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El regreso a Irán del ayatolá Jomeini, visto por la AFP

El ayatolá Jomenei rodeado de partidarios el 1 de febrero de 1979, al regresar de su exilio a Teherán afp_tickers

Hace 40 años, el ayatolá Jomeini, el padre de la revolución iraní, realizó un regreso triunfal a Teherán tras 15 años en el exilio.

A continuación, el teletipo del enviado especial de la AFP Patrick Meney difundido el 1 de febrero de 1979.

Regreso triunfal a Irán del exiliado

TEHERÁN, 1 de febrero(AFP) – Millones y millones de iraníes con rostros de felicidad, congregados a lo largo de 32 kilómetros, dieron este 1 de febrero una recibida triunfal al “Exiliado”, el ayatolá Jomeini, cuyo vehículo quedó atrapado durante horas en medio una marea humana delirante.

Recién salido del aeropuerto de Teherán, donde aterrizó su avión a las 9H00 locales, el ayatolá Jomeini, visiblemente emocionado pero sereno, fue acogido por millones de fieles.

El jefe religioso, en túnica y turbante negros, se instaló en un vehículo americano, seguido de una verdadera flota de minibuses llenos de periodistas llegados de todo el mundo.

Cincuenta mil voluntarios estaban encargados de contener a la multitud. Ataviados con brazaletes verdes, se habían bautizado “los policías islámicos”. El gobierno les confió toda la responsabilidad de la seguridad del ayatolá.

Pero este servicio de orden de los religiosos se vio rápidamente desbordado. En cuestión de segundos, el vehículo de Jomeini desapareció entre la multitud, que también bloqueaba a las decenas de ambulancias que transportaban a manifestantes que habían perdido el conocimiento, sofocados por la presión de esta marea negra que se extendía más allá de donde alcanza la vista, en las largas avenidas rectilíneas de Teherán.

¿Cuántos eran este jueves en las calles? Cinco millones, quizás… o seis. Es imposible saberlo. Sea como fuere: algo inédito.

En la entrada de la capital, el imponente memorial del sah, símbolo del Irán moderno, se rebautizó plaza Jomeini.

¿Dónde se encuentra ahora el vehículo del ayatolá? No se sabe. Desapareció en algún lugar en medio de esta marea ruidosa, de esta ola hormigueante de donde surgen cientos de miles de retratos del líder de la “revolución islámica”.

Todas las mujeres acudieron con chador (velo negro) y un clavel rojo en la mano. Desde el amanecer cantan: “Jomeini es nuestro jefe”. Las banderolas rezan: “Jomeini, bienvenido a tu país”. Los hombres corean: “Alá es grande”.

Algunos religiosos rocían agua de rosas sobre los manifestantes, que ofrecen su rostro al perfume santo.

En la soleada capital, dominada por las cercanas montañas nevadas, solo resuena un clamor: “Jomeini, Jomeini”.

Los militares abandonaron la capital por completo.

En algunas ocasiones, los fieles, que por fin ven a su idolatrado “guía” tras 15 años de exilio, alzan el vehículo del ayatolá y lo transportan a lo largo de varios metros.

“Tu regreso significa la proclamación de la República Islámica”, gritan los más exaltados.

Un mulá (religioso chiita) con turbante blanco exclama: “¿Quién habría podido pensar hace solo seis meses que Jomeini regresaría a Irán, él, el apestado, aclamado ahora por millones de musulmanes?”.

Todo el mundo es consciente del significado de la vuelta del exilio, después de la reciente huida del sah, con un aire precisamente a exilio.

Cuando el Boeing 747 del ayatolá aterrizó en Teherán, todos se callaron. Aún en silencio, el ayatolá descendió la escalinata del avión y volvió a encontrarse con su país, aunque no reconoció la capital, en la que se yerguen modernas torres.

Unos minutos después, el ayatolá hacía un llamado a la unidad pues, en su opinión, “la lucha no terminó, la marcha del sah no es más que la primera parte del camino a realizar”.

Después, el ayatolá Jomeini denunció violentamente a su enemigo: “El sah destruyó todo, nuestra cultura, nuestra universidad, la economía, la agricultura. Nosotros demoliremos el sistema que él estableció”.

Este jueves, todo Irán parecía acudir a la cita con el ayatolá Jomeini. Del aeropuerto al cementerio de Teherán, punto clave de la contestación religiosa, donde lo esperaban una multitud enorme, el líder chiita pudo constatar que lo seguía todo un pueblo al que él pretende “mostrar el camino a seguir”.

Mientras la monarquía sigue vigente y los brotes de la guerra civil –¿o de la guerra santa?– despuntan en Irán, todo el mundo se pregunta qué será, exactamente, esta vía islámica.

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