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Vivir bien consumiendo menos: la apuesta energética de un barrio de Zúrich

Un barrio con edificios residenciales
El complejo residencial Hunziker Areal de Zúrich se inspiró en la sociedad de los 2.000 vatios. La idea es que cada persona no consuma más de 2.000 vatios de energía continua al año, un tercio de la media suiza. Vera Leysinger / SWI swissinfo.ch

Zúrich alberga una cooperativa de vivienda única, concebida para promover un estilo de vida sostenible. Una década después, algunos residentes han descubierto que cambiar sus hábitos para contribuir a ese ahorro energético es más difícil de lo que imaginaban. 

Ubicado en un barrio al norte de Zúrich, el Hunziker Areal parece un conjunto residencial moderno más. Sin embargo, se trata de un experimento estrechamente observado. Y si funciona, podría convertirse en un modelo para la forma de vida de cientos de miles de personas en el futuro.

Construido hace diez años por la cooperativa ‘mehr als wohnen’ («más que vivir»), el complejo se inspiró en el concepto de la sociedad de los 2.000 vatios, un marco propuesto por investigadores del Instituto Federal de Tecnología ETH de Zúrich a finales de los años noventa y posteriormente adoptado como parte de la estrategia energética y climática a largo plazo de Suiza. La idea: que cada persona pueda vivir bien usando no más de 2.000 vatios de energía continua, el equivalente a unos 17.500 kilovatios hora al año, aproximadamente un tercio del consumo medio actual de un suizo. Reducir esa cifra se considera clave para alcanzar los objetivos climáticos del país.

Los 13 edificios del Hunziker Areal incluyen iluminación y electrodomésticos de bajo consumo, y sus talleres compartidos y patios sin coches pretenden demostrar que una vida urbana confortable también puede ser de bajo consumo energético. «Si quieres vivir aquí, renuncias al coche», dice Werner Brühwiler, miembro fundador que vive en Hunziker desde su apertura en 2015. «Puedes seguir teniendo coche, pero no puedes aparcar delante de tu casa».

Casi diez años después, Hunziker ha reducido emisiones e inspirado proyectos similares en toda Suiza. Según su certificación de 2.000 vatios, el barrio genera unos 16,6 kilos de CO₂ equivalente por metro cuadrado, cerca de un 20% por debajo del límite establecido. Sus edificios consumen también alrededor de una cuarta parte de la energía de un inmueble residencial suizo promedio, gracias a sistemas eficientes de calefacción, agua caliente y ventilación.

No obstante, el barrio también muestra lo difícil que es modificar hábitos arraigados toda una vida. Los residentes han aprendido a vivir con menos espacio, menos coches y con servicios compartidos… y también con los roces sociales que implica redefinir la comodidad y la conveniencia dentro de los límites del planeta. Las lecciones del proyecto van mucho más allá de Zúrich: muestran que la sostenibilidad es tanto un desafío social como técnico.

Dos personas sentadas en un sofá
Uschi Ringwald y Werner Brühwiler en su piso de Hunziker Areal. Vera Leysinger / SWI swissinfo.ch

Crear nuevos hábitos

De acuerdo con las cifras, la cooperativa cumple sus objetivos. Utiliza calefacción distrital procedente de la planta de incineración de residuos de Zúrich, combinada con sistemas solares térmicos en los tejados, lo que mantiene el consumo energético por residente cerca del objetivo de los 2.000 vatios.

El uso de agua es inferior a la media gracias a tuberías y grifos eficientes, lavanderías compartidas y sistemas de recogida de agua de lluvia para los jardines. Pequeñas decisiones de diseño como estas integran la sostenibilidad en la vida diaria sin exigir grandes cambios conscientes.

Estos datos cuentan solo una parte de la historia. Para entender cómo los pequeños pasos hacia la sostenibilidad se convierten en rutina diaria, decidí observar mi propia experiencia: en los últimos años, mi familia ha llevado a cabo un silencioso experimento ecológico en casa, usando la bicicleta en lugar del coche, tomando trenes en vez de vuelos y abasteciendo nuestra vivienda rural con energía solar y una bomba de calor. Algunos cambios fueron tan sencillos como reemplazar un electrodoméstico, mientras que otros, como preparar comidas vegetarianas, requirieron decisiones conscientes cada día.

