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Pocas esperanzas ante las nuevas negociaciones sobre Siria en Ginebra

Imagen de las llamas y la humareda provocadas supuestamente por la explosión de un coche bomba en una posición gubernamental durante los combates por hacerse con una zona de la ciudad de Daraa, en el sur de Siria, el 20 de febrero afp_tickers

Las negociaciones para detener el devastador conflicto que asola Siria desde hace casi ya seis años se reanudarán el jueves en Ginebra sin demasiado optimismo, dada la situación de violencia en el terreno, el abismo entre entre los beligerantes y la incertidumbre sobre la posición de Estados Unidos.

Se trata de las primeras conversaciones desde el último intento de resolver el conflicto, entre enero y abril de 2016 en Ginebra, que se saldó con un fracaso.

Entre tanto, el horror ha continuado y, como las veces anteriores, la proximidad de las conversaciones coincide con un recrudecimiento de la violencia en el campo de batalla.

Desde hace varios días, las fuerzas gubernamentales bombardean posiciones rebeldes cerca de Damasco y en la provincia de Homs.

La oposición denuncia que se trata de un “mensaje sangriento” destinado a sabotear las negociaciones.

Las nuevas discusiones comienzan, no obstante, en un contexto sobre el terreno radicalmente distinto respecto a abril de 2016: el régimen, apoyado por sus aliados ruso e iraní, ha reconquistado Alepo, el emblemático bastión de la insurrección en el norte, y los rebeldes al parecer ya no controlan más que el 13%.

Turquía, apoyo de la oposición, se ha convertido en un beligerante de facto interviniendo en tierra en el norte de Siria.

Ankara se ha acercado al mismo tiempo a Moscú, apoyo vital del régimen y padrino, y a Irán, desde finales de diciembre.

– Asad, aún y siempre –

“Yo no me hago ilusiones”, admitió el emisario de la ONU Staffan de Mistura en un debate sobre Siria organizado el domingo en la Conferencia sobre Seguridad de Múnich. Pero “es hora de intentarlo de nuevo”, insistía el diplomático italo-sueco.

Esta vez, según fuentes diplomáticas cercanas a las negociaciones, la ONU quiere hacer un cara a cara entre los dos beligerantes.

La delegación del régimen estará liderada, como en ocasiones anteriores, por el embajador sirio ante la ONU, Bashar al Jaafari. La de la oposición estará dirigida por el abogado Mohamad Sabra, próximo a Turquía.

En teoría habrá tres grupos de trabajo sobre los temas previstos por la ONU: gobernanza, futura constitución y futuras elecciones.

Se trata de asuntos que jamás han podido ser abordados en profundidad, ya que la cuestión de la ‘transición política’ no tiene el mismo sentido según hable de ella el régimen o la oposición.

“Iremos a Ginebra para discutir una solución política”, declaró Anas al Abdeh, líder de la coalición nacional siria, en el foro de Múnich. Pero, repitió, “Asad debe marcharse”, ya que no se resolverá ningún problema “mientras que siga en el poder”.

El presidente sirio, por su parte, reiteró hace poco su visión de las cosas: todos los grupos de la oposición son “terroristas”, él cuenta con el “apoyo popular” para recuperar “cada palmo del territorio sirio” y solo las urnas pueden decidir su suerte.

– Esperando a Trump –

Dada la diferencia de posturas entre las partes, las miradas se han girado hacia las potencias regionales e internacionales que deciden realmente la solución del conflicto.

El acercamiento entre Moscú y Ankara en ese sentido “ha cambiado el tono”, según De Mistura, que cree que hay que “apoyar la ‘realpolitik’ cuando va en el buen sentido”.

“A Rusia le interesa salir de este conflicto sin fin, mientras que Irán se mantiene en un apoyo ciego a Bashar al Asad”, considera por su lado una fuente diplomática francesa.

Sin embargo, la postura estadounidense sobre la solución política en el conflicto sirio sigue siendo la gran desconocida.

El presidente estadounidense, Donald Trump, que ha pedido al Pentágono un nuevo plan para luchar contra los yihadistas del grupo yihadista Estado Islámico (EI) antes de que acabe febrero, hasta la fecha no ha dado señales sobre la implicación estadounidense para acabar con un conflicto que ha dejado más de 310.000 muertos y millones de refugiados.

“¡Que Dios ayude a los sirios si hay que esperar a que Donald Trump les dé una solución!”, se desesperaba el director del Observatorio de Derechos Humanos, Kenneth Roth.

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