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Yves Rossy, el ‘hombre pájaro’

Yves Rossy, el 'hombre pájaro', atravesando el Canal de la Mancha con reactores. Bruno Brokken

Yves Rossy quiere atravesar el Gran Cañón mientras cuenta sus hazañas, tales como el vuelo sobre el Canal de la Mancha, en un libro publicado recientemente.

“No sé qué es lo que me empuja, pero siempre siento deseos de superarme y de ir hasta el límite de mis sueños”, confiesa el primer ‘hombre volador’ que atravesó el Canal de la Mancha gracias a reactores unidos a unas alas atadas a su cuerpo.

Encuentro con el hombre que se ha autoproclamado como ‘jet-man’ durante la reciente edición del Salón del Libro de Ginebra.

swissinfo: ¿El cielo no tiene límites para el ‘hombre pájaro’?

Yves Rossy: Acabo de volver de España, adonde fui para realizar pruebas de caída libre en Empuriabrava, cerca de Figueras. Una de las ventajas de este sitio es que hay suficiente espacio alrededor del aeródromo en caso de necesidad de soltar los equipos sin riesgo para una carretera o una casa.

Este invierno he construido dos nuevos prototipos de alas con la colaboración de Ruag, en Emmen, Lucerna (Nota de la redacción: herederos de las empresas de armamentos de la Confederación) y fui a hacer las pruebas allí. El anterior modelo era más inestable. La situación mejoró y ahora voy a poder comenzar a dar forma al proyecto de atravesar volando el Gran Cañón de Colorado. Hace un mes, fui a estudiar el lugar y encontré un emplazamiento magnífico. Allí se encuentra una reserva india, pues es un sitio de alto contenido simbólico.

swissinfo: Todas estas pruebas y aparatos cuestan muy caros.

Y.R.: La utilización de los simuladores de viento para reproducir las condiciones de vuelo necesitan enormes cantidades de energía. Para acelerar una masa de aire a 300 km/hora con la ayuda de inmensas hélices es necesario el equivalente energético que se utiliza en una ciudad pequeña. Dos días de pruebas cuestan 100.000 francos suizos. Hasta el momento, he trabajado a partir de un primer estudio aerodinámico efectuado hace siete años sobre un ala inflable en Ucrania. En la fábrica de aviones de Sukoi, en Kiev. Pero la base es siempre la misma, sólo que ahora hemos pasado al ala rígida plegable.

swissinfo: ¿Cuánto pesa su ala actual?

Y.R.: 55 kilos sin contar los dos depósitos de 13 litros de carburante y los 4 litros de fumígeno. Si a ello le sumamos mi propio peso, son 145 kilos que caen hacia la tierra al salir del avión. Si me viera obligado a cargar más carburante para aumentar la autonomía de vuelo, sería aún más pesado, lo que representa el riesgo de desengancharse aún más rápido. Pero el objetivo final no es ir aún más lejos. De hecho, tengo ganas de crear una moto o un jet-ski.

Un objeto lúdico que nos permita descubrir la tercera dimensión.
Los amantes del paracaidismo me dicen: “¡Ojalá que tu invento esté al alcance de todo el mundo!”. Exactamente como el ala delta o el parapente, pues existe un enorme potencial de desarrollo y simplificación. Yo jamás voy a intentar aterrizar sin la ayuda de paracaídas. Mi ventaja es que no necesito una pista, pero… ¿qué utilizo como tren de aterrizaje? ¿Me pongo rueditas en la nariz? (risas)

swissinfo: ¿Qué le ha llevado a volar de esta manera?

Y.R.: Todo comenzó con el descubrimiento de la caída libre. También he volado como piloto militar con aviones Vampire, Venom, Hunter, Tiger y sobretodo el Mirage, un avión con el que tengo más de 1.000 horas de vuelo. He volado igualmente con el astronauta suizo Claude Nicollier. ¡Hacíamos combates aéreos! Él volaba un Tiger y yo un Mirage. Es realmente un piloto de pruebas sin igual, un ejemplo tanto en el plano humano como el de conocimientos técnicos.

Para mi ala, he recibido recientemente un pedido de aplicación militar de parte de las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos. Me han enviado el protocolo de evaluación para rellenar, pero nadie se ha molestado en venir a verme volar.

swissinfo: En algunas exhibiciones aéreas se ha presentado a un americano propulsado en vuelo estacionario gracias a mini reactores.

