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Confrontar la realidad de la calle

Nikolina posa con dos chicos que acuden al CAINA. swissinfo.ch

Para Nikolina Stanic lo más fuerte de su experiencia como voluntaria, fue el día que se encontró con una niña del CAINA viviendo en la calle.

“Yo ya sabía que vivía en la calle, pero verla en ese momento fue tomar conciencia de que la calle era su lugar”, confiesa.

Cuando se abren las puertas del Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (CAINA) a las 9 de la mañana en punto, unos cincuenta chicos y chicas de todas las edades entran corriendo a tomar sus lugares en la mesa donde se les servirá un desayuno modesto (para muchos, quizás, la única comida del día), de café con leche, pan, manteca y algún dulce para untar.

Aunque la primavera ya templa los días de Buenos Aires, el frío y la desolación se transluce en los rostros y las ropas sucias y maltrechas de esos niños y adolescentes, permitiendo adivinar que pasaron la noche durmiendo en las calles.

“¿Qué fue lo más fuerte que me pasó? La primera vez que vi a los chicos que vienen a la Asociación en la calle. Yo estaba caminado por la ciudad y vi a Marta, una chica que viene al CAINA, y la vi ‘realmente en la calle’. Ahí tomé conciencia de que ese era su lugar, donde vivía… fue una confrontación muy, muy fuerte con la realidad”, recuerda Nikolina.

Para la joven suiza, lo que rescata de ese día fue su reacción: “Aún cuando fue fuerte, todo sucedió muy naturalmente: nos saludamos con un beso y un abrazo. Y eso es muy importante, porque los chicos están muy atentos: no podés trabajar en el CAINA y cuando los ves en la calle tratarlos con indiferencia. Ahora ya estoy acostumbrada, los encuentro cada tanto…”

Una experiencia de vida y de “vidas”

Hasta el 21 de octubre Nikolina estará en Buenos Aires y el año próximo volverá por unos 9 meses para hacer su investigación sobre los “cartoneros en Argentina” para su tesis de la facultad.

“Yo estoy aprendiendo mucho sobre los chicos, de ellos mismos, de CAINA… Pero también de mí misma. Antes de venir, me preguntaba si me iba a adaptar, cómo iba a reaccionar… y ahora entiendo que está todo bien, que fue bueno venir y que hay que entender que uno no puede con todos los chicos, esto está claro.”

“Ahora me siento mucho más segura de mí misma, tengo una sensibilización especial por los chicos… Y aprendí que cuando vienen muy agresivos no debo tomarlo como algo personal, porque entendí que quizás han pasado una noche muy mala o un momento difícil, y lo puedo comprender”, asegura.

“Recuerdo una de las primeras veces, cuando una chica de 12 años se sentó en mi falda para hablarme de su vida. Era tan madura, parecía de 20 años… Me contó que un día quería viajar, que quería formar una familia, estudiar, pero sabía que antes tenía que organizar su vida, mejorar su situación. ¡Fue muy fuerte!”

Para Nikolina, esta experiencia fue una sorpresa, un aprendizaje: “Antes de venir yo tenía como un desafío: quería hacerlo, pero tenía como mucho respeto, porque no me conocía a mí misma en esta situación”.

“Pero siempre busco el desafío…”, concluye, sin abandonar la sonrisa que la acompañó toda la jornada.

swissinfo, Norma Domínguez, Buenos Aires

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