«Combatieron del buen lado»
Durante la Segunda Guerra Mundial, más de 460 ciudadanos helvéticos combatieron en las filas de la Resistencia francesa. Al regresar a Suiza, muchos de ellos fueron condenados a prisión por haber prestado servicio militar en el extranjero. Ahora, una iniciativa parlamentaria busca rehabilitarlos.
Paul Aschwanden nació en el cantón de Schwyz en 1922. Era el menor de cinco hermanos. Sus padres se separaron cuando tenía dos años. Su madre lo ingresó en un hogar infantil. Al concluir la escuela, Paul se esforzó en encontrar opciones en el mundo laboral. Tras interrumpir su aprendizaje en un taller de pintura, trabajó ocasionalmente como peón, obrero y cartero.
En 1940, poco antes de la ofensiva alemana en el Frente Occidental, con apenas 18 años, cruzó la frontera francosuiza en Basilea y se alistó en la Legión Extranjera en Mulhouse.
Tras seis meses de entrenamiento militar en Argelia debió optar entre luchar contra las tropas británicas en Medio Oriente o construir carreteras en el Sahara. Eligió la segunda opción. En marzo de 1943, tras el desembarco estadounidense en Marruecos y Argelia, junto con otros exlegionarios se unió a los aliados alistándose en las Fuerzas Francesas Libres (FFL) del general De Gaulle.
Paul participó en la ofensiva militar italiana, y en agosto de 1944 desembarcó en Provenza. Por sus méritos obtuvo la Cruz Militar y fue ascendido a suboficial. Al regresar a Suiza, en septiembre de 1945, fue condenado a cuatro meses de prisión condicional.
Al igual que Paul Aschwanden, la mayoría de los ciudadanos suizos que integraron la Resistencia francesa eran exlegionarios que se habían incorporado a las FFL. Muchos trabajaban ya en la Francia ocupada antes de unirse a las formaciones armadas antinazis; la mitad de ellos tenían doble nacionalidad. Otros abandonaron Suiza para unirse a las formaciones partisanas francesas (Forces françaises de l’intérieur, FFI) o se unieron a las FFL a partir de sus lugares de residencia, Londres, África o Medio Oriente.
Al regresar a Suiza, 200 de ellos fueron condenados a prisión, con o sin libertad condicional, y en algunos casos fueron expulsados del ejército o perdieron sus derechos políticos. No faltaron aquellos que decidieron permanecer en Francia para librarse de las sanciones. Algunos, ya condenados en rebeldía en Suiza, murieron en combate.
¿Quiénes eran los resistentes suizos?
«No se trataba de un grupo homogéneo” afirma el historiador suizo Peter Huber, autor del libro In der Résistance. Schweizer Freiwillige auf der Seite Frankreich (En la Resistencia. Voluntarios suizos en el bando de Francia), publicado en 2020, en el cual, por primera vez, reconstruyó la trayectoria de vida de los combatientes suizos en la Resistencia francesa, sus vivencias militares y las consecuencias de sus actos una vez que regresaron al país de origen.
En la mayoría de los casos, los voluntarios suizos eran de origen proletario o pequeño burgués. Eran jóvenes, con frecuentes situaciones familiares difíciles y recorridos educativos y profesionales accidentados. Muchos de ellos tenían antecedentes judiciales, en general debido a típicos delitos de las clases bajas (hurtos o mendicidad). A diferencia de los voluntarios que participaron en la Guerra de España, en raras ocasiones contaban con experiencia en la militancia política.
Sin embargo, algunos, aunque no la mayoría, tenían sentimientos antifascistas. Otros, sobre todo los de doble nacionalidad francosuiza, estaban motivados por el patriotismo. Algunos huían de las dificultades de la vida civil. Entre los legionarios, la decisión de unirse a la Resistencia constituyó también una simple cuestión de sobrevivencia. «En casi todas las biografías, sin embargo, aparece también un sentimiento de consternación ante la humillación que padeció Francia y la megalomanía de Hitler», subraya Huber.
Hacia la rehabilitación
Ya en 2006 una iniciativa parlamentaria Enlace externo planteó la rehabilitación de los voluntarios antifascistas suizos en España, así como la de los combatientes helvéticos en la Resistencia francesa. Tres años más tarde, el Parlamento suizo rehabilitó a aquellos que habían luchado junto a las tropas republicanas españolas. Sin embargo, excluyó a los que participaron en la Resistencia francesa, con el argumento que faltaba información e investigación histórica para conocer las verdaderas motivaciones de los voluntarios.