Y.R.: Yo he visto volar a ese ‘rocket-man’. ¡Extraordinario! También hay en Asnières, Francia, un químico especializado en el peróxido de hidrógeno que hace acelerar ‘dragsters’, o bicicletas modificadas, y que tienen el récord de velocidad de bicicletas, con 250 km/h conseguidos en el aeródromo de Payerne. Su procedimiento consiste en transformar la energía en vapor de agua propulsada que dan 180 kilos de empuje. Es una técnica muy avanzada. Tuve ocasión de probarla, retenido por cables, pero no llegaba a mantenerme.

Actualmente, tres ‘rocket man’ hacen exhibiciones públicas. Pero vuelan colocados sobre dos puntos únicos, casi sin fuerza de sustentación. Si la propulsión se interrumpe, caen como piedras. También existe el problema del peso: 30 litros de peróxido pesan 40 kilos en la espalda. Queman un litro de carburante por segundo contra 5 a 7 dl en mis cuatro reactores. La duración de sus vuelos es de apenas 30 segundos contra los 13 minutos que permite mi ala.

swissinfo: Usted también podría participar en esas exhibiciones aéreas, ¿no?

Y.R.: Me lo proponen a menudo, pero para estas reuniones aéreas es necesario pasar muy cerca del suelo para poder ser visto. Por razones de seguridad, yo vuelo a un mínimo de 800 metros de la tierra. Para que el público pueda verme, son necesarias pantallas. Caso contrario parecería un mosquito que hace ruido. Una solución podría ser hacer subir a los espectadores a un acantilado, como ya hemos hecho a 2.000 metros en la Croix de Javerne, cerca de Bex (cantón Vaud). Así puedo pasar a 100 metros del público, manteniendo siempre el margen de seguridad bajo mis pies.

swissinfo: ¿Puede usted vivir ahora de su pasión?

Y.R.: En tanto que piloto de Airbus A-320 para Swiss, he obtenido un permiso sabático de tres años. Pero estoy siempre buscando patrocinadores para cerrar un presupuesto cercano a los 600.000 francos suizos anuales. Con su proyecto de avión solar, Bertrand Piccard se sitúa en el sector implicado en la ecología.

Aunque mi proyecto es más emocional: girar alrededor de las nubes durante 10 minutos produciendo un máximo de emociones. Pero el medio ambiente también me interesa. De hecho, sueño con utilizar biocombustibles; carburantes hechos a partir de deshechos realizados en colaboración con la Escuela de Ingenieros de Ginebra.

Entrevista de Olivier Grivat, swissinfo.ch
(Traducción: Rodrigo Carrizo Couto)

‘Yves Rossy, homme volant’, de Thierry Peitrequin, Ediciones Favre

Nacido en Neuchâtel el 29 de agosto de 1959, Yves Rossy vive en el cantón del Vaud. Este antiguo piloto militar y comandante de a bordo de Swiss, cuida rigurosamente su buena forma física.

“Todas las mañanas hago flexiones y ‘jogging’ para las piernas. De hecho, necesito más flexibilidad que fuerza en sentido estricto. Sobre todo, intento hacer actividades sorpresa. Es por ello que fui a Egipto para practicar el ‘sky surf’, una actividad en la que uno está en contacto constante con la naturaleza. Es el elemento que se mueve a tu alrededor y hace que te adaptes a las olas y estar siempre listo para reaccionar”.

“Igualmente hago vuelos acrobáticos con un pequeño biplano. Me mantengo alerta. Lo mismo con la moto: me gusta circular bastante rápido desde hace 30 años. Soy consciente de que no estoy a salvo de accidentes, pero amo la acción. No el riesgo por el riesgo mismo, pues me gusta tener un cierto control”.

“No tengo miedo, pero estoy en tensión tal como puede estarlo un piloto de Fórmula 1 durante un Gran Premio. Pero esa tensión no es miedo. A veces, tras una alerta he tenido temores retroactivos en los que me dije: ‘¡Tienes un buen ángel de la guarda! Gracias a la vida!”

Un filme de de 52 minutos sobre los logros de Yves Rossy acaba de ser producida. Se espera su próxima difusión en las televisiones de Francia y Suiza (France 3 y TSR 1).

El National Geographic Network, con sus 165 cadenas de televisión, va también hacer la vuelta al mundo con el ‘suizo volador’. “La película narra toda la historia del proceso que termina en apoteósis con la travesía del Canal de la Mancha”, explica Rossy.

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