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Japón sube su apuesta por las nucleares 14 años después de Fukushima

Tokio, 11 mar (EFE).- Catorce años después del accidente que dio lugar al apagón nuclear pos-Fukushima, Japón sube su apuesta por la reactivación de sus centrales atómicas con las lecciones aprendidas de la catástrofe, y mientras tiene por delante un largo y complejo camino para el desmantelamiento de la planta accidentada.

Las nucleares recuperan protagonismo

El Ejecutivo nipón aprobó recientemente su nueva hoja de ruta energética para los próximos 5 años, que incluye como novedad aprovechar al máximo la energía nuclear hasta llegar casi al nivel previo al accidente de Fukushima (en torno al 20 %), además de incrementar el peso de las renovables.

El nuevo plan desecha así la referencia textual a «reducir la dependencia de la energía atómica tanto como sea posible» que venía incluyendo sistemáticamente desde el accidente de Fukushima de 2011, y consolida a la nuclear como en una de las tres principales fuentes de su mix energético para el futuro.

Lecciones de Fukushima

Japón decidió desactivar temporalmente todas sus plantas atómicas tras el accidente desencadenado por el terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011 e introdujo una serie de medidas más estrictas dirigidas a prevenir desastres similares, tras detectarse fallos en la preparación ante catástrofes naturales de la siniestrada Fukushima Daiichi.

En el nuevo reglamento para el sector nuclear se incluyeron protocolos antiterremotos y antitsunamis más exhaustivos, medidas contra atentados terroristas y la reducción de la vida útil de los reactores hasta los 40 años, además de abandonar la idea de construir nuevos o reemplazar antiguos.

Según cifras de comienzos de mes de la Autoridad de Regulación Nuclear japonesa (NRA), Japón cuenta actualmente con 26 reactores nucleares apagados de forma permanente, otros 21 desactivados de forma temporal y otros 12 operativos.

El impacto de la guerra de Ucrania

En el contexto de escasez y encarecimiento de los combustibles fósiles generado por conflictos internacionales como la invasión rusa de Ucrania, el Ejecutivo japonés considera que reactivar los reactores u operarlos durante más de 20 años extra es posible si se producen una serie de mejoras de seguridad, especialmente contra desastres nucleares y se pasan las inspecciones necesarias.

El Ejecutivo de Japón, un país que no cuenta con recursos energéticos propios significativos, aspira a acelerar la reactivación progresiva de todos los reactores que se ajustan a las nuevas normativas, aunque para ello afronta algunos litigios en los tribunales donde los jueces han dado la razón a ciudadanos que se oponían a la reapertura de ciertas plantas por motivos de seguridad.

En otros casos, como el de la planta de Kashiwazaki-Kariwa, conocida como ‘KK’ (Niigata, en la costa del mar de Japón) y considerada la mayor del mundo por capacidad, la reactivación se ha pospuesto hasta más allá de 2029, cuando se prevé que concluyan las obras de adaptación a la nueva normativa.

Progresos tras la catástrofe

Desde 2011 Japón ha logrado progresos continuados en la limpieza de residuos radiactivos en la central de Fukushima Daiichi y en las zonas contaminadas en sus alrededores, entre otros pasos para dejar atrás los efectos del desastre.

La superficie de acceso restringido por radiación excesiva emanada del accidente en torno a la central se sitúa en 309 kilómetros cuadrados, según los últimos datos oficiales disponibles. Este área llegó a ser de 1.150 km2 en los dos años posteriores a la catástrofe.

La planta también comenzó en el verano de 2023 a verter al Pacífico las enormes cantidades de agua contaminada y procesada para retirarle la mayor parte de residuos radiactivos, un proceso considerado clave para el desmantelamiento de la planta y que está siendo supervisado el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y por laboratorios independientes para garantizar que se ajusta a los estándares de seguridad.

Un largo camino por delante

No obstante, Daiichi aún tiene por delante un complicado proceso para que pueda completarse su desmantelamiento, lo que está previsto que suceda entre 2041 y 2051.

Uno de los mayores retos en este sentido es la retirada de combustible gastado del interior de los reactores dañados, que en algunos casos se fundió y filtró hasta el fondo de las vasijas de los mismos, donde se dan condiciones de mínima visibilidad y niveles excesivos de radiactividad que dificultan enormemente los trabajos.

Por ello, se están empleando métodos experimentales como pequeños robots guiados o brazos mecánicos telescópicos para acceder al interior de los reactores con la misión de analizar el estado del material radiactivo y preparar su extracción futura. EFE

ahg/mra/cc

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