
Hong Kong, capital del trago perfecto desde la barra con alma de barrio de Bar Leone
(Corrige el nombre del entrevistado)
Mar Sánchez-Cascado
Hong Kong, 19 oct (EFE).- Hong Kong se ha coronado como capital mundial del trago perfecto, y lo ha hecho de la mano del Bar Leone, tras ser nombrado Mejor Bar del Mundo 2025 por la lista World’s 50 Best Bars. El reconocimiento celebra un establecimiento sin pretensiones, con una identidad que ha elevado la coctelería auténtica a la categoría de arte urbano.
Lejos de la ostentación tecnológica o del efectismo escénico, esta pequeña cantina ha convertido la sencillez en su sello. En el centro financiero, que trata de recobrar su vitalidad turística a toda costa, su fórmula encarna la idea de hospitalidad, una herramienta tan poderosa como un brindis compartido.
De las leyes al arte de mezclar
El artífice del fenómeno es Lorenzo Antinori, un romano que cambió los códigos del lujo líquido. Abandonó la carrera de Derecho para seguir una intuición nacida entre copas y conversaciones en el bar de su barrio.
Desde aquel descubrimiento vocacional fue trazando una trayectoria que lo llevó a Londres, Seúl y, finalmente, a Hong Kong, donde en 2019 decidió echar raíces.
Cuatro años después, junto a un socio local, inauguró el Bar Leone, bautizado con el emblema más reconocible de su lugar natal, el Trastévere. En su discurso se mezclan la contundencia italiana y la calidez oriental, con un mismo propósito, rescatar la esencia de los bares romanos, donde la vida se discute alrededor de una simple mesa.
El interior, discreto y acogedor, transmite ese espíritu familiar. Los tonos blancos apagados conviven con madera gastada, tapizados en cuero y paredes salpicadas de carteles antiguos o fotografías heredadas de su padre. Todo inspira cercanía y pausa.
Coctelería sin artificios
Leone rehúye la sofisticación teatral y defiende la pureza del gesto. “No recurrimos a máquinas ni a procesos de laboratorio; queremos que los ingredientes hablen con voz propia”, explica Antinori a EFE, con la serenidad de quien domina su arte sin necesidad de exhibirlo. Además, no le gusta alardear del trofeo, y lo considera fruto de un esfuerzo persistente.
Su concepto, definido como ‘cocktail popolari’ —cócteles para todos—, se aleja de lo pretencioso sin renunciar al rigor técnico. En la carta destacan «el Filthy Martini, un Negroni perfumado con hoja de higuera o un Olive Oil Sour», según su fundador.
Detrás de la barra, apenas una docena de taburetes permiten a los clientes observar el proceso. La iluminación cálida y el ritmo pausado convierten cada servicio en un diálogo más que en una demostración.
Una de las fusiones más singulares que ha definido su identidad nació, curiosamente, de un accidente afortunado: las aceitunas ahumadas. Lo que comenzó como una simple prueba terminó convirtiéndose en uno de los distintivos más celebrados del local.
El fenómeno tiene otra explicación cultural. Las aceitunas, poco habituales en el gusto asiático, solían generar rechazo entre muchos comensales locales. Pero en cuanto apareció el toque de humo, todo cambió.
Ese sabor ahumado, tan familiar en Hong Kong por la tradición del ‘char siu’ o las barbacoas cantonesas, actuó como un puente sensorial entre dos universos gastronómicos. Sin proponérselo, lograron un encuentro espontáneo entre el Mediterráneo y el sur de China.
Identidad de barrio con mirada global
El reconocimiento internacional no parece haber alterado la filosofía del local. “Antes del premio éramos simplemente un bar del vecindario”, comentó Antinori a EFE. “Nuestros vecinos venían a tomar café, conversar o cerrar el día. Esa relación cercana sigue siendo el alma de todo lo que hacemos”.
Esta fidelidad a la rutina cotidiana es quizás la clave de su magnetismo. Desde sus primeros meses, el local ha sido punto de encuentro para gastrónomos, bármanes o turistas, una clientela ecléctica que encuentra allí un espacio sin etiquetas.
En un territorio que intenta reanimar sus noches tras la sacudida de la pandemia y las protestas prodemocráticas, proyectos así actúan como termómetro de recuperación. Cada copa servida es un golpe sobre la mesa de optimismo, un recordatorio de que la vida social, y el placer de compartirla, siguen siendo esenciales para la identidad hongkonesa.
Una metrópoli que cambia el paso
Ahora, la economía se mueve con ímpetu y cautela, los hábitos han mutado, y los expatriados, antaño motor del ocio, son menos numerosos. Quienes permanecen consumen con moderación y prefieren experiencias auténticas antes que el lujo efímero.
Los fines de semana, numerosos residentes cruzan la frontera hacia Shenzhen o Macao, atraídos por precios más competitivos y por una nueva oferta de ocio. Ante ese contexto, los bares locales se ven obligados a reinterpretar su papel, equilibrando tradición, rentabilidad y creatividad.
Las autoridades impulsan distintos programas de promoción gastronómica, conscientes del poder simbólico de la restauración en la recuperación de la imagen urbana. Pero, más allá de las campañas, son los propios bares los que encarnan ese renacer con artesanos que defienden la autenticidad sobre la tendencia, la narrativa sobre el espectáculo. EFE
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