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Producir CO2 con la conciencia casi tranquila

Al paso actual, la temperatura atmosférica aumentará entre 1,4 y 5,8 grados de aquí a fines del siglo. Keystone

El 11 de diciembre de 1997, al adoptar el Protocolo de Kyoto, la comunidad internacional daba un primer paso para frenar el cambio climático.

Diez años después, las medidas para reducir la producción de gases con efecto invernadero son escasas. Muchos países industrializados optan por proyectos de compensación en el extranjero para cumplir los compromisos asumidos.

Aunque no se conocen aún todas las consecuencias del calentamiento atmosférico, los expertos de la ONU advierten que el planeta Tierra, con sus 6.300 millones de habitantes, es un lugar de riesgo para realizar experimentos incontrolados sobre el clima.

Un mensaje que hasta ahora sólo ha entendido una parte de la comunidad internacional. Las medidas políticas adoptadas por los gobiernos en los países industrializados – energías renovables, ahorro energético, incentivos fiscales – son aún escasas. Y países como China e India, que generan grandes cantidades de CO2, se muestran poco sensibles a las cuestiones ambientales.

Diez años después de Kyoto persiste la incógnita si se cumplirán los objetivos – no muy ambiciosos, por cierto – fijados en Japón: reducir de aquí al año 2012 las emisiones de gas con efecto invernadero en al menos un 5% con respecto a los niveles de 1990.

Nuevo mercado en plena expansión

Incluso los miembros de la Unión Europea y Suiza (que figuran entre los promotores del Protocolo de Kyoto) sólo conseguirán cumplir los compromisos asumidos hace diez años (-8%) con la ayuda de los denominados ‘mecanismos flexibles’.

Estos ‘mecanismos flexibles’, previstos entre los instrumentos de cooperación internacional, permiten a los países industrializados compensar sus excedentes de emisiones contaminantes mediante la financiación de proyectos destinados a reducir los gases con efecto invernadero en los países en desarrollo. También mediante la adquisición de certificados de emisión provenientes de proyectos análogos o de países con cuotas de emisiones inferiores a los límites que fija el Protocolo de Kyoto.

Asimismo pueden comprar estos certificados las empresas que no tienen intención de reducir sus emisiones o personas que, al no estar dispuestas a renunciar a los medios de transporte contaminantes, quieren tranquilizar su conciencia. Se estima que el comercio de los certificados de emisiones, que funciona según los principios de la Bolsa, facturará varios miles de millones de francos en los próximos años.

Proyectos discutibles

Los mecanismos flexibles permiten a las naciones industrializadas rebajar a bajo coste sus emisiones en países donde el coste de vida es bajo. A cambio, consienten a las naciones en desarrollo acceder a medios financieros y a tecnologías modernas compatibles con el desarrollo sostenible.

Aunque a primera vista parecen útiles para todos, no siempre lo son para el medio ambiente, como revela el estudio que hizo público el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) hace unos días y que analiza 800 proyectos de reducción de emisiones en países en desarrollo.

«Del estudio se desprende que el 40% de los proyectos no comportan una reducción ulterior de los gases con efecto invernadero: se habrían rebajado sin ser incluidos en la bolsa de certificados de emisión. Y los países donde se realizan también verifican sus efectos en términos de desarrollo sostenible», subraya Patrick Hofstetter, responsable de la sección clima en WWF Suiza.

La organización medioambiental pide que los proyectos se controlen regularmente y se certifican con la marca Gold Standard, creada por el WWF y una decena de otras organizaciones.

Reglas dictadas por la Naturaleza

Escéptica se muestra también Greenpeace, como explica su especialista Cyrill Studer: «Inicialmente, los certificados de emisión debían servir, sobre todo, para involucrar a los países en desarrollo en la política internacional del clima. Pero ahora nos encontramos con una multitud de certificados que benefician, ante todo, a los países industrializados y les liberan de la obligación de reducir sus emisiones».

«En nuestra opinión, los países que contribuyeron mayoritariamente al calentamiento del planeta deben asumir ahora su responsabilidad, reduciendo las emisiones en su propia casa. Al desplazar las reducciones al extranjero, no asumen el ejemplo que deberían representar para las naciones emergentes o en desarrollo».

La iniciativa popular que Greenpeace, WWF y otras organizaciones ecologistas entregarán en breve, exige que las autoridades adopten medidas ulteriores para reducir en un 30% las emisiones de aquí a 2020 respecto al nivel registrado en 1990.

«Desde el Protocolo de Kyoto hace diez años, Suiza y los otros países industrializados se han dormido en los laureles. Los últimos informes de la ONU reflejan que sólo se puede proteger a la humanidad del cambio climático mediante la aplicación de medidas rápidas e incisivas. No somos nosotros quienes lo exigimos, sino que son las reglas que dicta la Naturaleza», sentencia Cyrill Studer.

swissinfo, Armando Mombelli
(Traducción del italiano: Belén Couceiro)

1992 – En la Cumbre Mundial de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, se firma la primera Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC).

1997 – El 11 de diciembre se adopta el Protocolo de Kyoto (Japón), primer acuerdo que contiene medidas concretas para frenar el cambio climático.

2005 – En febrero entra en vigor el Protocolo de Kyoto, que ratifican más de 130 países.

2007 – Del 3 al 14 de diciembre la CMNUCC celebra su 13ª conferencia en Bali (Indonesia) con el fin de fijar una agenda para alcanzar, de aquí a 2009, un acuerdo internacional sobre la reducción de emisiones de gas con efecto invernadero después de 2012.

Con la adhesión al Protocolo de Kyoto, que han ratificado más de 170 estados, los países industrializados se comprometieron a reducir las emisiones de gas con efecto invernadero en al menos un 5% entre 2008 y 2012, respecto a los niveles de 1990. Los miembros de la Unión Europea (UE) y Suiza se han fijado rebajar sus emisiones en un 8%.

Estas reducciones pueden conseguirse con medidas de política medioambiental en el territorio nacional – promoción de energías renovables, mejorar la eficiencia energética, etc. – o compensando las emisiones en el extranjero por medio de ‘mecanismos flexibles’.

Estos instrumentos permiten a los países industrializados comprar certificados de emisión de estados cuya producción de gases con efecto invernadero es inferior a la cuota que se les ha asignado. Las medidas de compensación también pueden obtenerse mediante el respaldo de proyectos de tecnología ‘limpia’ en los países en desarrollo.

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