Científico suizo en misión para limpiar el espacio

Medio siglo de actividad espacial ha dejado un sinfín de chatarra circulando por el espacio: pedazos de cohetes, fragmentos de satélites, escamas de pintura y hasta guantes de astronautas.
Thomas Schildknecht, profesor del Instituto Astronómico la Universidad de Berna, trabaja en un proyecto destinado a resolver el creciente problema de la basura espacial.
Se estima que hay más de 600.000 objetos de un centímetro de diámetro o más que orbitan a miles de kilómetros por hora sobre nuestro planeta.
La basura espacial se ha convertido en una creciente preocupación en los últimos años. Y es que la colisión con uno de estos fragmentos puede ser catastrófica para los satélites, los astronautas y las naves espaciales, sin mencionar que el efecto dominó que puede producirse: generar aún más escombros.
En órbitas menores (hasta los 2.000 kilómetros), un objeto que se mueve a 15 km/segundo, al chocar con un satélite en operación, puede causar tanto daño como una granada.
«Si hablamos de las órbitas bajas, donde tenemos estaciones espaciales y misiones tripuladas, el problema es serio. En el caso de la Estación Espacial Internacional, por ejemplo, se considera que hay un 50% de probabilidades de que la estación se vea seriamente dañada por un escombro espacial en los próximos diez años», explica a swissinfo Schildknecht.
Los investigadores de la NASA afirman que se avecina una situación crítica. Incluso si no se lanzan nuevas misiones espaciales, el número de nuevos fragmentos creados por colisiones excederá de aquí a 2055 la cantidad de chatarra que cae sobre la Tierra y se descompone por el calor.
Vigilar la chatarra espacial
Limpiar el ‘basurero’ espacial puede parecer una tarea monumental.
«Sin embargo, no existe a medio plazo una manera factible de limpiar el espacio con un aspirador o algo que se le asemeje», señala Schildknecht.
Por esa razón gran parte de los esfuerzos internacionales emprendidos se centran actualmente en prevenir colisiones: se vigilan los escombros de mayor tamaño para evitar que se generen más desechos.
Con la ayuda de telescopios ópticos y en colaboración con la Agencia Espacial Europea, Thomas Schildknecht y su equipo han supervisado el cielo desde Berna hasta la isla de Tenerife (Canarias) y han creado un inventario de los escombros menores que orbitan a una altitud elevada.
«Vemos tipos extraños de escombros: capas aislantes que se han despegado de los satélites, por ejemplo».
Sus investigaciones sirven para dirigir los satélites a través de los campos de escombros. Actualmente, cada cuatro u ocho semanas se retira un satélite de su órbita para esquivar un trasto espacial.
Lloviendo escombros
Otra parte del trabajo del grupo consiste en concienciar a la comunidad espacial sobre la gravedad del problema.
«Es como una gestión de desechos aquí en la Tierra. Encontramos desechos vertidos hace 15 años de los que nadie sabía», explica el científico.
Según Schildknecht, las agencias espaciales son cada vez más conscientes de la problemática y han comenzado a exigir que los operadores comerciales respeten unas pautas mínimas. El objetivo final es elaborar un código de conducta para limitar la basura que generan las misiones espaciales.
Entre los 800 y 1.000 kilómetros de altitud el problema se agrava, señala Schildknecht, ya que hay muchos satélites que con el tiempo pueden verter escombros.
Gran parte de ellos caerán con la lluvia y terminarán en altitudes inferiores antes de entrar en la atmósfera.
«El problema principal no es el riesgo en la Tierra, sino espaciar las misiones», dice.
Es muy probable que Lottie Williams de Tulsa, Oklahoma, no coincida con Schildknecht.
Williams es la primera –y única– persona golpeada hasta la fecha por un escombro espacial. El 22 de enero de 1997, mientras paseaba por un parque en Tulsa, recibió el impacto en el hombro de un objeto metálico de 15 cm identificado como una parte del tanque de fuel de un cohete Delta II que lanzó un satélite de la fuerza aérea estadounidense en 1996. Afortunadamente, Williams no resultó herida.
swissinfo, Simon Bradley
La Red de Vigilancia del Espacio Estadounidense controla cerca de 12.000 fragmentos de chatarra de más de 10 centímetros, pero la mayoría de estos objetos circulan sin control por el espacio.
Según un modelo de la Agencia Espacial Europea (ESA) , hay más de 600.000 objetos mayores de 1 cm en órbita. Los sistemas de radar y ópticos de Estados Unidos, Rusia y europeos recopilan información sobre los escombros espaciales que sirven para confirmar modelos del ambiente en el que se hallan.
En colaboración con la ESA, el Instituto de Astronomía de la Universidad de Berna ha seguido la pista de fragmentos de chatarra y ha elaborado un inventario de la basura espacial durante los últimos ocho años.
El grupo integrado por cinco científicos suizos utiliza telescopios ópticos ubicados en Tenerife y en Zimmerwald, cerca de Berna, para buscar y controlar la basura encontrada en su mayoría en altitudes que van de los 20.000 a 36.000 km.
Basura espacial, escombros espaciales, cualquier artefacto que orbita en torno a la Tierra: fragmentos despegados de naves espaciales, tuercas y tornillos, células solares, satélites abandonados, escamas de pintura, núcleos de reactores nucleares, viejos cohetes usados y fragmentos sólidos de combustible.
Cientos de miles de fragmentos de chatarra orbitan hoy en torno a la Tierra. Sin embargo, sólo 12.000 tienen un tamaño menor a una pelota de tenis.
Estos escombros circulan silenciosamente en torno al globo a una velocidad de hasta 35.000 km/h y en altitudes superiores a los cientos de miles de kilómetros. A esta velocidad, las colisiones – incluidas las de objetos minúsculos – pueden ser desastrosas.
Las colisiones fragmentan los objetos y multiplican la basura espacial. Históricamente, la tasa de generación de escombros supera la tasa de renovación, lo que aumenta en un promedio anual del 5% la cantidad de escombros en la órbita terrestre inferior.
La primera colisión con un satélite confirmada se produjo en 1996, cuando una fragmento de chatarra chocó con el satélite francés Cerise.
Entre las medidas adoptadas para solucionar el problema de la basura espacial figuran: la anulación de los cohetes apagados por el vertido de combustibles residuales; retirada de los satélites al término de su misión; situar los satélites en una órbita donde no hay satélites en operación.

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