La publicación del estudio de Peter Huber en 2020 aportó la base científica para reconsiderar la cuestión. Dos iniciativas parlamentarias Enlace externoparalelas de la diputada nacional Stéfanie Prezioso de Ensemble à Gauche y de la senadora verde Lisa Mazzone, demandan la rehabilitación formal de los voluntarios suizos que participaron en la Resistencia francesa, de igual forma que para los que combatieron en las filas republicanas en España. “Las condenas de esa época no corresponden con el sentimiento de justicia imperante”, señala el texto de la iniciativa.
La investigación de Huber presenta una imagen heterogénea de las razones que motivaron a los voluntarios suizos, en las que los motivos nobles suelen ir de la mano de apreciaciones oportunistas. Entonces, ¿cuáles son las razones para una rehabilitación? «Independientemente de sus motivaciones, los combatientes suizos de la Resistencia francesa, contribuyeron a la derrota del nazifascismo y a salvaguardar a Suiza», argumenta Huber.
«En un momento de la historia en que se asiste a un resurgimiento de los sentimientos de inspiración fascista y en el que se intenta, sin tapujos, equiparar a los nazifascistas con los combatientes de la resistencia, es importante identificar a los que lucharon del buen lado”, indica Stéfanie Prezioso. «No se trata de celebrarles como héroes, sin embargo, la rehabilitación es una forma de reafirmar los valores democráticos defendidos en la batalla antifascista y que hoy son puestos en tela de juicio”.
El pasado 29 de octubre, la Comisión de Asuntos Jurídicos del Consejo Nacional decidió por amplia mayoría dar curso a la iniciativa parlamentaria. Los voluntarios suizos de la Resistencia francesa podrían obtener a corto plazo el mismo reconocimiento tardío que los voluntarios de España y los que ayudaron a los refugiados perseguidos por el nazismo.
La Resistencia oculta
Más allá de la debida rehabilitación, la investigación del historiador Peter Huber tuvo también el mérito de llamar la atención, aunque solo parcialmente, sobre la participación de decenas de miles de extranjeros -entre ellos 30 000 soldados de las colonias del África subsahariana- en la liberación de Francia. «En Francia, después de 1945, esta contribución fue olvidada debido a una «nacionalización» de la Resistencia con fines identitarios», señala el historiador. «En Suiza, en cambio, la historia de los voluntarios de la Resistencia francesa no tuvo cabida en el discurso centrado en el mito del general Guisan y la voluntad defensiva del ejército».
El libro de Huber integra también historias ocasionales de mujeres que se involucraron en las actividades de la Resistencia francesa. «Como las mujeres no estaban obligadas a realizar el servicio militar, no eran punibles según el Código Penal Militar. Por lo tanto, sus nombres no se encuentran en los registros de la justicia militar, sino en los de los consulados», precisa el historiador. «Supongo que hubo más voluntarias suizas de las que pude identificar en mi investigación».
Gabrielle Mayor creció en Le Locle, en el cantón de Neuchâtel, y se casó en 1928 con un campesino productor de queso, con quien se instaló en Dôle, región francesa del macizo del Jura. Dos años después que las tropas alemanas ocuparon Francia, la pareja entró en contacto con los círculos antifascistas. Su granja se convirtió en el cuartel general de una red de la Resistencia. Contaba con dos equipos de radio bidireccionales que fueron usados por agentes de la inteligencia británica.
En junio de 1944, tras un aprovisionamiento de armas aliadas, la red fue descubierta. Gabrielle fue arrestada. Su hermano alertó inmediatamente al consulado suizo en Besançon. En septiembre, fue deportada a Alemania, donde permaneció detenida en el campo de concentración de Ravensbrück. Hasta tres meses después de su detención la embajada suiza en Berlín no había tomado contacto con las autoridades alemanas para recibir la debida información sobre el lugar de detención y los cargos que se le imputaban.
Gabrielle fue liberada el 4 de febrero de 1945 y regresó a Suiza. Como consecuencia de su encarcelamiento, su salud se resintió gravemente. Durante años vivió en la penuria económica. En 1959, recibió su primera subvención federal para las víctimas suizas del nacionalsocialismo. Sin embargo, la suma era inferior a la solicitada inicialmente porque Gabrielle Mayor, como «miembro militante de la Resistencia», fue considerada como responsable de los hechos en los que participó.
Traducido del italiano por Sergio Ferrari
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