Cinco mil años de leyendas sobre los dragones viajan de Taiwán al Sena
Nerea González
París, 17 nov (EFE).- Emergidos de un mundo de leyenda, el origen de los dragones es tan antiguo como la civilización china y, a partir de este miércoles, París repasará su legado milenario en una nueva exposición que ha traído hasta las orillas del Sena varios de los grandes tesoros del Museo Nacional del Palacio de Taipéi (Taiwán).
Titulada simplemente ‘Dragones’, la primera lección que deja esta muestra, que se podrá ver hasta el 1 de marzo en el Museo del Quai Branly Jacques Chirac, a pocos metros de la torre Eiffel, es que en el Asia Oriental, donde su rastro se remonta a más de 5.000 años atrás, los dragones no eran, como se los caracterizó muchas veces en occidente, maléficas criaturas de fuego.
Muy al contrario, se los relacionaba más con el agua y eran concebidos como una especie de vínculo entre lo terrenal y lo divino.
«Sirven para comunicarse con el mundo celeste», explicó Julien Rousseau, responsable de la Unidad Patrimonial de Asia del museo que en París está dedicado a las culturas de África, Asia, Oceanía y América, durante la presentación a la prensa de la muestra.
Rousseau, que ejerce como comisario de esta exposición junto a varios expertos del Museo Nacional del Palacio de Taipéi, los describió en concreto como «criaturas híbridas» que ejercen de «mediadores» entre el hombre, la divinidad y el mundo de los ancestros, con lo que su representación tradicional en el arte asiático estuvo ligada eminentemente a esos valores.
Tesoros imperiales
La muestra comprende algo más de 80 piezas que han viajado desde Taiwán a París, entre ellas 9 catalogadas como tesoros nacionales de la isla, según explicó la directora adjunta del Museo Nacional del Palacio, Yu Pei-chin, y se complementa con piezas de la propia colección del Museo del Quai Branly Jacques Chirac y de otras instituciones francesas, como el Museo de Artes Asiáticas de Niza.
Entre ellas hay bronces, cerámicas, tallas de jade, túnicas religiosas y hasta cortos de animación que demuestran la omnipresencia de los dragones en la cultura asiática, incluso en los siglos en los que su representación y su uso estaban restringidos estrictamente al emperador de turno, considerado igualmente un mediador entre lo divino y lo humano.
Fue la dinastía Liao (907-1125) la que impuso esta norma, que acabaría convirtiendo al dragón amarillo de cinco garras en el emblema oficial reservado a los soberanos chinos hasta el fin del imperio, en 1911.
Así, los dragones decorarán vestimentas imperiales, ornamentos y hasta cofres en los que se guardaban los tesoros de la corte, como los útiles de escritura del soberano.
No en vano, en el propio arte de la caligrafía también se inmiscuían con frecuencia los dragones, como resalta la exposición del Quai Branly, porque también esta práctica era vista como una manera de conectar a los hombres con lo celestial.
De los primeros dragones a los últimos
¿Pero cómo eran los primeros dragones jamás imaginados? La muestra también se hace esa pregunta y les pone un rostro que se asemeja al de un cerdo y un cuerpo enroscado como el de una serpiente, tal y como demuestra la pieza más antigua que se va a poder ver en París: una pequeña pieza de jade tallado perteneciente al final de la cultura Hongshan (4.700-2.900 a.C.).
De ahí hasta nuestros días estas criaturas legendarias nunca desaparecieron, motivo por el que el recorrido de ‘Dragones’ concluye con una reflexión mucho más cercana a nuestros días, ilustrando su pervivencia en la cultura actual.
Como ejemplo se sirve de los espectáculos de la danza del dragón y el león que protagonizan muy especialmente las celebraciones del Año Nuevo chino, pero también otros eventos en los que se busque «equilibrar las fuerzas terrestres y celestes», indicó Rousseau, para asegurar la protección y el éxito de cualquier nuevo proyecto. EFE
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