sin embargo, los delincuentes viajan desde cualquier punto del territorio sudamericano –Venezuela, Bolivia, etc.- o proceden de conexiones en el Caribe, África o Europa (Londres, Madrid, etc.).

Las redes de cocaína en el interior de Suiza están principalmente en manos de personas de África y de República Dominicana.

Fuente: Policías Cantonales de Zúrich y de Ginebra y Administración Federal de Aduanas

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