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Entre sahumerios y fetos de llama en Bolivia piden un Gobierno próspero tras los comicios

Daniela Romero y Carlos Lemos

La Cumbre (Bolivia), 22 ago (EFE).- En el cerro conocido como La Cumbre, a más de 4.200 metros de altitud, varias familias se agrupan alrededor de mesas adornadas con flores, dulces, hojas de coca y fetos de llama, donde los sabios andinos encienden los sahumerios y elevan plegarias en agradecimiento a la Pachamama o la Madre Tierra en Bolivia.

Agosto es el mes elegido para las ‘wajtas’ o rituales andinos porque concluye la primera temporada agrícola en el mundo andino y, según las comunidades indígenas, en este momento del año la Madre Tierra «abre la boca» para alimentarse con ofrendas que retribuyan los frutos dados y los que dará en el futuro.

En esta ocasión, las plegarias pidieron que el nuevo Gobierno, que será elegido en las urnas el próximo 19 de octubre, traiga progreso en medio de un agitado proceso electoral atravesado por la crisis económica que golpea al país marcada por la falta de dólares, el desabastecimiento de combustible, y la inflación.

“Estamos haciendo esta wajta tradicional para progresar bien y para que Bolivia tenga un buen Gobierno”, dice con voz pausada Roberto Huanca, un sabio andino de 90 años que guía la ceremonia. A su alrededor, los asistentes queman incienso y colocan sus pedidos junto al fuego. Salud, trabajo, amor, negocio, protección. Las peticiones son muchas, las esperanzas también.

Agosto no es un mes cualquiera, en la cosmovisión andina, es cuando la Pachamama «abre la boca» y recibe las ofrendas, retribuyendo así los frutos dados y los que vendrán. También marca el fin de la primera temporada agrícola, un momento clave en el calendario rural.

Las apachetas, que son montículos de piedras considerados lugares sagrados, se llenan de color y aromas. El fuego es el medio para entregar las ofrendas, mientras los yatiris o sabios aimaras invocan también a los achachilas, espíritus ancestrales que habitan las montañas.

Más abajo, en la ciudad de La Paz a 3.600 metros sobre el nivel del mar, las manos de Margarita Quispe, una «maestra consejera», no paran de preparar rituales. En la tradicional calle de las Brujas, donde se vende todo tipo de artículos esotéricos, arma mesas rituales para quienes no pueden subir a la montaña, pero quieren cumplir con la Pachamama.

«Somos la quinta generación de sabios ancestrales, empezaron nuestros tatarabuelos», dice Quispe con orgullo. Entre sus ofrendas hay amuletos, figuras de azúcar y remedios naturales. También prepara lo que llama «la piedrita del olvido», una pequeña roca que, asegura, ayuda a cerrar heridas amorosas.

Este año, el clima de los rituales es distinto. La recientes elecciones generales del 17 de agosto, en medio de una compleja crisis económica, ha dejado en el aire expectativas y tensiones. Aunque los resultados ya están definidos, la incertidumbre persiste y muchos llegan a La Cumbre no solo para agradecer, sino también para pedir estabilidad.

«Las personas vienen a buscar esperanza. Este mes no se trata solo de agradecer, sino de volver a conectarnos con lo esencial», comentó a EFE Huanca, quien realiza rituales todo el mes.

A diferencia de años anteriores, el Gobierno no organizó una ceremonia oficial para abrir agosto, ocupado en los preparativos por el bicentenario de la independencia, celebrado el 6 de agosto. Pero en las calles, en los hogares y en las alturas, la tradición sigue viva.

Durante todo agosto, en casas, negocios y cerros sagrados, los bolivianos siguen quemando sus deseos porque cuando la tierra «abre la boca», hay que alimentarla, no solo con dulces, lana y fetos de llama, sino también con fe.

Y en Bolivia, la fe en la Pachamama está presente. EFE

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