En el Hunziker Areal, los ideales a menudo chocan con los hábitos. Reducir el consumo de carne, por ejemplo, es una de las maneras más efectivas de disminuir la huella de carbono individual, pero la proporción de residentes que comen poca o ninguna carne ha reducido ligeramente.

Brühwiler se describe como flexible a la hora de comer: «Me vi obligado a comer menos carne por cuestiones de salud», cuenta. «Cuando me dijeron que tenía que reducirla, me fui a comer una salchicha como última cena. Pero mi pareja es la chef aquí y come más vegetariano, así que me he ido acostumbrando».

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Al escuchar a Brühwiler, me sentí identificado: me hice vegetariano hace tres años, pero estuve varios años probando e intentándolo hasta que se convirtió en un hábito.

La pareja de Brühwiler, Uschi Ringwald, dice que redujo la carne principalmente por razones económicas. «Intento comprar la mejor comida posible. Como soy jubilada voy a Aldi (supermercado)», afirma.

Para Ringwald, el cambio más difícil fue renunciar al coche. Aunque Zúrich tiene uno de los sistemas de transporte público más eficientes del mundo, la ciudad sigue teniendo 467 coches por cada 1.000 habitantes, muy por encima de ciudades como Copenhague, Ámsterdam o París, que han reducido la cifra a unos 250.

Ese pequeño cambio, sin embargo, rinde frutos. Según el monitoreo más reciente, las emisiones por transporte privado entre los residentes del Hunziker Areal han caído a solo 0,13 toneladas de CO₂ por persona al año, muy por debajo del promedio de Zúrich, que ronda las 0,8 toneladas.

El ideal comunitario y sus límites

El Hunziker Areal fue concebido no solo como un modelo de vivienda de bajo consumo energético, sino también como un experimento social: una prueba de si la gente puede vivir de manera más sostenible y colectiva, ya que compartir espacios suele ser una opción más ecológica.

Los edificios fueron diseñados para facilitar la vida compartida. Cada apartamento tiene su propia cocina y zonas privadas, pero el complejo también cuenta con cocinas comunitarias, salas de eventos y talleres compartidos donde los vecinos pueden cocinar, reparar objetos o reunirse.

Los apartamentos son acogedores, con un promedio de unos 34 m² por persona, frente a los aproximadamente 39 de Zúrich y más de 45 en el promedio nacional. Tener menos espacio reduce la energía destinada a calefacción y materiales.

«Barrios como Hunziker o Kalkbreite, en Zúrich, demuestran que es posible vivir con bajo consumo energético y alta calidad de vida hoy en día».

Evangelos Panos, experto en energía, Paul Scherrer Institute

En los primeros años, recuerdan los residentes, el lugar bullía de entusiasmo: cenas semanales, noches de cine y proyectos de jardinería llenaban los patios. Casi una década después, esa intensidad ha disminuido.

«La gente estaba muy entusiasmada al principio», dice Ringwald, que vive allí con Brühwiler desde la apertura. «Ahora muchos solo quieren su tranquilidad. Todos necesitamos nuestro espacio personal».

Aun así, afirma que el sentido de comunidad sigue ahí, aunque en círculos más pequeños. «Seguimos ayudándonos, pero sobre todo entre vecinos que conocemos bien».

Los vuelos y el «consumo externalizado» disparan las emisiones 

Puede que los residentes hayan logrado prescindir de sus coches, pero sigue habiendo una fuente de emisiones extremadamente alta: los vuelos. En 2024, la aviación representó por sí sola alrededor de 1,6 toneladas de CO₂ por residente, más de ocho veces todas las demás formas de transporte combinadas.

