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Virolahti, el pueblo fronterizo finlandés que teme más el declive que la amenaza rusa

Juanjo Galán

Virolahti (Finlandia), 20 sep (EFE).- A pesar de las tensiones geopolíticas y de compartir frontera con Rusia, los habitantes de Virolahti, el municipio más sudoriental de Finlandia, están más preocupados por el declive económico debido a la ausencia de turistas rusos que por una posible agresión del gigante del este.

Ubicada a unos 200 kilómetros de San Petersburgo, esta población de 2.800 vecinos alberga el paso fronterizo de Vaalimaa, que con más de tres millones de cruces al año era el más transitado entre Finlandia y Rusia hasta que el Gobierno de Helsinki decidió cerrar la frontera en diciembre de 2023 a raíz de la guerra de Ucrania.

Hasta entonces, el turismo ruso era la principal fuente de ingresos del municipio, pero ahora muchos comercios están cerrados y los que no lo están, sobreviven a duras penas gracias a los escasos clientes locales, una situación que solo en 2024 provocó un déficit de dos millones de euros en las finanzas municipales.

Sin miedo a la amenaza rusa

A raíz de la guerra de Ucrania, el Gobierno finlandés puso fin a décadas de neutralidad militar y metió a Finlandia en la OTAN, ordenó la construcción de una valla de 200 kilómetros con concertinas y videovigilancia en los puntos más vulnerables de la frontera y aprobó la salida del país nórdico del Tratado de Ottawa, con la intención de volver a sembrar de minas antipersona la franja fronteriza.

Pero en Virolahti los vecinos tratan de vivir con normalidad y se muestran menos temerosos ante un eventual conflicto bélico que las propias autoridades finlandesas, pese a estar en primera línea si el presidente ruso, Vladímir Putin, decidiese atacar Finlandia.

«No es algo que me asuste especialmente. Obviamente, podría pasar algo, pero hemos vivido aquí en paz durante décadas y también hay rusos viviendo aquí, así que estamos acostumbrados a ellos», afirma a EFE Veera, una bibliotecaria de 43 años que prefiere no decir su apellido.

Mika Tulkki, camionero de 43 años, coincide con ella y señala que «vivir al lado de Rusia en estos momentos se siente exactamente igual que antes, no tenemos más miedo; Putin podría intentar atacar Finlandia, pero no creo que lo haga».

¿Hora de reabrir la frontera?

El Gobierno finlandés decidió cerrar la frontera hace casi dos años para frenar la llegada de solicitantes de asilo a través de Rusia, un fenómeno que Helsinki cree que fue instigado desde Moscú, pero Tulkki es partidario de probar a reabrirla parcialmente para reactivar el comercio.

«Aquí, en la frontera oriental, la economía se basaba en el hecho de que los rusos compraban mucho. Eran personas normales y la guerra no es culpa suya», dice.

Toni Kummelus, trabajador de la construcción de 51 años, está de acuerdo con él y sostiene que «el cierre de la frontera es perjudicial para la economía nacional y también en otros aspectos, porque los rusos gastaban aquí mucho dinero y creaban empleo».

Kummelus cree que el Gobierno tomó entonces la decisión correcta, ya que «era necesario reaccionar con firmeza, porque de lo contrario podría haber continuado la llegada de refugiados», pero piensa que ahora se podría reabrir la frontera al turismo y, en caso necesario, volver a cerrarla.

Respecto a la nueva valla fronteriza, un proyecto con un coste de cientos de millones de euros diseñado para frenar la inmigración ilegal, se ríe con ganas cuando es preguntado si se siente más seguro ahora.

«Para nada. Esa valla solo detiene a los recolectores de bayas que se pierden en el bosque, pero si alguien quiere realmente cruzar, puede hacerlo. Quizá sirva más para mostrar que protegemos la frontera, pero no aporta ninguna sensación de seguridad», afirma.

La huella de la invasión soviética

La principal atracción turística de Virolahti es un museo dedicado a conmemorar las dos guerras que libró Finlandia contra la Unión Soviética entre 1939 y 1944, donde se mantienen intactos fragmentos de Salpalinja, la línea defensiva que protegía toda la frontera del país nórdico a lo largo de 1.200 kilómetros de trincheras, búnkeres y dientes de dragón.

Después de perder ambas guerras frente al gigante soviético tras ofrecer una heroica resistencia, cerca de una cuarta parte del municipio fue anexionada a la URSS, junto a grandes áreas de las regiones fronterizas de Carelia, Salla y Petsamo.

Ese conflicto dejó una profunda huella en la mentalidad finlandesa y una desconfianza generalizada hacia los mandatarios rusos -confirmada ahora por la decisión de Putin de invadir Ucrania-, que llevó al país nórdico a prepararse a conciencia para afrontar todo tipo de crisis, incluida la guerra.

El Ejército finlandés cuenta con una fuerza en tiempos de guerra de 280.000 efectivos y un contingente de casi 900.000 reservistas formado por todos los que han completado el servicio militar, en un país con 5,6 millones de habitantes.

«En Finlandia el Ejército se llama literalmente ‘las fuerzas de defensa’ (puolustusvoimat), no las fuerzas armadas, porque lo único que queremos es defender lo que es nuestro», asegura Kummelus.

«El servicio militar es obligatorio y cuando lo hacemos, todos juramos defender la patria. Espero que nunca llegue el día en que tengamos que cumplir ese juramento», añade. EFE

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(foto)(vídeo)

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