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Cuando murió Franco en 1975 el mundo dudaba razonablemente del futuro de España

Fernando Prieto Arellano

Redacción Internacional, 15 nov (EFE).- Cuando el 20 de noviembre de 1975 fallece Francisco Franco en una cama de un hospital público de Madrid en lo único que todo el mundo estaba de acuerdo era en que concluían 40 años de dictadura y en que España se enfrentaba a un futuro tan incierto como desafiante.

La prensa internacional siguió con interés la evolución de la larguísima agonía del jefe del Estado, en la que no faltaron turbias maniobras palaciegas, juegos de alta política, invocaciones taumatúrgicas imposibles y un desafío a la lógica de la ciencia médica; una sucesión de hechos que el entonces director del diario francés Le Figaro, Jean d’Ormeson, describió de modo implacable:

“Convocados por periodistas de todo el mundo, Shakespeare, Goya, El Greco y Kafka montaron guardia durante más de un mes, en una sombría vigilia, ante la interminable agonía del general Franco. Tras treinta y cinco días de suspense angustioso (…), el Generalísimo seguía siendo un muerto en vida, al que una formidable conspiración de ciencia y política le había prohibido morir”, escribió D’Ormeson en una crónica del 21 de noviembre de 1975.

“Franco, el cruzado”, tituló un artículo, publicado también ese día 21 en el diario francés Le Monde, su entonces editor, André Fontaine, quien señalaba que el dictador solía referirse a la guerra civil que lo llevó al poder como una “cruzada”, y que “atacó a sus adversarios con la misma brutalidad que los cruzados de la Edad Media empleaban contra los infieles”.

“Si alguna vez la piedad, el remordimiento o la duda se asomaron a este taciturno autócrata, de rostro inexpresivo (…), jamás lo demostró. Era el arquetipo del monstruo despiadado, convencido de que la moral política no tiene nada que ver con la moral en sí misma, y que la grandeza del Estado no solo permite, sino que exige, la crueldad”, destacaba Fontaine.

¿Y ahora qué?

“¿Quién gobernará tras Franco?” se preguntaba el semanario alemán Der Spiegel el 23 de noviembre de 1975, día del entierro del dictador.

“Muchos españoles esperan que el sucesor designado por Franco, Juan Carlos, propicie un cambio de régimen; la oposición, aún ilegal, exige una ruptura democrática. Sin embargo, el aparato de poder creado por el Generalísimo, que permanece intacto, deja poco margen de maniobra al nuevo rey”, señalaba Der Spiegel.

“Tras Franco ¿deberá este frágil castillo de naipes ser preservado por «ministros» sin ideología política, que jamás han conocido la oposición, con responsabilidad colectiva y cuya única lealtad ha sido hacia un solo hombre? ¿A quién pueden recurrir ahora?”, se preguntaba el diario británico The Daily Telegraph.

En una crónica titulada “Franco, el dictador patriótico”, The Guardian consideraba que fue, sustancialmente, un hábil oportunista que supo estar en el sitio propicio en el momento oportuno.

El periódico italiano Corriere della Sera indicaba en la crónica de primera plana de su enviado especial a Madrid, Alberto Ronchey, que “el sistema pierde el carisma del ‘caudillaje’, pero no ha sido abatido por una guerra ni por acontecimientos revolucionarios, como ocurrió con el fascismo, ni tampoco por el repudio del Ejército, como ha ocurrido en Portugal con la caída del salazarismo”.

Subrayaba también que “podrá disolverse enseguida la corte personal de Franco (…), pero no la arquitectura del poder, desgastada pero aun capaz de una prolongada resistencia”.

En Argentina, precedido por un “flash” en español de la agencia AFP, el diario Clarín destacaba en portada y con grandes titulares “Murió Franco”, ilustrado con una foto del dictador, y en el cuerpo de la información se indicaba que el Gobierno argentino había decretado duelo oficial.

Por su parte, La Nación titulaba en portada a cuatro columnas, e ilustrado también con una foto de Franco, “Falleció anoche el General Franco”, y bajo esa nota se abría un editorial titulado “Cuatro décadas de la historia de España”.

“Tras Hitler, Mussolini y Salazar, Franco llegó al poder en la ola de fascismo que se extendió por la Europa capitalista en la década de 1930. En contra de los deseos de sus protectores en Berlín y Roma, el caudillo se negó a entrar en la Segunda Guerra Mundial del lado de las potencias del Eje. Esta ingratitud le ayudó a aferrarse al poder”, afirmaba el diario Pravda, órgano por entonces del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Asimismo, destacaba que “ahora lo inevitable ha sucedido. Esto significa que comenzará una feroz lucha política por el futuro de España”.

“España encara la era post Franco”, titulaba The Washington Post en un suelto en su portada del 21 de noviembre junto a una foto del futuro rey Juan Carlos I.

En dicha nota el diario estadounidense resaltaba que, una vez muerto el dictador, se abría de inmediato un debate político acerca del futuro de España.

Igualmente, The New York Times publicaba un pequeño suelto en la primera página de la edición del 21 de noviembre de 1975, en el que se hacía eco del testamento político de Franco y señalaba que España se preparaba para entrar en una nueva era bajo el reinado de Juan Carlos I. EFE

fpa/mb

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