Y Suiza tiene otra fuente elevada: los productos fabricados en el extranjero —ropa, electrónica, materiales de construcción, alimentos— cuya huella ambiental se «importa» también al país. Contabilizada esa energía oculta, la huella por persona aumenta drásticamente, explica el experto en energía Evangelos Panos, del Instituto Paul Scherrer. «Suiza puede alcanzar emisiones netas cero dentro de sus fronteras, pero sigue externalizando una gran parte de su huella de carbono mediante bienes, combustibles y materiales importados».

Aun así, los residentes de Hunziker han hecho ajustes pequeños pero significativos. El informe de sostenibilidad del desarrollo señala que consumen menos que la media suiza y adquieren menos productos nuevos. Muchos optan por muebles de segunda mano, reparan lo que pueden o comparten electrodomésticos en espacios comunes.

«Barrios como Hunziker o Kalkbreite demuestran que hoy es posible una vida de baja energía y alta calidad», sostiene Panos. «Reducen en torno al 60% las emisiones per cápita derivadas de calefacción, electricidad y movilidad respecto a la media suiza».

Pero escalar ese modelo es difícil. «En zonas urbanas densas es viable; en áreas rurales, la dependencia del coche y la dispersión de infraestructuras lo complican», agrega.

Y concluye: «La verdadera sostenibilidad no significa solo energía limpia, sino circularidad y suficiencia. La tecnología puede llevarnos gran parte del camino, pero el cambio de estilo de vida sigue siendo importante».

Una encuesta reciente de Swissinfo entre científicos del clima confirma que la mayoría considera que el cambio de hábitos es tan esencial como la reforma política.

Vista interior de un bloque de apartamentos de varias plantas con escaleras, plantas y luz natural
Vista interior del edificio. Un rasgo particular son las ventanas que conectan los pasillos con cada apartamento. Vera Leysinger / SWI swissinfo.ch

Vivir de acuerdo a los límites del planeta  

De pie en el patio del Hunziker, rodeado de zonas verdes y cobertizos para bicicletas compartidos, es fácil imaginar cómo podría ser un futuro de bajas emisiones. Los edificios son modestos, luminosos y eficientes. Incluso aquí, los hábitos arraigados cambian despacio, pero la estructura del día a día empuja suavemente hacia la moderación.

«El otro día, en el tranvía, una pareja joven comentaba que iba a volar a Londres para hacer las compras de Navidad», cuenta Ringwald, que ha dejado de viajar en avión. «Pensé en lo normal que sigue pareciendo volar para la mayoría. El aeropuerto está a la vuelta de la esquina; los aviones aterrizan cada minuto. Es difícil cambiar costumbres que antes parecían tan naturales».

«Vivir aquí te hace reflexionar sobre todo eso».

Desarrollado a finales de los años noventa por investigadores del ETH, el concepto de la sociedad de los 2.000 vatios propone un estilo de vida en el que cada persona utilice como máximo 2.000 vatios de energía continua, alrededor de un tercio del promedio suizo de la época.

Objetivo: limitar el uso energético a unos 17.500 kWh per cápita al año (2.000 W) y las emisiones de CO₂ a una tonelada por persona, en línea con los objetivos climáticos globales. El consumo energético actual de Suiza ronda los 5.500–6.000 W por persona —solo ligeramente inferior al de los años noventa—, mientras que su huella de carbono basada en el consumo sigue siendo mucho mayor: 10–14 t CO₂/persona/año, unas diez veces el objetivo de 1 tonelada.

Implementación: desde que Zúrich adoptó la visión en 2008, varias ciudades suizas la han seguido. Los barrios certificados como de 2.000 vatios deben cumplir estrictos criterios de eficiencia, energía renovable, movilidad compartida y vida compacta.

Relación con Minergie: hoy, la certificación 2.000 vatios se basa en el estándar energético Minergie, pero va más allá e incluye la energía incorporada en materiales y la dimensión social de la sostenibilidad. Para 2025, más de 30 desarrollos en Suiza están certificados o en proceso de certificación como sitios de 2.000 vatios.

Editado por Veronica De Vore. Texto y vídeo adaptados del inglés y alemán por Carla Wolff.

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