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¿Encontrará Rusia algún día la democracia?

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La intimidación de la población rusa tiene éxito porque no hay alternativas políticas al sistema de Putin. Keystone / Ivan Sekretarev

Le guerra de Rusia contra Ucrania marca un antes y un después en la historia universal. ¿Se ha desvanecido con ello ya cualquier perspectiva democrática para Rusia?  

La guerra rusa contra Ucrania pone un punto final a la época que comenzó el 8 de mayo de 1945. Kiev ha elegido el camino de Europa y Occidente, hacia la democracia. ¿Pero qué pasará con Rusia? ¿Tiene todavía alguna posibilidad para emprender la senda hacia la democratización? ¿O se convertirá en una dictadura cada vez más rígida?

Algo ingenuamente, muchos veían, también en Suiza, la presidencia de Dimitri Medvédev (del 7 de mayo de 2008 al 7 de mayo de 2012) como el comienzo de una nueva fase en la democratización controlada de Rusia. El lema de Medvédev, “Libertad es mejor que la no libertad”, se tomó en serio y se interpretó como un programa de desarrollo para el país en el próximo decenio. Pero después, como muy tarde a partir del 6 de mayo de 2012, al producirse las manifestaciones en la plaza Bolotnaya de Moscú, se vio claramente que estas esperanzas no se iban a cumplir.

A continuación se dieron una serie de pasos hacia la progresiva autocratización: la modificación de la Constitución en verano de 2020 con la que se alargó el mandato del presidente Putin, el intento de asesinato de Alexéi Navalny, el desmantelamiento sistemático de los últimos restos de autogobierno local, la alineación total de los medios de comunicación, que culminó con la liquidación del canal de televisión ‘Rain TV’ y de la emisora radiofónica ‘Eco de Moscú’, la represión incluso contra los llamados liberales del sistema dentro del Gobierno y, finalmente, la agresión contra Ucrania. A posteriori, todos estos pasos no parecen ser un encadenamiento de acontecimientos fortuitos, sino más bien la preparación consciente de la guerra que el régimen de Putin está librando ahora.

Una sociedad en estado de sitio

“El Kremlin ha conseguido colocar a la sociedad rusa en un estado de sitio mental”, comenta Ulrich Schmid, un eslavista suizo, crítico literario y profesor de universidad. “Tres rusos de cada cuatro creen que la OTAN es una organización enemiga”, continúa. “También recibe mucha aprobación popular el desafío ruso a la hegemonía estadounidense. La intimidación de la población rusa tiene éxito porque no existe una alternativa política al sistema Putin. Los dos únicos políticos capaces de movilizar a la gente están o bien muertos, como es el caso de Nemzov, o en prisión, como ocurre con Navalny.”

Ulrich Schmid inició su carrera académica en la Universidad de Basilea como profesor asistente de Filología eslava, luego, de 2003 a 2005, trabajó como profesor becario FNS en el Instituto de Lenguas y Literaturas eslavas en la Universidad de Berna y desde febrero de 2020 ocupa el puesto de vicerrector de Relaciones exteriores en la Universidad de San Gall. En su opinión, la idea imperial desempeña un papel clave en Rusia. “Desafortunadamente, la idea del imperio en Rusia siempre ha jugado el papel de una baza que gana a todas las demás cartas”, explica Schmid. Por eso, dice que incluso hoy algunos opositores liberales vacilan cuando se trata de expulsar esos sueños de gran potencia tan destructivos para el país y el mundo. La única posibilidad remota que ve Schmid para debilitar ese entusiasmo imperial es el fortalecimiento del federalismo ruso.

“Pluralismo impresionante”

En la vecina Ucrania, que la Rusia de Putin atacó el 24 de febrero quebrantando el Derecho internacional, el desarrollo posterior a la caída de la Unión Soviética fue más positivo. “Una razón para ello es que durante el cambio de siglo no hubo un hombre fuerte de los servicios secretos que hubiera podido explotar las debilidades del sistema político para ampliar su propia base de poder”, afirma Benjamin Schenk, profesor de Historia de Europa del Este e Historia General Moderna y Contemporánea en el Departamento de Historia de la Universidad de Basilea. “Por eso, en Ucrania no se llegó a romper del todo el poder mediático de los oligarcas que rivalizaban entre sí, lo cual hizo posible que existiera un impresionante pluralismo de opiniones divergentes hasta el pasado más reciente.”

También la sociedad civil ucraniana pudo progresar libremente en los últimos 20 años, a diferencia de la Rusia bajo Putin. Un impacto positivo en Ucrania en los últimos años se derivó también de los estrechos contactos con las poblaciones de Europa occidental y central, en parte gracias a la exención de visados que rige para los ucranianos en la Unión Europea desde 2017. Además, muchos ucranianos y ucranianas tenían la esperanza de participar en un futuro próximo, de alguna manera, en “el proyecto de paz que representa la Unión Europea”.

Abandonados al vacío

Con la mirada puesta en la Rusia de hoy, Benjamin Schenk señala que a la población en las zonas de ocupación occidentales de la Alemania de la postguerra se les enseñó la democracia en toda regla, mientras que eso no fue el caso en Rusia tras la desintegración de la Unión Soviética. Con el Plan Marshall, la reconstrucción y la creación de una unión económica europea, Alemania sentó las bases para el posterior milagro económico de la joven República Federal, continúa el experto. En Rusia en cambio, no hubo un programa similar después de 1991. Esta es otra razón, según Schenk, por la que la democracia no pudo arraigarse en Rusia de la misma manera.

Ulrich Schmid comparte esta visión; al mismo tiempo ve posibilidades análogas para el futuro. “Después de la Segunda Guerra Mundial se obligó a los alemanes a asociarse al proyecto occidental que englobaba derechos humanos, democracia y tolerancia”, afirma. “Así se pudo proceder únicamente gracias a la capitulación del régimen y a la ocupación del país por los aliados occidentales. Rusia deberá indudablemente asumir sus responsabilidades sobre los crímenes de guerra. Pero esta revisión del pasado solo se podrá realizar después del fin de la era Putin.”

Los dos vecinos desiguales Rusia y Ucrania se encuentran, por lo tanto, en situaciones de partida muy distintas de cara a una futura postguerra que algún día llegará: Mientras que la lucha defensiva y la solidaridad internacional han fortalecido la adhesión a los valores de una sociedad libre y democrática en Ucrania, la mayoría de los rusos y rusas que anhelaban un desarrollo similar para su país antes de la guerra han abandonado su país.

¿Qué necesita Rusia entonces para un cambio democrático en el futuro? Para Ulrich Schmid son varias cosas: “Una prensa libre que denuncie públicamente los abusos y una justicia independiente que garantice la seguridad jurídica. También es necesaria una sociedad civil vigilante que no se deje anestesiar por la propaganda.”

Negligencia de Occidente

Por su parte, Benjamin Schenk denuncia las negligencias de Occidente. “Occidente hubiera podido y tenido que apoyar mucho más la democratización del país, sea con amplias ayudas económicas, con programas de intercambio entre alumnos y estudiantes, con una red de hermanamientos de ciudades o con la supresión de la obligación de visados para viajeros.” Además, los países occidentales “no debieron apoyar interesadamente el saqueo del país” por parte de la nueva élite económica de Rusia, añade.

“Los expertos (as) rusos de la sociedad civil saben mejor que yo qué medidas serían necesarias en Rusia”, dice Schenk. “No necesitan mis consejos.”

Adaptado del alemán al español por Antonio Suárez

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